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Majo Gimeno, presidenta de la ONG Mamás en Acción. Damián Torres

¿Quién es Majo Gimeno?

Una visita a la iglesia de San Nicolás en una mala época le cambió la vida. «Saber que había niños solos en el hospital me quitó la paz», dice la presidenta de una ONG que suma mil voluntarios, y que le ha enseñado que los problemas en el trabajo o en la familia no son tantos

María José Carchano

Valencia

Domingo, 3 de noviembre 2019, 01:04

Majo Gimeno es el alma, la voz y el origen de un proyectazo llamado Mamás en Acción, que ha conseguido su objetivo: que en Valencia no haya niños solos en un hospital, que haya sido la primera ciudad de España en conseguirlo. Porque esa realidad que un día conoció Majo de casualidad la golpeó tan duramente que todavía hoy se la lleva por delante; porque tiene detrás a un millar de voluntarias que, en diez minutos, cubren los turnos para acompañar durante las 24 horas del día a un niño de dos años ingresado en La Fe y que no tiene a nadie. Majo llora varias veces durante la entrevista. Está fundida, porque este es un proyecto al que ha entregado mucho de sí misma.

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-¿Cómo empezó todo?

-Hace seis años tenía un trabajo en la Fundación Bancaja, acababa de ser madre después de cuatro años intentándolo. Pero, de repente, llega la crisis, mi situación se complica y me encontraba muy mal. Un día que estaba especialmente decaída, me cogí a la niña en el carrito y me puse a andar. Y aparecí en la iglesia de San Nicolás, adonde acompañaba siempre a mi abuela. Un cura me vio muy mal, se sentó conmigo y estuvimos charlando. Y me habló de un niño que estaba malito en La Fe, al que iba a cuidar porque estaba solo. Me invitó a que fuera a echarle a una mano, que me ayudaría a poner en orden mis cosas. Fue algo así como: «date un bañito de humildad». Me fui a La Fe pero no me dejaron acompañarle, que quién era yo, qué colectivo me avalaba. No dejaba de pensar en aquel niño, que estaba solo.

-¿De dónde le viene el compromiso social?

-Mis padres me tuvieron en COU, y mis abuelos me criabanmientras ellos continuaban estudiando, vivíamos todos juntos. Cuando mi hermana y yo ya fuimos mayores, ellos todavía jóvenes, decidieron acoger a un niño de Kosovo; al poco tiempo a un niño ciego, que sabían que nunca vería. Durante todos estos años yo lo había normalizado, y lo que pasa es que nos habían enseñado a tener empatía. ¿Quién me iba a decir dónde te metes? ¿Mis padres?

«El achuchón de mamá tiene el mismo efecto que el apiretal»

-¿Cómo ha crecido como persona en este tiempo?

-Como mamá en acción, yo creo que he madurado mucho porque la vida me ha enseñado que los problemas no son tantos, porque tú te vas camino de La Fe pensando en un problema con la familia o en el trabajo, pero vuelves a casa y abres la puerta de casa, salen tus hijos corriendo y dices: «estamos juntos, están sanos, el resto qué más da». También ellos se dan cuenta de que son afortunados, no por tener una play o una bici, sino unos papás que dan la vida por ellos, y que cuando ellos me dicen: «¿por qué no duermes en casa hoy?». Y les cuento que cuando están malitos, mamá duerme con ellos, y «si tienes miedo mamá te achucha». Les cuento que si mamá no va estará solito. Y entonces te piden que vayas. O le pintan un dibujo. Creo que todo eso contribuye a generar conciencia social.

-Supongo que ha tenido la oportunidad de conocer a mucha gente buena.

-Cruzas un turno de hospital con una persona que no conoces de nada y se convierte en alguien importante para ti, porque lo que podéis hablar no lo entiende nadie más. Porque a lo mejor ese niño que cuidáis ha pasado mala noche, tenía miedo, dolor… Estamos unidos por algo muy grande, porque el achuchón de mamá tiene el mismo efecto que el apiretal, y no imagino nada peor que el estar solos en esos momentos.

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-¿Consigue dejar de pensar en su sufrimiento?

-Yo soy católica y pienso que no está en mi mano. Hemos perdido a dos niños, que han fallecido estando con nosotras. Porque mi miedo es que los niños sufran y los voluntarios también. Hay algunos que creen en la energía positiva; hay quien escribe sus sentimientos en un papel y lo cierra. Si alguien no logra desconectar, si sufre demasiado, le decimos que no vuelva. Y no pasa nada.

-¿Le llega el tiempo?

-Me llega el tiempo porque mi marido me ayuda muchísimo con todo. No sé cómo lo haría sin él. Se da cuenta de que cuándo estoy al límite, me cubre. Y me quita mucha culpa. Intento cuidar mucho de mis hijos porque de otra forma me sentiría muy culpable, por abandonar a los míos por otros niños.

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-¿Se siente agradecida?

-¡Por supuesto! ¿Sabe cómo es esta gente tan maravillosa que me rodea? Si tuviera una empresa y millones de euros las fichaba a todas, yo tendría que vivir mil vidas para pagarles esto.

Un sueño por cumplir

  • No más niños solos. Se emociona cuando dice que su sueño sería que no hubiera niños que estuvieran solos. «Porque a veces pienso, es que si me dan un millón de euros no lo quiero, porque no me arregla, no puedo sacar a los niños del hospital». La llaman de otras ciudades, que tienen muchos niños solos, «y yo me muero, porque sé qué significa eso, lo he vivido»; y se siente muy impotente.

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