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Dde los cinco hermanos, solamente el pequeño Pipo García Miranda de Larra, decidió seguir los pasos de su padre y se convirtió en médico. En ... su caso eligió la especialidad de Radiología, y trabajó durante casi veinte años, hasta que en 2001 se trasladó a Dénia a vivir. Pipo es muy de hitos, lo reconoce, y fue ese mismo año cuando se casó y abrió una clínica en la capital de la Marina.
Pero, ¿cómo llegó a vivir en Dénia un valenciano de padre canario? «Cuando era pequeño, vivíamos en Valencia y veraneábamos en Canarias pero siempre echamos de menos un lugar cercano donde poder ir los fines de semana, como hacían nuestros amigos». Su amor por Dénia en realidad fue una casualidad, porque el fin de curso de COU era en Ibiza. «Mis padres me acompañaron a Dénia para coger el ferry y decidieron quedarse para conocer la ciudad». Fue un flechazo. «Compraron un solar con unos amigos en les Rotes y construyeron unos bungalows». Después llegó una pequeña barquita, y se enamoraron también del mar. «Yo llegué a vivir en el barco», cuenta Pipo, que salía a pescar los fines de semana y era su forma de desconectar.
Reconoce que cuando tomó la decisión de irse a vivir a la capital de la Marina fue un antes y un después en su vida, animado por su padre, que en 1998 me propone montar una clínica. «Ellos sabían que no me gustaban vivir en una ciudad grande, y venirme es lo mejor que he hecho», asegura, que agradece que su ex mujer le siguiera.
Reconoce que es una persona bastante inquieta, porque cuando su ex mujer decidió convertirse en médico estético, él, que ya era radiólogo, le siguió los pasos. Actualmente dirige Delarra Clinic, ubicada en la Sella Resort, junto a su socio, Octavio Cosín. Se reconoce un obseso del trabajo, y no se quita el pijama ni para ir a comprar. «A la gente le parece extraño verme con camisa», ríe.
Tanto apego tiene a la ciudad que cuando pasa más de 48 horas fuera de Dénia, sobre todo porque imparte clases, siente que tiene que volver. «Dénia es luz, es paz, para mí lo es todo y no se me ocurriría vivir en otro lugar».
Cree que sus hijos han podido criarse en un entorno muy distinto a si lo hubieran hecho en una gran ciudad; «y en mayo nosotros ya estábamos en la playa. Además, hacen surf, hacen vela, hacen remo...». De pequeños se acuerda de sus tardes en el Safari Park de Verger, un lugar único donde se puede disfrutar de los animales en libertad.
La elección de Dénia fue casual, pero mirado en perspectiva entiende que era mucho más fácil adaptarse a un lugar como la capital de la Marina Alta, que tenía muchos servicios incluso en invierno.
Ya de mayor ha descubierto, además del mar, la montaña. De hecho, ha decidido comprarse una casa en el Montgó, «rodeado de jabalíes, conejos y perdices», ríe Pipo, que muestra un gran sentido del humor y una vitalidad fuera de lo común. «Y a una hora de Valencia y otra de Alicante, por si tengo que viajar. No necesito nada más».
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