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¿Quién es Mercedes Femenía?

La directora de la Banda de Mujeres de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana quedó pronto atrapada por la música, y a ella le dedica su vida

maría josé carchano

Valencia

Sábado, 17 de marzo 2018, 22:00

El próximo domingo se subirá a la tarima en el Palau de la Música de Valencia y bajará la batuta ante una banda de mujeres. Lo hará con el orgullo de quien ha trabajado mucho, casi deseando que se detuviera el reloj y multiplicar las horas del día para formarse más, como profesora -tiene incluso un blog de educación musical-, como directora, siempre con un ojo puesto en su familia. Tanto supone para Merche Femenía la música que cuando tiene que definir en palabras su pasión casi que las sustituye por unos ojos acuosos; ella, tan habladora, sincera, positiva, cercana y llena de optimismo.

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-¿En qué momento se dio cuenta de que la música era su vida?

-Cuando era pequeña no existían más extraescolares que la música o el fútbol y como lo segundo no me iba demasiado, me apunté con mis amigas a solfeo. No tengo ningún antecedente familiar, pero noté que me gustaba, que se me daba bien, y si algún día faltaba a clase era para mí un drama. Seguí estudiando en el conservatorio de Alicante y cuando ya era profesora pensamos en formar una banda. Ahí me di cuenta de que me encantaba la dirección y aprendí a base de cursos. En 2018 cumplo veinticinco años dirigiendo. Así que el hecho de que me haya tocado este año ponerme al frente de la banda femenina es todo un lujazo.

-¿Hasta qué punto es gratificante el hecho de que su pasión se haya convertido en un trabajo que le da de comer?

-Es lo mejor para una profesión, porque la vives. Las horas no pesan y me considero una privilegiada en ese sentido. Ojalá todos pudieran trabajar en lo que les gusta. Mis alumnos dicen que siempre estoy contenta, pero es que yo lo disfruto intensamente.

-Pero es una profesión dura. Tiene ese punto de búsqueda de la perfección, muchas veces intentando ser mejor que los demás.

-Es cierto, pero yo me alegro de lo bueno que le pase a cada uno, no soy celosa. A todos nos llega nuestro momento y ahora me toca a mí disfrutar. Puede ser que no tenga envidia de nadie porque me hago mayor, soy madre e intento ser feliz. Eso no quiere decir que me pare, porque aprovecho todos los veranos para hacer cursos y siempre estoy reciclándome. Mi hija me pregunta por qué estudio tanto.

«Mi madre me decía: 'No silbes, que es de hombres'. Y yo todavía lo hacía más»

-¿Podría dedicarle todas las horas del día?

-Se las dedico. Eso se lo puede asegurar mi familia, que está acostumbrada a verme encerrada en el despacho.

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-¿Cómo ha ido encajándolo en su vida?

-Lo más difícil ha sido durante los embarazos, tengo tres hijos, y los ensayos eran de diez a doce de la noche. A esas horas tenía las piernas hinchadas, una barriga enorme, náuseas… Cuando nacieron tenía que sacarme la leche diez minutos antes de irme a un concierto, por ejemplo. Una semana después de ser madre, con los puntos todavía puestos, volví a la banda. Aunque ahora le diría a mi hija que no lo hiciera.

-¿Ha tenido apoyo en ese sentido?

-Por supuesto. En mi casa somos un equipo, y mis hijos también lo saben. Recuerdo cuando era pequeña que las chicas se quedaban a limpiar y los chicos se iban con mi padre. Y a mí eso me molestaba mucho. Subía las escaleras silbando y mi madre me decía: «No silbes, que es de hombres». Y yo todavía lo hacía más. Así que a veces les digo a las madres de mis alumnos que los hijos tienen que aportar, y que si se han hecho mal la cama, no pasa nada. Mi casa es así. En la época de Santa Cecilia y en junio, con el final de curso, es un caos. Pongo un cartelito donde se lee: «Mes de agobios. Quien necesite algo que se lo busque». Lo que más me cuesta es querer hacer bien lo de casa y también el trabajo, porque soy muy perfeccionista. A veces querría no ser así y echarme algo a las espaldas.

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Una espina clavada

-¿Le gusta el contacto con los niños?

-Me encanta. Me implico en las clases, intento que sean divertidas, las madres dicen que trato a sus hijos como si fueran míos, pero es que no hago otra cosa que lo que me gustaría que hicieran con los míos propios. Y si un niño llora, todo se para, eso es más importante que cualquier cosa. Pero es que es mi forma de ser. Una vez me dijeron que haría cantar a un muerto (ríe).

-¿Por qué se quedó en Pedreguer?

-Me tiraba mucho el pueblo, que siempre ha sido muy progresista y nunca han visto raro que fuera una mujer quien dirigiera la banda. Es verdad que hay gente que huye pero yo no echo nada en falta. Estuve tres años en Almería y decidí volver.

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