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Paco Segura, durante la entrevista en su despacho de las antiguas oficinas de la Cámara de Comercio, en el Parque Tecnológico.

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Paco Segura, durante la entrevista en su despacho de las antiguas oficinas de la Cámara de Comercio, en el Parque Tecnológico. Jesús Montañana

Paco Segura: «Si me ofrecieran entrar en política diría que no con tristeza»

El empresario se define como una persona constante, con las ideas claras, que se aleja del cortoplacismo imperante. «Mi mujer me dice: 'Paco, ¿puedes parar de pensar?'». Ella es el pilar y la paciencia de una familia numerosa. «En el cuarto hijo hubo negociación y, gracias a Dios, la perdí»

María José Carchano

Lunes, 14 de octubre 2019, 20:27

A Paco Segura -solo lo identifican por Francisco los documentos oficiales- le conocí un día de mascletà, en un espectacular piso de su empresa, justo frente al Ayuntamiento. Llegó casi a las dos, y llenó con su presencia aquel inmueble donde nada se había dejado al azar, ni siquiera los camareros de uniforme repartiendo canapés y champán. Tampoco él, rodeado en su justa medida de invitados y de familia.

Esta semana el escenario era distinto, su oficina, ubicada en antiguas dependencias de la Cámara de Comercio, y de nuevo todo está cuidado al milímetro; ni siquiera se ve una mancha en los impresionantes cristales de varios metros de altura de la fachada. Tampoco hay nada que se haya dejado al azar en la decoración minimalista del despacho, con el equilibrio justo de detalles familiares y de trabajo.

En su aspecto personal el empresario mantiene la línea: traje a medida y unas respuestas cuidadas, una disciplina que combina con un punto de timidez y otra pizca de humor que aparece más nítida al apagar la grabadora. Cuando cuenta que ya van por la sexta generación de nombre y apellido idéntico, aunque en esta ocasión a su hijo han decidido llamarle Francisco.

-Dicen que su padre tenía carácter, ¿en qué se parece a él?

-Sí, tenía mucho carácter, y yo también, lo que pasa es que no lo exteriorizo; uno tiene que intentar adecuarlo a su manera de ser. Lo que sigo admirando de él es que era muy emprendedor, y yo lo intento, al menos. De hecho, mi mujer a veces me mira y me dice: «Paco, ¿puedes parar de pensar?». Por cierto, me acabo de dar cuenta de que ya hace tiempo que no me lo dice, y es que quizás ya ha desistido.

-Es ingeniero. ¿Tenía claro que iba a entrar en la empresa?

-Sí. Cuando se inauguró la empresa, en el año setenta, yo ya estaba. Tenía entonces tres años. A mi padre le gustaba mucho la fotografía y lo grababa todo, así que gracias a eso tenemos unos recuerdos fantásticos. Además, nos llevaba detrás en cualquier actividad, conocíamos a los trabajadores y para mí ha sido siempre una parte de mi vida; jamás me planteé no entrar aquí. Visto con perspectiva, hubiera sido muy interesante trabajar unos años en otra.

«En la figura del empresario interviene la soledad. Creo que hay que ser un poco loco»

-¿Él quería que entraran sus hijos a trabajar con él?

-Yo creo que cumplió su sueño.

-No es fácil trabajar con la familia.

-No es ni bueno ni malo. La única dificultad -a mí me gusta distinguirlo de problema- es que cada uno podemos tener una visión distinta de lo que queremos, y nadie tiene la razón y nadie está equivocado. Hay que hablar, intentar convencer, defender la postura de cada uno. Es muy enriquecedor.

-¿Consiguen no hablar de la empresa, por ejemplo, el día de Navidad?

-Nosotros estamos empezando a conseguir dejar de hablar de la empresa los fines de semana pero nos ha costado muchísimos años. También tenemos claro que necesitamos nuestro espacio; los hermanos nos vemos cada día y, además, nos gusta acompañar a nuestra madre el fin de semana.

Paco Segura lidera una firma familiar del sector de la automoción que emplea a más de un millar de trabajadores. Jesús Montañana

-¿Qué papel ha ejercido su madre en la familia?

-Para mí es una persona con muchísimos valores, y la quiero y la admiro como madre, de corazón. La recuerdo siempre apoyando a mi padre; si tenía en mente alguna inversión con riesgo, en los momentos mejores y también en los peores, ella siempre le dijo: «Paco, si tú crees que eso es lo que hay que hacer cuenta conmigo». Además, como buena madre está siempre en continua lucha por la unidad de la familia, porque todos estemos juntos, que nos llevemos bien, aunque tengo que decir que en esa parte no lo ha tenido muy difícil.

-¿Qué cosas consiguen hacerle desconectar de su día a día?

-No muchas. Navegar y cocinar, por ejemplo, que aunque no soy muy bueno me permite evadirme completamente. El deporte también ayuda y, sobre todo, la familia. Tengo cuatro hijos entre siete años y diez meses.

-Ha tenido familia numerosa, como era la suya también. ¿Quería repetir la experiencia?

-Para ser honesto, quien más fuerza ha hecho por ello ha sido mi mujer. Para mí, hasta el tercer hijo fue fácil. En el cuarto hubo negociación, totalmente inútil, y la perdí, gracias a Dios. Tengo muy buenos recuerdos de los cuatro hermanos juntos, y ahora lo estoy viendo con mis hijos. Es muy divertido y un follón al mismo tiempo; cuando están juntos asusta incluso, pero es una de las mayores satisfacciones que me ha dado la vida. Eso sí, para tener una familia numerosa hace falta tener un pilar central muy robusto, y mucha paciencia, y eso es una de las muchas virtudes que tiene mi mujer Sofía.

-¿Hasta qué punto se siente identificado con Valencia?

-Cien por cien. Por mi trabajo he tenido que viajar mucho y las raíces tienen un atractivo extraordinario. Valencia es una ciudad especial, con un sentido de la amistad, de la familia, que muchos lugares no tienen. Y no hay más que observar cuántas personas de fuera se quedan a vivir aquí.

-Incluso es fallero.

-Hace veintiséis años, desde que mi hermana entró en la falla. A mí no me venía de cuna, pero lo enlazo con lo que hablamos antes. La comisión es un punto de encuentro familiar, con los amigos y una riqueza cultural que admira medio mundo. Ha sido una parte importante de nuestra vida y nuestro ámbito personal. Han ido pasando los años y, de repente, me encuentro con que soy presidente de la comisión.

-Y nada más y nada menos que de la falla Convento Jerusalén. ¿Cree que le ven con capacidad de liderazgo?

-Es una pregunta difícil. Muchas personas me habían animado a que cogiera el testigo. Cuando estaba Jesús Barrachina de presidente lo veía insustituible, pero pasa el tiempo y, de repente, surge. Ahí pensé: «¿por qué no?». Hay quien me preguntó si sabía dónde me metía, porque es innegable que es una carga adicional de trabajo, pero también una válvula de escape. Me lo tomo como un hobby que satisface mucho, y ver la ilusión que tienen mis hijas por ser algún día falleras mayores… es un regalo.

-¿Es mucho de 'por qué no'?

-Soy una persona que me gusta involucrarme y, de hecho, me cuesta mucho decir que no, lo cual creo que es un defecto. Dicho esto, soy de los que piensan que quienes formamos parte de la sociedad civil tiene que decir que sí a todo. A continuación, advierto que no cuento con demasiado tiempo.

«Me levanto por las mañanas y sé perfectamente todo lo que tengo que hacer. si no es un día perdido»

-¿Qué valores querría que tuvieran sus hijos?

-Parto de una base que no sé cómo se puede resolver. Tengo claro que la formación actual que nos dan las universidades, en un futuro, va a ser totalmente distinta, se van a crear nuevos puestos de trabajo y también, muchos van a ser obsoletos, nadie sabe en qué van a trabajar, así que estoy más enfocado, por el momento, en intentar descubrir y potenciar su talento e interpretar hacia dónde vamos para orientarles.

-Son muy pequeños pero, ¿ya ha visto algo en ellos?

-Mis hijas están compitiendo en gimnasia rítmica y entrenan más de doce horas a la semana. Para mí es importante la cultura del esfuerzo, que sepan que las cosas no se consiguen con facilidad, que detrás de todo hay trabajo y más trabajo.

-¿Ese ha sido su propio secreto para triunfar?

-He pasado por épocas en las que he sido muy constante y cabezota y otras, sobre todo en la juventud, en las que pequé de menos persistente. Ahora sí sé que la vida es tener las ideas muy claras, luchar por ellas y poner foco en las cosas. Levantarse por las mañanas y saber claramente qué hay que hacer. Si no para mí es un día perdido.

«No sé decir que no», reconoce el presidente de la falla Convento de Jerusalén. Jesús Montañana

-¿Qué sensación le produce el mirar a su alrededor y ver lo que han conseguido en estos años usted y su familia?

-Lo primero que me viene a la mente si me detengo un momento es el recuerdo de mi padre, porque es una persona que siempre está presente en la vida de sus hijos, y su figura prevalece desde que fundó la empresa. Es difícil que pase un día, a pesar de que hace ya prácticamente ocho años que falleció, que no esté presente de una manera u otra. También orgullo, porque fundar una empresa es muy complicado, muy típico de la época de posguerra, cuando no había nada en un país que había que refundar, o reconstruir. Nosotros estamos ahora en la generación de continuar con lo que empezó nuestro padre. Siempre decimos en la familia que estaría muy orgulloso, que si bajara ahora no reconocería la empresa. Porque nuestro objetivo y vocación es seguir creciendo, sobre todo porque el mundo es cada vez más complicado y competitivo, y crecer es un factor clave.

-La muerte de su padre puso a la segunda generación en un primer plano. ¿Le gustaría preguntarle qué haría él en el momento de tomar decisiones?

-Por desgracia, la transición en la empresa fue menos traumática de lo que la gente se pueda imaginar. Mi padre estaba bastante mal de salud y comenzó con anticipación a delegar funciones. En la figura del empresario interviene mucho la soledad, y le preguntaría muchas cosas. (Se queda pensando) Y le diría: «¿esto que estoy planteando es una locura o harías lo mismo que yo?». Porque creo que para ser empresario hay que ser un poco loco.

-¿Lo cree así?

-Hay que tener mucho arraigo para mantener una empresa con más de un millar de trabajadores en un sector muy complicado y en un mundo como el que nos viene por delante, que en diez años no vamos a reconocer. De hecho, cada día hay más empresas en venta, puede que sea por falta de coraje, por miedo o, quizás, por inteligencia.

-¿Le genera nerviosismo esa situación?

-No lo pienso, porque no puedo levantarme todas las mañanas temeroso de lo que pueda pasar. Hay que iniciar cada día con la fuerza necesaria para verlo como una oportunidad. Trabajamos en planes a cinco años, porque las cosas de la noche a la mañana no se pueden cambiar.

-El cortoplacismo es evidente, por ejemplo, en política. ¿Qué diría si le ofrecieran entrar en un partido?

-Que no. Y de hecho, a un empresario le cuesta muchísimo decirlo, porque todos en el fondo tenemos voluntad de arreglar cosas, de mejorar, de hacer crecer nuestras empresas, de querer un entorno social muchísimo mejor, pero en estos momentos hay tal desenfoque en la política que nadie es capaz de cometer el error, y digo error con tristeza, de meterse ahí.

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