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Hay un observatorio ornitológico en Pétrola, un municipio de Albacete con poco más de 600 habitantes en el que nació Melchor Hoyos, hijo adoptivo de ... Valencia, medalla al mérito en el trabajo, cruz del mérito civil, presidente del Valencia CF... Pero los padres de este niño no querían a principios del siglo XX ver pájaros. Querían comer. Darle un futuro a sus siete hijos. Y mandaron al mayor, a Melchor, con el hermano del padre, que tenía una mercería muy cerca del Mercado Central. Ahí empezó a labrarse, cuando todavía era un niño, la historia de superación de Melchor Hoyos, un empresario que llegó a crear un gran conglomerado textil y que heredó su única hija, Mariola Hoyos, cuando murió de forma temprana, en 1997. Que llegó a comprarle batas de guata a un tal Amancio Ortega en sus inicios.
-¿Ha mantenido alguna relación con Pétrola?
-No demasiada, porque después de venirse mi padre fueron llegando a Valencia el resto de hermanos, y también mis abuelos. De hecho, aunque es verdad que él no era valenciano siempre se sintió como un valenciano más, y creo que lo demostró. Era una persona muy especial.
-Contaba en una entrevista hace unos años que se acuerda de él muchísimo.
-Me acuerdo de él todos los días, y siempre que tengo que tomar una decisión pienso cómo lo hubiera hecho él para hacerlo yo de la misma manera. Sigue siendo mi referencia diaria, casi treinta años después de su muerte.
-No sólo está presente, como hija, en su recuerdo, también en el de muchos valencianos...
-La gente sigue hablando de él, me cuentan que eran amigos de mi padre, a veces parece que sigue aquí. A mi marido, que es de Barcelona y desgraciadamente no llegó a conocerlo, le llama la atención que nunca ha oído a nadie decir nada malo de él.
-Murió su madre al poco tiempo...
-A raíz de fallecer mi padre, y después de toda una vida juntos, empezó a no querer salir, a dejarse... Y estando en Tokio con una gira del Valencia CF me llaman porque había fallecido mi madre. No estaba para morir, nunca me hubiera ido de viaje de haberlo estado. ¿No dicen que hay personas que mueren de pena? A mi madre se le fueron las ganas de vivir.
Todavía se emociona Mariola Hoyos cuando habla de sus padres, sentada en una terraza del Mercado de Colón una mañana de finales de abril, tomando un agua sin gas y vestida con muchísimo estilo. Le duele sobre todo recordar cómo se truncó la estrecha relación que tenía con su padre, la persona que la llevaba al campo de fútbol, quien le enseñó todo lo que sabía. Era su hija adorada. Ha sido muy difícil para esta mujer criada entre algodones aprender a vivir sin él, intentando mantener vivo el legado de alguien con el carisma de Melchor Hoyos. Si mira atrás, todavía pesan muchas decisiones, pero también las críticas que recibió.
-Los números no acompañaban y cuando su padre ya no estaba desapareció el entramado textil.
-Con la marcha de mi padre asumí una serie de responsabilidades que yo no tenía cuando estaba mi padre. Me vi obligada a vivir la vida de otra manera, porque la cabeza, las manos, los pies... todo era yo. Soy hija única y nadie por mí podía decidir. Él era una persona que creaba a su alrededor un círculo perfecto, en el que todo funcionaba. Y cuando desaparece la persona que lo ha creado... todo se desmonta.
Mariola Hoyos fue consejera, vicepresidenta del Valencia CF, presidenta de la fundación del club y muy ligada a los colores de la institución deportiva que presidió su padre durante algo más de cien días. Mariola Hoyos es empresaria, y pasa parte de su tiempo viajando. «Junto con la ópera, fue una de las aficiones que me inculcó mi padre».
-¿Cómo recuerda aquellos momentos?
-Por circunstancias tuve que tomar una decisión dura, difícil... Pedí muchísimos apoyos, a la banca, a las instituciones, y se me fueron cerrando las puertas. Tengo la conciencia tranquila porque hice todo lo posible, pese a lo que piense la gente. Te aseguro que nadie lo sintió más que yo.
-En Valencia los grupos textiles fueron desapareciendo...
-Sigo manteniendo relación con hijos de fundadores de grupos de aquella época y ya no queda ninguno. Cotanda, Cuadrado, Manterol, Martínez Colomer. Nadie. A mí me tocó bailar con la más fea y fue durísimo y dolorosísimo.
-¿Se ha sentido poco comprendida?
-Nada comprendida, porque si alguien llegó a pensar que cerré porque me cansé, porque no me gustaba el textil... una decisión así no se toma por capricho, sino por necesidad. Ya no pude más.
Hay muchas ausencias en la vida de Mariola Hoyos. Personas que le han dejado mella y han ido desapareciendo, mientras iba, al mismo tiempo, creando una frágil coraza que se resquebraja fácilmente. Por ejemplo, hablando del expresidente del Valencia CF, Jaime Ortí.
-El año antes de morir entrevistaba a Jaime Ortí y hablaba maravillas de usted.
-Nos queríamos muchísimo. Yo entré en el club como consejera porque me lo propuso Jaime. Y mi contestación fue: «gracias por dejarme vivir algo parecido a lo que vivió mi padre». Y nos pusimos los dos a llorar. Falleció demasiado joven, curiosamente el día de mi cumpleaños, 24 de noviembre. Para mí fue como haber perdido un segundo padre.
-¿Fue su paso por el Valencia CF la época que más le llenó?
-Cuando el Valencia es tan importante para ti, cuando puedes formar parte de lo que has vivido de pequeña, cuando puedes aportar a tu propio club... Era un sueño.
-Echando la vista atrás, ¿cambiaría decisiones relacionadas con los años en que ocupó cargos directivos en el Valencia CF?
-Sí, lo haría. Todos los que hemos formado parte de la historia del club, y yo incluida, seguro que hemos hecho cosas bien y cosas mal, de otra manera no hubiéramos llegado a lo que hemos llegado.
-Ha dicho en alguna ocasión que mantiene sus cuatro pases, aunque dejara de ir. ¿Ha vuelto?
-Voy de vez en cuando, pero no demasiado. Cuando estás mucho tiempo vinculada sigues queriendo muchísimo a tu equipo, pero el fútbol desgasta mucho y necesitas un poco de aire. Además, es que no es el Valencia con el que yo he crecido, el que he mamado. Se ha desvirtuado tantísimo... Lo hablaba con el hijo de otro expresidente, porque un señor de Singapur no puede tener el mismo sentimiento valencianista que alguien de Burjassot o Catarroja, pero claro, ni lo uno ni lo otro. Para este señor -no nombra a Peter Lim en ningún momento- el club es como un juguete, un entretenimiento, y a los que lo llevamos dentro nos duele.
-Entiendo que, a pesar de todo, todavía sigue sufriendo con el Valencia CF...
-Eso siempre, mientras viva. Es que tengo sangre naranja, y lo siento como algo mío a pesar de lo desvirtuado que está.
-¿Hay un sentimiento parecido hacia Valencia como ciudad?
-Me muevo y viajo mucho pero Valencia es mi lugar. Aquí he crecido, esta ciudad me lo ha dado todo y siempre necesito volver. De hecho, me pongo nerviosa si paso mucho tiempo fuera.
-¿Qué le gusta hacer?
-Llevo una vida bastante tranquila. Además de atender a mi empresa, me gusta estar en casa y hacer cosas sencillas. Lo más valioso que tengo, y que puedo compartir con mi marido, es el tiempo.
Al final de la entrevista aparece precisamente su marido, Óscar Alcalde, y le pido que defina a Mariola. «Es la persona más maravillosa de este mundo», dice sin dudarlo. Ella sonríe, y la coraza vuelve a agrietarse.
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