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Pediré a los lectores que por favor no hagan caso a las recomendaciones de aquellos amigos o conocidos que les cuenten que Nápoles puede ser ... peligroso, o sucio o en extremo caótico. Trataré de ser concisa porque tengo poco espacio y mucho que contar. Visité la ciudad italiana de viernes a mediodía hasta domingo tarde, lo mínimo para una primera cita intensa que, inevitablemente, te deja con ganas de más. Nos alojamos en el barrio de Lungomare, el paseo marítimo que discurre a lo largo de la costa adriática con unas vistas salvajes al mar azul intenso. Pasamos por el Castello Svevo, una imponente fortaleza medieval que recoge la historia de la región. De allí pusimos rumbo a Rione Sanitá, el corazón de la ciudad plagado de callejuelas con encanto y motorinos que se cruzan, reconocible por los primerizos por la ropa tendida en los balcones de las casas. A través de un caos delicioso llegamos a Concettina ai Tre Santi, donde probamos la que dicen que es una de las mejores pizzas de la ciudad.
Al día siguiente transitamos por vía Toledo, una de las principales calles comerciales de la ciudad plagada de comercios locales y puestos de comida. Descendimos a su emblemática estación, que está considerada como la más bonita del mundo, decorada con mosaicos e iluminada por una claraboya. Esa tarde cogimos el funicular para llegar hasta Vomero, el barrio ubicado en una colina que alberga una de las zonas residenciales más ricas de la ciudad. Y de allí a cenar el plato estrella del restaurante Terraza Calabritto, la granseola, unos spaghetti con tomate y centollo que te sirven en la cascara del crustáceo y cuyo sabor se quedará en tu memoria. Si después de la cena en Terrazza Calabritto aún quedan ganas de un buen cóctel tengo una recomendación imprescindible situada a sólo unos pasos del restaurante. Una puerta de madera con mirilla que solo te abren con reserva, música escogida y cócteles de nivel componen el ambiente de L'Antiquario. Recomiendo pedir Un Grande Limone. Además también tienen una carta de comida con aperitivos típicos napolitanos. Alrededor de su barra se dan cita artistas y creadores locales, turistas con pinta de mundo y toda clase de personajes que conforman un ambiente estimulante.
La mañana del domingo la pasamos en Posillipo, el barrio montañoso y elegante plagado de imponentes casas de estilo clásico que penden sobre el mar ofreciendo una estampa tan espectacular que corta la reputación. Allí tomamos el clásico aperitivo compuesto por Aperol Spritz y un arancini relleno de tomate y mozzarella. Dos horas después decíamos 'ciao' a una ciudad tan bella que duele al dejarla. El consuelo es volver.
Diego Armando Maradona pasó por el Nápoli y cambió para siempre la historia del fútbol en Italia, ya que consiguió los primeros trofeos del equipo y a la vez que los ciudadanos del sur de Italia recuperaran el orgullo frente al norte. El jugador empatizó con los chicos pobres napolitanos en los que vio reflejada su propia infancia y el futbolista es todavía un fenómeno cultural.
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