Rosa Frasquet habla rápido y sin pausa, con un entusiasmo que contagia, ya sea contando cómo es su profesión de periodista o relatando las experiencias que ha vivido en su etapa como modelo, donde empezó con trece años. Hay que irse hasta su Gandia natal ... para encontrar ese primer contacto con la cámara. Fue Víctor Cucart, un fotógrafo que trabaja para revistas de moda y del corazón, quien le hizo las primeras fotos y le dijo que tenía mucho potencial.
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Comenzó como modelo y con diecisiete años decide tomarse un año sabático. Quería viajar, conocer mundo, antes de tomar la decisión de qué haría con su vida, qué carrera elegir. Italia, Alemania, Grecia, China, Japón, Sudáfrica... «Aprendí a ser una mujer muy pronto, viajé sola, viví muchas experiencias que me han enriquecido a nivel personal... Mi padre me dice que llevo la mochila muy llena», explica esta joven, que triunfó con su desparpajo durante las retransmisiones del Benidorm Fest que cubrió para Televisión Española, la cadena que lo organizaba.
Benidorm Fest fue una de sus últimas experiencias en la televisión, donde llegó a hacer retransmisiones en directo en valenciano para el canal territorial de TVE. Rosa Frasquet se ha hecho un hueco después de años de preparación, también como modelo en medio mundo. La cámara la ama.
Pero, ¿cómo llegó a la televisión? Rosa Frasquet decidió con 25 años que quería volver. Que buscaba tener una estabilidad, sobre todo porque se pasaba todo el tiempo viajando, con contratos temporales que la llevaban de aquí para allá. «Gané muchísimo dinero, pero yo necesitaba volver a España y establecerme en un lugar». Fue la época en que estuvo en China, quizás, la más complicada a nivel personal, precisamente por esas diferencias culturales. «Echaba de menos el tipo de gente, la cercanía, el idioma, la comida... soy muy cocinera, y me encanta preparar arroces, tortilla de patatas, puchero, pero al no tener los mismos productos nada sabía igual», cuenta, desde Madrid, en una entrevista por teléfono y sin mirar el reloj.
También extrañaba las playas, esa arena fina e infinita de su Gandia natal, aunque cuando volvió se instaló en Madrid, donde venía ya decidida a estudiar Periodismo. «Llegué a la facultad ya con veinticinco años, segura de lo que quería. Así que yo me ponía en primera fila y mis compañeros debían de pensar que yo era un poco friki». Es verdad que la gran dificultad que tuvo Rosa es que compaginó durante los años de facultad trabajo y estudios. «Madrid es muy cara y tenía que pagar el alquiler, los primeros años en una universidad privada y vivir». Ella tenía claro cuál era su sueño: presentar informativos. Pero para lograrlo tenía que entrar a trabajar en una cadena de televisión, y «no es fácil. Tenía que hacer alguno de los másters que ellos mismos ofertan».
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Se presentó al de Televisión Española. Era el otro sueño, la cadena pública. «El primer año no me cogieron y al principio me hundí, pero mi pareja me decía que cuando caes hay que saber levantarse, así que aproveché para hacer un curso de radio, otro de locución, de Antena Tres, la Sexta... Quería estar delante de una cámara y me di el tiempo necesario para lograrlo. Mi padre, que es abogado, me decía que estudiara Derecho, pero nunca me llamó la atención». Al siguiente año consiguió entrar en el máster de TVE. Y después llegaron los contratos, primero en los informativos de Cuatro, al poco tiempo regreso a Televisión Española, donde presentó un programa en el canal Internacional. Llegó a Corazón, donde sustituyó un verano a Anne Igartiburu, luego a España Directo, para recalar finalmente en el canal 24 horas, donde cubre eventos culturales y realiza entrevistas. «Mis sueños han ido cambiando con el tiempo, y ahora estoy disfrutando tanto de lo que hago que tengo metas más cercanas».
¿No echa de menos la época de modelo? «Nunca soñé con ser top model y sí tenía la necesidad de volver a casa». España como casa, un concepto que con el tiempo ha tenido muy claro. Podría haber seguido en el mundo de la moda, y de hecho en aquellos años de facultad fue su sustento económico. «Después me han propuesto campañas, anuncios, pero ya no me interesa», y explica que por suerte la situación de los modelos ha cambiado, que tiene amigos que siguen viviendo del mundo de la moda con cuarenta años. Ella, que tiene 38, continúa mostrando un entusiasmo por la cámara y por transmitir que no le pesan los madrugones; al contrario, le encanta «improvisar, descubrir las cosas que pasan y tener el privilegio de que la gente lo viva a través de mí».
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¿Vuelve a Gandia? Para ella, Gandia «es casa, es paz, es calidez", donde vuelve a convertirse "en aquella niña que se deja mimar con los platos de mi madre», donde disfruta de su sobrino, de la familia, donde recarga pilas para volver delante de la cámara. Allí se transforma, con ese desparpajo que la caracteriza y esa imagen única, con su pelo corto, una cara aniñada y la sonrisa siempre puesta de quien ha elegido el camino que quería. Aunque no haya sido fácil.
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