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Maite Marín, en el patio de las aulas de Infantil en Mas Camarena. ADOLFO BENETÓ
Maite Marín: «Cuando mi padre estaba ya dentro del barranco del Poyo llamó a mi madre y se despidió»

Maite Marín: «Cuando mi padre estaba ya dentro del barranco del Poyo llamó a mi madre y se despidió»

La empresaria y educadora recuerda con angustia aquellos doce días en los que José Luis Marín estuvo desaparecido, mientras ve a su alrededor la huella que deja una persona que creó, junto a sus hijos, un imperio educativo con 6.600 alumnos y mil trabajadores

Lunes, 14 de abril 2025, 00:42

Maite Marín escoge, entre los tres despachos que tiene en los diferentes edificios que conforman el complejo educativo Mas Camarena, el que está ubicado en Infantil. Ahí, con los niños más pequeños, parece sentir que vuelve al lugar donde todo empezó. A sus inicios como profesora de ballet o dando clases de inglés a los escolares de siete u ocho años, obsesionada siempre en sacar lo máximo de cada alumno con el aprendizaje temprano, en el que es especialista. Maite -doña Maite, como la llaman los niños- ha sabido continuar con el legado que su padre, José Luis Marín -él era don José-, le confió, una «persona irrepetible» que falleció el pasado 29 de octubre después de haber ido a comer a Chiva con unos amigos, todos conocidos empresarios valencianos. La charla tiene lugar justo un día después de que recibiera un homenaje por parte de la Federación de Centros de Enseñanza de Valencia (Feceval) y a Maite todavía le dura la resaca emocional.

-Le viene de familia, donde ha vivido esa labor de acompañar a los niños, a las familias…

-Mis primeros recuerdos están ligados a un colegio, porque los dos trabajaban en uno y ellos han sido nuestro ejemplo. En casa sólo se hablaba de educación. Recuerdo, por ejemplo, cuando mi padre contaba orgulloso que había conseguido hacer un comedor para que los niños no tuvieran que cruzar de una calle a otra en los primeros años de Marni. O cuando me pedía que entrara a su despacho para escuchar a mi padre atendiendo a las familias, en una charla que siempre comenzaba así: «¿Qué necesitan?». Y si le planteaban que necesitaban dejar a los niños antes porque entraban a trabajar temprano, él les decía: «No se preocupen, yo les abro el colegio». Yo empecé con quince años, cuando le dije que quería ser la profesora de ballet del cole. Mi padre me contestó que adelante, y poco a poco fui incorporándome a ese mundo educativo y descubriendo que era mi pasión.

-¿Lo tenía claro entonces?

-Por supuesto. No he tenido ni una sola duda, desde que era bien pequeña. Además, tengo el trabajo más bonito que se puede tener, y es estar con los niños.

-¿Estaba satisfecho su padre de que los tres hijos hubieran seguido con su legado?

-Lo estaba. Él sabía que el legado iba a continuar, que los tres hermanos somos una piña. De hecho, vienen todos los meses grupos inversores que quieren comprar Mas Camarena, pero esto a va a seguir siendo una empresa familiar.

-¿Cómo le definiría?

-Tenía una visión espectacular, era un gran negociador, aprendí muchísimo con él y nos apoyábamos mucho. Hicimos muy buen tándem, y ya en los últimos años, aparte de que él confiaba plenamente en sus hijos, yo creo que estaba muy orgulloso de todo lo que había conseguido, de todo ese trabajo, de esos valores que nos inculcó desde pequeñitos: el esfuerzo, la constancia, el luchar por lo que queríamos... Porque él siempre ha sido un gran luchador. De hecho, su ilusión hasta el último día fue seguir creciendo. Era muy valiente en su trabajo y tenía una mente privilegiada.

ADOLFO BENETÓ
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-¿Qué recuerdos tiene de aquellos días tras el 29 de octubre en los que estuvo desaparecido?

-De mucha angustia, de no saber. Durante doce días. Él fue muy listo, porque cuando ya estaba dentro del barranco del Poyo llamó a mi madre y se despidió. Se mostró muy valiente, por eso lo localizamos. Al mismo tiempo, hicimos algo precioso, que fue acoger al segundo batallón de la UME en el resort. Durante un mes tuvimos a 400 militares alojados en el pabellón y yo había mañanas que iba a las seis y media a verlos salir porque me reconfortaba, porque sabía que él hubiera hecho lo mismo, y les decía que si hubiera estado ahí les hubiera organizado hasta la salida de los camiones.

-¿Hay cosas que le han sorprendido de estos meses?

-No es que me sorprendiera, porque yo sabía bien la persona que era mi padre, pero me ha reconfortado mucho sentir que tantas personas lo han querido. Era una persona irrepetible. Tenía un genio tremendo, ¿eh? Nos decía: «He querido que aprendierais a defenderos con uñas y dientes, ahora os toca a vosotros».

La hija de don José

Siempre fue la hija de don José, hasta que apenas unos días antes de morir le escuchó presentarse como «el padre de doña Maite. Me pareció tan bonito...», cuenta la directora del Complejo Educativo Mas Camarena, que forma parte de entidades como la Asociación Valenciana de Empresarios o la CEV.

-¿Siente la sensación de orfandad?

-La sensación de vacío es muy grande. No solamente lo sentimos a nivel familiar, también todas las personas que trabajaban a su lado. Físicamente estaba en el resort, que había sido su sueño, el que no pensaba que podía llegar a cumplir, y desde muy temprano acudía a su despacho porque se levantaba todos los días a las seis y media de la mañana. Y allí estaba doce horas. Últimamente me llamaba mucho: «Perdona que te interrumpa, que hoy estoy un poco pesado», me decía... Cuando yo a las siete de la tarde iba al gimnasio del resort todavía estaba allí. Le preguntaba si no se iba a casa, pero él siempre contestaba: «Me queda trabajo por hacer». Y ahora su despacho está vacío...

-¿Cómo era su relación con los niños?

-Los niños lo adoraban, se ponía justo ahí, bajo la escalera, con un paquete de Lacasitos y conforme bajaban les iba dando. Y con catorce o quince años todavía se acuerdan de los Lacasitos que les daba don José. Él fue muy innovador en aquella época. Quería que todos los niños practicaran deporte, y hemos sido una familia muy deportista. Todavía jugaba al tenis, al golf, al dominó, por supuesto. Y nosotros le hemos seguido. Mi hermana y yo hemos sido bailarinas, ella también tenista semiprofesional. Y en los coles le hemos dedicado mucho en el valor del deporte como una culminación de los valores que hemos recibido.

Habla Maite Marín de la implicación de su padre en el día a día del colegio, en los festivales, en las comuniones, en las graduaciones, donde junto a su hija enseñaba a bailar el vals a los alumnos. «Los colegios eran sus hijos, y al principio le costó soltar; fue un liderazgo potente, pero también muy compartido», asegura Maite, orgullosa también de la actividad social que desarrolló en Perú, donde hay una escuela con su nombre, Maestro José Luis Marín, y un centro de desarrollo social con el nombre de su madre, María Teresa Medina, todavía al frente del centro de naturaleza Tarihuela, en Jérica.

-¿Cuál es la huella que usted, Maite Marín, le gustaría dejar?

-Que los alumnos de los colegios Mas Camarena encuentren su propósito de vida, que desde pequeños desarrollen sus máximas capacidades. Mi padre siempre les decía en las graduaciones: «Buscaos un trabajo que os apasione, y no tendréis que volver a trabajar». Yo disfruto de mi trabajo todos los días.

-¿Puede salir de aquí y hacer un clic?

-Yo encuentro la desconexión en la montaña, pero también las ideas. He subido al Kilimanjaro, también a todos los 'tresmiles' de Pirineos, algunos varias veces, siempre con mi pareja, Julio. Es tan importante el compañero de viaje... Necesito irme cada quince días, y eso que tuve un accidente muy grave hace unos años, me atropelló un coche, y el traumatólogo me dijo: «No volverás a andar». Y le contesté: «No me conoces». Y aquí estoy. La montaña me ayuda a estar fuerte a asumir la responsabilidad. Seguir creciendo es fácil, lo difícil es mantenerse arriba, estar en el top. Ese es mi propósito.

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