ELENA MELÉNDEZ
Domingo, 25 de noviembre 2018, 00:27
Silvia Mercé es una apasionada del sudeste asiático, donde ya ha viajado en algunas ocasiones. El pasado verano decidió hacerlo en compañía de sus dos hijos, Alejandro, de quince años y Nacho, de catorce. La idea era vivir en plena naturaleza viendo orangutanes en su hábitat y luego pasar unos días cerca del mar para hacer snorkel.
Publicidad
A finales de julio viajaron hasta Yakarta donde, tras hacer noche, tomaron un avión rumbo a Pangkalan Bun. De allí se trasladaron hasta Kumai donde embarcaron en un 'klotok', una especie de casa flotante o barco de río tradicional de madera desde cuya parte superior es posible apreciar la selva tropical. Equipada con un pequeño cuarto de baño y una cocina, aquella embarcación se convirtió en el alojamiento familiar.
Durante tres días navegaron por el río acompañados de un guía y un cocinero y se fueron deteniendo en las distintas estaciones donde cuidan de una especie que está en peligro de extinción. «La experiencia de ver a los orangutanes en libertad es preciosa. Dormíamos en la cubierta del barco protegidos por mosquiteras. Al caer la noche el cielo se llenaba de estrellas y pudimos apreciar los fascinantes sonidos de la selva», explica la artista plástica y profesora de Bellas Artes. Una de las tardes dieron un paseo por la selva de Borneo donde pudieron ver macacos, monos narigudos y cocodrilos. Una verdadera maravilla que hasta ese momento sólo habían podía ver en los documentales de televisión.
Casas Tongkonan con forma de proa y popa de barco invertida, bambú y madera tallada
Tras dejar el barco viajaron hasta Tana Toraja y, por el camino, pudieron conocer los pueblos típicos 'bugis' que habitan todo el sur de la isla. Hicieron una parada para comer en la playa de Kupa, donde disfrutaron del paisaje tropical y continuaron su ruta hasta el anochecer, cuando llegaron hasta el pueblo de los Toraja, localizados en el centro de Sulawesi. «Se trata de una cultura ancestral en la que le dan mucha importancia a los enterramientos, se mezcla el cristianismo, el animismo y la religión musulmana. Celebran los funerales a lo grande, le dan más importancia que a las bodas y ahorran durante años para ello». Allí les llamó mucho la atención las casas 'tongkonan', unas construcciones tradicionales únicas de bambú con forma de proa y popa de barco. También visitaron Lemo, donde pudieron ver las tumbas en los acantilados y Ketekesu, el pueblo tradicional de los Toraja.
La tercera etapa del viaje la pasaron en Bunaken, una isla espectacular en cuanto a fauna y flora submarina que se ha convertido en paraíso para buceadores. «Empiezas a andar y caminas sobre un fango lleno de estrellas de mar, en algunas zonas tienes que ir nadando. Nos instalamos en un hotel en el que las habitaciones son pequeñas cabañas y desde allí nos llevaban en barco hasta los arrecifes donde ves tortugas y peces increíbles», asegura.La isla les pareció muy bonita y salvaje. Por las mañanas iban a bucear, a mediodía se juntaban para comer con el resto de huéspedes del hotel en un agradable comedor al aire libre donde servían arroz, pollo y pescado frito, sandía y plátano. Por las tardes iban a pasear y algunas noches acudían a un garito en el que tocaban música en directo. «Mis padres me inculcaron el valor que tiene viajar en familia. Nos llevaban con ellos siempre que podían. Yo hago los mismo con mis hijos, creo que viajar les abre la mente. Hacerlo a países con culturas muy diferentes a la nuestra es un aprendizaje de vida increíble», asegura esta profesora de Bellas Artes.
Publicidad
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.