![Benicàssim | Quién veranea en las Villas de Benicàssim, historia y lujo en primera línea de playa](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202207/31/media/cortadas/1450074357-R3m9ZlKoBo7QQDKO92fsBTN-1968x1216@Las%20Provincias.jpg)
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Hace tiempo, cuando la gente de pasta tenía pasta de verdad, se hacían casas como Dios manda. El abuelo llegaba al sitio de turno, compraba 5.000 metros de terreno, y se hacía un casoplón con torreta, techos de cinco metros y quince habitaciones. Uno de los sitios elegidos para esas villas fue Benicassim. Era finales del siglo XIX y principios del XX con el boom de la exportación de la naranja. El mantenimiento de la casa no le preocupaba a nadie, porque el abuelo tenía dinero para dar y repartir. De esas villas aún quedan algunas que se han ido heredando de padres a hijos. Quizás no con el esplendor de aquellos años en el que el abuela tenía tres chicas de servicio y el abuelo tres jardineros, pero ahí aguantan, para orgullo de sus propietarios.
En las Villas de Benicássim veranean tres generaciones de las familias Aliño Alfaro, Pons Stuyck, Pascual de Miguel, Ríos Capapé, Blanco Coll, García Comín, Tamarit Mora, Forcada Tamarit, Bordils Ramón, Ballester Martinavarro, García del Moral, Sánchez de León, Cesar Gil, Gimeno Calabuig, Miralles Girona, Olavarrieta Jurado, Fabra, Barral Navarro, Colonques Soriano, Vilar Sancho, Burriel, Santacruz, Roca, Bacharach, Bau, Ramón Benedito o Trillo Figueroa. «Muchas siguen perteneciendo a las mismas familias -explica Delia Barral-, otras las compró el Ayuntamiento, como Villa Elisa, o se vendieron para construir apartamentos donde también veranean familias de toda la vida, como en Villa Margarita».
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Mati Guerrero pasa los veranos en una de esas villas. «Mi madre es de Castellón y mis bisabuelos compraron esa casa, que se construyó en 1920, y estamos allí seis generaciones. Se llama Villa Bienvenida, el nombre de mi madre, abuela y bisabuela. La casa era de una planta, pero mi abuelo levantó una más para que tuviésemos casa las tres hermanas». Mati no cambia Benicàssim por otros destinos más cosmopolitas. Aquí se relaja, desconecta y encuentra sus raíces. «Hace unos días me reencontré con amigos de mi pandilla y me dijeron: gracias a vosotros que habéis mantenido vuestras casas hemos recuperado nuestro pasado».
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