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ELENA MELÉNDEZ
Lunes, 11 de marzo 2019, 17:26
Es posiblemente una de las cosas más gratificantes que me han pasado en la vida», describe Jose Jaraiz sobre su experiencia solidaria en una escuela de Iten, en Kenia, entregando libros y material deportivo. La historia de cómo este ingeniero industrial, consejero delegado de la empresa Tecmo, llega hasta Kenia comienza hace ocho años. Un buen día decide empezar a correr y prepararse para su primer maratón. Al concluirlo, tiene la certeza de que el running es lo suyo y ya no lo deja. Al tiempo, contacta con Raquel Landín, entrenadora del equipo de corredores The Kenyan Urban Way, y empieza a prepararse con ella. «Raquel llevaba años organizando un par de viajes anuales para entrenar con los atletas allí y a la vez aprovechar para llevarles ropa, material escolar y deportivo y el dinero que conseguía recaudar», explica Jose.
El año pasado, en Semana Santa, Jose decidió acompañarla junto a un grupo de corredores. Llegó solo a Nairobi de madrugada y esperó hasta las siete para tomar otro avión que le llevó hasta Eldoret. Allí le recogieron y le trasladaron hasta Iten, la pequeña aldea que está considerada como la cuna donde se forman los mejores atletas del planeta. «Tiene que ver con sus condiciones genéticas, el nivel de altitud y la pobreza extrema en la que viven. Todos intentan salir de la pobreza corriendo, empiezan a hacerlo a los cinco o seis años». Nada más llegar a Iten llevaron a Jose a correr diez kilómetros con el fin de aclimatarse. Tras ello fueron a un colegio para repartir libretas, bolígrafos, ropa y material deportivo entre los niños. Una vivencia que le marcó. «Ven todo el material y, aunque no tienen nada y están deseando cogerlo, nadie se acerca. Se esperan a que tú se lo entregues y lo reciben con una ilusión increíble. Es gente muy amable, agradecida y hospitalaria».
Al día siguiente se sumó a la dinámica pautada en Iten. A las seis de la mañana empezaron a correr como calentamiento. Vio cómo todos iban saliendo de sus casas y se lanzaban a los caminos de tierra, muchos de ellos desprovistos de zapatillas. Al acabar volvían para desayunar y, a media mañana, corrían de nuevo, esta vez para llevar a cabo el entrenamiento. También pudo participar en el 'fartlek', una prueba semanal de la que todos forman parte.
Jose llevó muchas cosas a Kenia para repartir entre los niños de una escuela de Iten, y se trajo una forma de entender la vida
Subidos en un 'matatu', que son camionetas que van cargadas hasta arriba de personas, fueron algunos días a Eldoret, donde pudieron degustar 'ugali', una masa de maíz que ellos comen a diario, y 'chapati', tortitas que acompañan de fruta, verdura y carne.
La aventura africana de Jose tuvo su continuidad en Valencia cuando, tras conocer en Iten a James, un masajista que se gana la vida tratando a los corredores, decidieron tramitar el viaje para que pudiera correr la maratón aquí. «Fue una experiencia muy bonita, tanto para él como para nosotros. Estuvo diez días en Valencia y se fue con ganas de volver. Vamos a intentar traerlo de nuevo».
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