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En la casa de Fernando García del Real

En la casa de Fernando García del Real

Ni las bonitas vistas ni el sabor a barrio en pleno centro pueden competir con la auténtica pasión de este dibujante y músico. «Me encanta coleccionar», asegura. No hace falta que lo jure

ELENA MELÉNDEZ

Viernes, 30 de diciembre 2016, 19:41

Las espectaculares vistas desde la terraza se reparten entre la Gran Vía Ramón y Cajal y la arbolada plaza de Vannes, también conocida como de Espartero. Fernando García del Real, su esposa Carmen y su hijo Mateo comparten vida en una agradable vivienda repleta de detalles. Hace quince años dieron con ella. Pese a que había estado toda la vida alquilada, cuando la vieron llevaba seis años abandonada. «Había humedades y goteras por todas partes, estaba hecha polvo, con tres habitaciones muy pequeñas y sin ventana. Mi madre vio el potencial y visualizó cómo quedaría, y una amiga arquitecto nos ayudó con la intervención», explica Carmen.

La zona era importante para los dos. La infancia de Fernando transcurrió junto al Mercado Central y la de Carmen, en la plaza de España. Buscaban un sitio céntrico pero que no fuera centro puro. Además, les gustaba el sabor a barrio que se respira. «Tiene su mercado, los pequeños comercios, parques, ahí abajo estaba Lanas Aragón... Toda la zona nos recuerda mucho a nuestra infancia», comentan. En el salón toma el protagonismo un escritorio vintage comprado por Fernando en un anticuario de la calle Hospital y dos de sus guitarras reposan junto a él dejando constancia de su faceta de músico. «Estudié Bellas Artes pero la música me ha gustado toda la vida. Nos montamos un grupito, Los Girasoules. Empezamos sin ninguna intención pero de repente nos fue bien y grabamos en Los Ángeles y Londres», recuerda para luego relatar cómo en aquel momento en España o ganabas muchísimo dinero con la música o era muy difícil, así que la cosa se complicó. «Nos plantamos con treinta años. Sabía que también era difícil vivir de la pintura, así que empecé a trabajar como diseñador gráfico». Dejó el estudio de pintura que tenía en Ruzafa y, como en casa no había espacio para pintar, empezó a trabajar con el ordenador los collage que hoy centran parte de su creatividad. «Me inspiro en una frase que me gusta, una foto, un ambiente, películas o novela negra... Siempre tiendo a un estilo un poco retro».

Un juego de cristales en la zona superior de las puertas establece una corriente lumínica de manera que la zona intermedia de la casa se nutre de la luz natural que entra en la parte delantera y la trasera. En la cocina, una puerta corredera de pizarra aisla la zona de despensa y a la vez sirve para que el pequeño Mateo pueda dibujar. El suelo era todo de mosaico. Lo intentaron conservar, pero estaba muy deteriorado y al final decidieron poner madera. Frente al blanco de las paredes destacan la curva en rojo que separa la parte social de la más privada, y que alberga un vestidor, así como las paredes verde intenso de la cocina.

Fernando intercambia obra con muchos amigos artistas. De las paredes penden trabajos de Quique Marzal, Luis Lonjedo, Javier de Juan, Javi Colomer, Lupe Godoy, Dani Cardona o el Flaco. Se define como «trastero» y confiesa que le encantan las cositas pequeñas. Repartidas en estanterías reposan sus diferentes colecciones: coches de Tintín, Madelman antiguos, artículos de Los Beatles, las cámaras de fotos antiguas de Carmen... «Me encanta coleccionar, me he de controlar porque el espacio es limitado». Su área de trabajo ocupa un extremo del salón junto a un gran ventanal. Para él trabajar en casa es un placer. Disfruta con lo que hace y se le pasan las horas sin enterarse. En otro extremo reposan algunos de sus últimos collage. «Esta Navidad tengo obra en el fondo de la galería Pepita Lumiere».

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