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María José Carchano
Miércoles, 20 de septiembre 2017
Tiene sesenta años y acaba de abrir una tienda. No es casualidad que se llame Valentia. Como su nombre, como el de la ciudad que tanto le inspira y que le ha visto crecer como persona y como diseñador desde que, todavía menor de edad, comenzó en el mundo de la moda con Francis Montesinos. Aún había represión en aquellos años setenta donde todo estaba por hacer, testigo privilegiado de un despertar del que no siente nostalgia. Más de cuarenta años después, Valentín Herráiz sigue muy vivo en un mundo tan cruel que se ha llevado por delante a muchos de los suyos. Él continúa creyendo en Valencia. «Aquí hay mucho talento y de aquí saco toda mi inspiración».
-Ha iniciado un nuevo proyecto ya a una edad en la que muchos están pensando en la jubilacion. ¿Es difícil volver a empezar? ¿Da vértigo?
-La vida es así y para mí la moda lo es todo. Nunca he dejado de trabajar y espero no parar hasta el día en que me muera, aunque no creo que yo sea un caso raro; hay muchos colegas que lo han hecho, como Balenciaga o Pertegaz. Todo gira alrededor de mi trabajo, tanto que la vida profesional y la personal se mezclan. Disfruto con lo que hago y se me pasa el tiempo volando. Ahora además estoy haciendo lo que me gusta, como director de arte de un proyecto muy personal.
-Ya no lo hace solo.
-Toda mi vida he tenido una gran independencia y mucha libertad, lo que me ha permitido hacer y deshacer a mi antojo. Pero ahora hay una sociedad que cree en mí y estoy encantado porque por fin ha llegado ese punto en el que puedo despreocuparme por completo de la empresa. En ese aspecto sí me he jubilado.
-Para muchos creativos, lo más difícil es ser a la vez empresario.
-Es imposible. Son dos razas distintas de personas. No existe el creativo, el diseñador, que a la vez sea un buen empresario. Es más, todos mis colegas que han conseguido triunfar en su profesión lo han hecho gracias a que tenían a su lado a un gran gestor.
-Es que no debe de ser muy compatible dejar volar la imaginación para crear y, al mismo tiempo, estar pendiente de los balances o del IVA.
-Sé cómo se hace porque me ha tocado aprender, pero es como esas materias que nunca te entran y que, por más que estudies, siempre suspendes.
-Empezó muy joven, con Francis Montesinos, hace ya muchos años. ¿Recuerda aquellos inicios con cariño?
-Sí, porque fue todo un boom. Tenga en cuenta que no había nada ni en Valencia ni en España e incluso venía gente de fuera para conocernos, personas que se interesaban por nuestro trabajo.
-A pesar de que su relación profesional y personal acabó más tarde.
-Creces y cada uno siguió un camino distinto. Le tengo cariño porque compartimos momentos muy importantes pero yo no tengo ya nada que ver con Francis, mi vida ha cogido otra dirección.
-Empezó muy joven, y sin estudiar se metió en el mundo de la moda.
-Es que yo de pequeño ya hacía trajes a las muñecas, o vestidos de papel a mi hermana y sus amigas. Tenía dieciséis años cuando comencé con Montesinos y rápidamente me metí dentro de la industria.
-¿Encontró oposición por parte de la familia?
-Mis padres me dejaron sin estar de acuerdo, porque abandonar los estudios y ponerte a trabajar… Para mí fue una gran experiencia y una gran escuela. Me acuerdo de que una vez vino la directora del ‘Daily Telegraph’ de Londres y, al ver mis dibujos, me dijo que me fuera al Saint Martin -considerada una de las mejores escuelas de moda del mundo-. Yo le contesté: «¿Para qué voy a ir a estudiar si ya estoy involucrado de lleno en la industria?»
-Como ha dicho antes, en los años setenta todo estaba por hacer. Usted formó parte de esos inicios.
-He vivido una época maravillosa en la que he visto arrancar todo: Ibiza, Tarifa, Miami, California, Bali… Los grandes eventos de moda, festivales, conciertos… He estado en fiestas con Bianca y Mick Jagger o David Bowie, en Estudio 54 de Nueva York con Andy Warhol o Liza Minelli, donde solamente entraban sin hacer esas colas larguísimas los clientes VIP, entre ellos yo. He vivido mucho y han pasado muchas cosas en mi vida, aunque en aquel momento no era consciente de su importancia. Ahora lo pienso y parece que las haya leído en un libro.
-¿Nunca le ha apetecido escribir sus memorias?
-A veces pienso: «No estaría mal ordenarlo un poco todo». Tengo muchas cosas escritas, sobre mis experiencias, mis vivencias, sobre la moda. Pero de momento me las guardo.
-¿Incomodaría a alguien si las publicara?
-Estoy seguro de que le ocurriría a más de uno, pero no me importaría, porque ya no me afectan esas cosas.
-¿En qué momento se da cuenta de que ya no le importa lo que piensen los demás?
-Con la edad. No me gusta hacer daño a nadie pero si alguien no está de acuerdo, ¿qué vas a hacer? No puedes cambiar las cosas que han sucedido.
-¿No se ha arrepentido nunca de nada?
-Nunca, porque todas las experiencias y las vivencias te enseñan una gran lección. Aunque no te gusten, siempre sacas algo positivo.
-Hablaba de Nueva York, de Londres, Bali, Miami... Debía de quedarle muy lejos el pueblecito donde nació.
-Sí, es cierto que nací en un pueblo de Cuenca porque allí estaba la casa de mis abuelos, pero siempre he vivido en Valencia y en ese sentido me siento muy valenciano. Todos mis recuerdos me evocan el colegio, mis amigos, mi niñez en la ciudad... Fui al cabo de los años al pueblo pero allí no quedaba nada, había desaparecido el molino que tenía mi abuelo, no quedaba ni una piedra en pie. Ni siquiera estaba el río. Sólo fotos.
-¿Se ha sentido a gusto en Valencia? ¿Nunca pensó en marcharse definitivamente a alguno de esos lugares donde sucedía todo?
-A mí Valencia siempre me ha gustado por muchos motivos, por el clima, porque aquí está mi gente, porque la riqueza se encuentra muy bien repartida… Pero nunca he descartado nada, porque jamás he tenido un plan de vida. Y me han surgido oportunidades de irme a Nueva York o a Los Ángeles, aunque pasaron cosas. No quise empezar una nueva vida lejos de gente a la que yo quería y que en aquel momento tenía problemas.
-Los afectos mueven a la gente, al final.
-Además, es que yo cuando tomo una decisión no hago marcha atrás. Ya está tomada. Nunca me he planteado qué hubiera sido de mi vida en el caso de que me hubiera marchado a Estados Unidos. Recuerdo que fue Lucía Bosé, muy amiga mía, quien me propuso trabajar con Óscar de la Renta, al que me había presentado un día en su casa de Somosaguas. Le dije que a mí no me gustaba lo que hacía, e intentó convencerme, que así mejor porque haría cosas distintas. De la Renta quería mucho a España, incluso trabajó con Balenciaga.
-Pues debe de ser difícil no mirar atrás en esos términos.
-Mirar al pasado trae depresión, hacerlo hacia el futuro ansiedad. Lo único importante es tu presente, disfrutar con lo que haces, porque al final los cambios te llegan igual, en Valencia o en Nueva York. Además, es que para mí lo importante son las personas, el amor, ese que cuanto más das más recibes.
-¿De ese tiene?
-Sí. Y es recíproco.
-¿Se siente feliz en ese sentido?
-Sí.
-¿Le ha importado la estabilidad en el terreno afectivo?
-Sí. Siempre he tenido ese amor que te da la chispa con la que todo te brilla y que te permite ver la vida de otra manera.
-¿Qué le tiene que dar esa persona?
-Es que yo creo que no hay que esperar nada ni querer cambiar a nadie. Eso es una equivocación. Tienes que querer y aceptar a las personas tal como son y de esa forma te enseñan muchas cosas.
-¿De quién ha aprendido más?
-De los grandes pensadores y de la obra de los más importantes diseñadores.
-¿Nunca ha flaqueado en su vocación, en cuestionarse si la siguiente colección iba a estar a la altura?
-Nunca he dudado. Pero es que yo he sido diseñador de moda, director de arte, he hecho vajillas, azulejos… Me ha gustado siempre involucrarme en cosas diferentes, porque no es cierto que esté todo inventado.
-Hay que estar muy seguro de sí mismo para pensar que lo que uno hace, diferente, va a gustar.
-Sobre todo si te buscan y te pagan. Siempre he sido muy inquieto. Creé el premio de la aguja brillante, la revista Oxxo, revitalicé el gremio de artesanos... No he parado.
-También ha viajado mucho.
-Ahora lo hago menos porque me da más pereza. El avión, el hotel, el estrés de los viajes. De hecho, cuando me voy no lo programo. Sí visito mucho Berlín, Milán, París o Nueva York, pero eso no son viajes, son escapadas de ida y vuelta, de trabajo, a las que al final saco mucho partido.
-¿Ha disfrutado del verano en ese sentido?
-No me gustan las multitudes y tradicionalmente en verano trabajo. Me espanta cómo están todos los sitios, lo mal que te tratan. Y me gusta mucho Valencia en el mes de agosto. Fuera de temporada sí me atrae perderme por playas desiertas.
-¿Cree que ha llegado a una madurez tranquila?
-Es que ya tengo sesenta años y yo ahora lo que no hago es matarme. Estoy muy feliz porque llevo un ritmo muy personal, quiero desviarme de lo común, de lo típico.
-¿Cómo son sus momentos de relax?
-Me encanta dibujar, leer, escribir con pluma. También comer bien, cada día más, aunque no sé cocinar. Eso sí, me gusta ir a comprar, hablar con los amigos, aunque evito temas como el deporte, la política y la religión, porque ahí puede haber encontronazos.
-¿Se considera una persona pacífica?
-Agresivamente pacífica y tolerante.
-¿Y satisfecho con su vida?
-Mucho, porque la vida es una experiencia maravillosa, de aprendizaje, hasta el día en que nos morimos. Mire lo que estoy haciendo ahora: mi inspiración siempre ha sido Valencia y el Mediterráneo, llevados a la realidad de una manera como nadie lo ha hecho, y este proyecto, Valentia, es precisamente el resultado de ese sueño, por fin cristalizado.
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