¿Quién es Santiago Domingo?

Las visitas a los caseríos guipuzcoanos en compañía de su padre, médico rural, le abrieron los ojos a la medicina. La familia, la cocina y el deporte dan respiro al jefe clínico de oncología ginecológica del Hospital La Fe

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Sábado, 8 de abril 2017, 18:13

Su amigo Toni le regaló una taza en la que se puede leer: Always look on the bright side of life. Los fans de La vida de Brian no necesitan ni siquiera traducción. Para Santiago Domingo, mirar siempre el lado bueno de las cosas es además una filosofía vital y así lo muestra incluso en su perfil de whatsapp. Desde el minuto uno este ginecólogo gana por una cercanía que no tienen muchos médicos y, tras la entrevista, una se va con el buen sabor de boca que dejan aquellas personas que transmiten ilusión y un punto de serenidad. Especialista en oncología ginecológica, lucha para que ésta se reconozca como una especialidad en España, mientras que en Europa ya les han premiado como centro de excelencia en la formación de profesionales que se dedicarán en un futuro a tratar los cánceres relacionados con el aparato reproductor de la mujer.

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-Cada vez que entrevisto a un médico, sobre todo en la especialidad de oncología, recuerdo mucho a Anna Lluch, que se muestra tan cercana con sus pacientes. ¿Es importante la empatía también para usted?

-Yo creo que es una asignatura pendiente en la carrera de Medicina, y que debería tener incluso prácticas. Cuando uno empieza con buen rollo con la paciente todo es más fácil, porque va a confiar en ti. Pero, eso sí, has de ser terriblemente honesto y si ella busca otras opciones y no se las puedes dar, mostrarte respetuoso, y tener claro que no somos exclusivos, que nuestra propuesta no es única y exclusiva. El respeto, el conocimiento y la empatía son de hecho los tres pilares en la medicina.

-¿Tienden los médicos a relativizar lo mal que puede estar pasándolo un enfermo?

-Cualquier problema de salud es su gran problema, ya sea un dedo roto o una alergia. Imagine que es una situación muy límite, como los tumores que tratamos, que afecta a la vida de la paciente y también a los de su alrededor. A mí me gusta preguntar cuántos hijos tiene, qué edades, porque conviene conocer su entorno y saber apoyarlo. Son procedimientos quirúrgicos largos, donde la calidad de vida se ve tremendamente afectada, y como no tengas la psicología de darle no sólo soporte médico sino también emocional, el viaje no lo hacemos juntos. Yo les digo siempre: «Quien tiene que ir a Logroño eres tú, yo te ayudo a llegar». Y la familia con ella. Hay un equipo detrás de profesionales, no sólo médicos, sino enfermeras, administrativas... Todos hacemos ese viaje con la paciente.

-Con un padre médico, ¿puedo dar por hecho que siempre tuvo clara su vocación?

-Desde bien pequeño. Mi padre era médico rural en Guipúzcoa y yo le acompañaba a los caseríos. Él vivía la medicina con pasión y nos enganchó, no sólo a mí, porque tengo dos hermanos más que eligieron la misma profesión. A mí me enseñó el respeto por los pacientes. Verle tratarlos ya era un gusto. Y el respeto empieza por el conocimiento. Luego he tenido profesores y amigos como Manolo Fillol, Gonzalo Lázaro, Alfredo Perales, Antonio Pellicer, mentores que me han ayudado mucho en la carrera profesional.

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-¿Pudo ver su padre que esa semilla había germinado en los hijos?

-Sí, y tanto él como mi madre estaban orgullosos. Es que somos una familia con una relación especial, estamos muy unidos. Y a ellos, a los dos, los tenemos en los altares.

-¿Por qué decidió decantarse por la ginecología?

-Soy el pequeño de los hermanos y tras un debate con ellos, uno cirujano y otro ginecólogo, salió ganando Javier, que para eso hay que hacer caso a los mayores. Aunque ahora hablo mucho de trabajo con Carlos, porque una buena cirugía es esencial para el tratamiento oncológico.

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-Usted además colabora con la Fundación Vicente Ferrer. ¿Qué le aporta?

-Te das cuenta de lo importante que es hacer una medicina muy eficaz y sostenible. Me enfado cuando se gasta dinero en quirófano porque las cosas se pueden hacer con poco ruido, baratas y con la misma efectividad. Estar en la fundación me hace acordarme mucho de una frase que decía mi abuelo Cándido: «No somos nadie y menos en traje de baño». Porque en una mesa de quirófano todos estamos igual de desnudos, y como profesional lo tienes que hacer lo mejor posible sea en Valencia, Nueva York o Anantapur.

-¿Es médico las 24 horas?

-Por supuesto que no. Fuera de aquí hago cosas normales, me gusta estar con mi pareja y mis hijas, que son muy divertidas y me lo paso bomba con ellas. Me encanta cocinar y hacer deporte, sobre todo judo y correr, aunque lo practico menos de lo que me gustaría. Tenemos además una huerta ecológica porque valoro mucho la vida sana.

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