La experta en fondos de inversión se marchó a Chile con su entonces marido y ha creado una familia con tres hijos, aunque sueña con volver a España en un futuro
Mónica Reyero se instaló en Santiago de Chile en 2008 cuando, a causa de la crisis económica, su entonces marido decidió aceptar allí una oferta de trabajo con mucha proyección en el sector de las finanzas. Junto a él ya había vivido en Nueva York y en Canadá. «Nos pareció que Chile, dentro de Latinoamérica, era uno de los países más seguros y un buen sitio para formar una familia. Cuando llegamos allí me recordó a España hace treinta años; culturalmente la gente es más conservadora, es una ciudad más tranquila, donde se hacen planes más caseros», explica Mónica.
Al principio vivieron un periodo de adaptación hasta acostumbrarse a la forma de vida de allí. Pese a la fama de extrovertidos de los latinoamericanos, Mónica encontró el carácter de los chilenos más sobrio y tranquilo comparado con su experiencia en Argentina o Colombia. Poco a poco se fue acostumbrando a las dimensiones de la ciudad, a su ocio y un esquema social donde prácticamente no existe la clase media y los pobres son muy pobres y los ricos, muy ricos. «Cuando llegamos era más barato vivir allí, pero ahora ha subido todo y el día a día resulta más caro que en España; sobretodo lo noto a la hora de hacer la compra. También se ha vuelto políticamente más inestable».
Fue en Chile donde nacieron sus hijas Oliva e Isla y donde continuó su carrera como experta en fondos de inversión integrada en Azimut, una gestora italiana. Allí también conoció a Ignacio, otro expatriado español procedente de Tarragona con el que tuvo a su hijo Marlon. «Tengo un grupo de WhatsApp que formamos unas 150 españolas; de vez en cuando nos vemos, aunque por mis horarios es difícil, ya que muchas no trabajan. Poco a poco se van yendo debido a la inestabilidad, todo el mundo tiende a volver a su país de origen».
Mónica Reyero, con compañeros de trabajo.
Para Mónica, lo mejor de vivir en Chile es la experiencia de estar en otro continente donde tiene fácil acceso a conocer sitios diferentes como Brasil, Argentina, México, Uruguay o Perú. Dentro de Chile también ha descubierto lugares fascinantes y muy dispares. «Al norte está el desierto de Atacama, en el sur la Patagonia chilena. Allí hay un parque nacional que se llama Torres del Paine donde puedes disfrutar de una naturaleza brutal. Tienes los Andes a una hora si quieres esquiar, puede hacer trekking al lado de la ciudad; se hace mucha vida al aire libre», afirma esta amante del deporte, que practica con asiduidad tenis y ciclismo.
Sus zonas favoritas de Santiago son el barrio de Lastarria, que a sus ojos sería como el Carmen de aquí, con un punto bohemio, pequeños cafés y galerías de arte. También le gusta pasar tiempo en Vitacura, una zona residencial con muchos parques y restaurantes con encanto perfecta para familias con niños pequeños.
Lo que más echa de menos de Valencia es el carácter de la gente y el tamaño, donde todo le parece que está cerca y le resulta sencillo. «España es en general muy cosmopolita, tienes acceso a prácticamente todo lo que quieras. Chile, por su localización geográfica, no lo tiene, o si te llega es muy caro. Conforme los niños vayan creciendo quiero estar más vinculada a Europa y en un futuro, cuando podamos, volver a España».
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