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Mayrén Beneyto cuenta una divertida anécdota que refleja los cambios de la Valencia que vive junto al río. El exalcalde «Ricard Pérez Casado me mandó unas flores y yo le contesté que no hacía falta, que ya me había puesto un jardín maravilloso ... en casa». La gran dama de la sociedad valenciana tiene todavía muy grabada en su retina una imagen muy distinta de la que ve cada día cuando se asoma al ventanal de su casa de la calle Serrano Morales, y que construyó su abuelo Valeriano Jiménez de la Iglesia en 1957. ¿Les suena la fecha? El año de la riada Mayrén era todavía una niña que vio bajar enfurecido un río que no tenía nada que ver con el cauce que ella conocía, y que «arrastraba animales muertos...»
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Hay tantas miradas hacia el río como vecinos tienen el privilegio de asomarse al levantarse por las mañanas, aunque la mayoría tengan, además de las vistas del cauce, el denso tráfico que discurre en paralelo. Quizás por ello el río sea todavía más democrático, porque adentrarse en él supone dejar en otro plano las molestias de la ciudad.
Para Miguel Bandrés, la tranquilidad y la belleza que le ofrecen las vistas al río que aprecia desde su casa en el Paseo de la Pechina eleva su calidad de vida. Su infancia la pasó en Eduardo Boscá, cerca de un cauce entonces pegado a la huerta, con un aspecto muy diferente al de ahora, donde bajaban a jugar cada tarde. Dedicado a la intermediación inmobiliaria desde hace años, ha visto como en los últimos tiempos se ha disparado la demanda de clientes, muchos de ellos extranjeros, que buscan viviendas con vistas al Turia.
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María Àngels Ramon-Llin también vive frente a los primeros tramos de un cauce que ella aprendió a valorar, y es curioso, fuera de Valencia. Como concejal de Medio Ambiente acudió a congresos y encuentros en diferentes ciudades europeas donde «se quedaban asombrados de que Valencia tuviera un pulmón verde como el jardín del Turia». Ahora la exconcejala sale muy a menudo a pasearlo hacia el parque de Cabecera en una rutina que ya le resultaría difícil de dejar de lado. «Con el tiempo los valencianos lo hemos ido valorando cada vez más», admite. Y prueba de ello es quizás el testimonio del abogado Nacho Carrau, que vive desde hace años cerca de las Torres de Serrano, y que tiene una historia familiar vinculada al río que no mucha gente sabe.
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Su padre, Ignacio Carrau, fue el último presidente de la Diputación de Valencia en la etapa franquista, y fue quien llevó ante el Ministerio de Obras Públicas la propuesta ciudadana de construir unos jardines en vez de la autopista que se había proyectado desde Madrid. «Hizo lo que tenía que hacer», dice su hijo, y cuenta cómo quince días antes de morir todavía fue en silla de ruedas a ver la maratón al río. «Fue un amante de la naturaleza».
Pero el abogado recuerda que vivir junto al cauce del río no fue siempre un privilegio, sobre todo en algunas zonas, como en la parte recayente al barrio del Carmen. La calle Padre Huérfanos era una salida de los camellos hacia el río, por donde escapaban de la policía, y según en qué zonas se volvía peligroso cuando se hacía de noche.
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Mayrén Beneyto cuenta cómo en ocasiones «me han pedido los balcones para gente muy vip, como ministros o presidentes de otros países que no querían asistir a los fuegos con mucho público. Mi casa ha sido un lugar secreto».
Para Mayrén Beneyto, el río es sinónimo de vida y lugar de encuentro: los conciertos de la banda municipal, las exposiciones, los castillos de fuegos artificiales, su 'Central Park' por donde pasea a diario, y donde deleitarse con la belleza de este espacio único. «Alejandro Escribano vino a casa para contarme el proyecto de Bofill y me quedé impresionada. Años más tarde, la construcción del puente de las Flores fue un acierto, era el sueño de Rita Barberá«. Mayrén recibe cada año en su casa grupos de amigos para disfrutar juntos de la Nit del Foc con unas vistas privilegiadas.
El arquitecto Miguel del Rey se instaló hace treinta años junto al río cuando el proyecto que hoy conocemos era muy incipiente y los árboles estaban recién plantados. En su opinión, el río ha supuesto un cambio excepcional que otorga a la ciudad una estructuración a lo largo de una línea verde que la atraviesa. «No se podría entender la ciudad de Valencia sin este jardín que está considerado como uno de los parques lineales más interesantes de España». Su mirada de arquitecto y sus gustos personales se entremezclan también y cree que el tramo de la Alameda y los Viveros es uno de los lugares más atractivos de la ciudad«.
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El abogado Nacho Carrau recuerda que debe de andar dormido en algún cajón de algún despacho un proyecto que suponía peatonalizar el entorno de las Torres de Serrano alargando el túnel que comienza en la Petxina para que el tráfico rodado no tuviera que discurrir por delante de esta histórica construcción. La zona de Blanquerías y la calle Conde de Trénor «se hubieran convertido en una zona que uniría el centro histórico de la ciudad con el río», cuenta el abogado, que entiende las dificultades de un proyecto que discurriría en una zona donde se ubicaban las murallas que protegían la ciudad, derribadas en el siglo XIX. Otros tramos cercanos al cauce del río han mejorado mucho su permeabilidad en los accesos peatonales a los jardines, aunque la curva que dibuja el río a su paso por Valencia ha servido desde hace muchas décadas como ronda de circulación paralela. Eso sí, a otra altura distinta, lo que permite aislar las zonas verdes del bullicio propio de la ciudad, una ventaja en la que probablemente no pensaron en el momento de proyectar los jardines del Turia.
Miguel se considera un gran paseador por diferentes lugares de la ciudad y, también, por el cauce, donde tiene una olmeda favorita más allá de las Torres de Serrano que se ha apropiado. Le gusta la zona de Botánico Cavanilles y Jaime Roig, también la de Ricardo Bofill junto al Palau. «En cambio, toda la parte nueva de la Ciudad de las Artes y las Ciencias me parece demasiado doméstica», explica el arquitecto.
Hace diez años, Lu Gorritz encontró la casa con vistas a la Ciudad de las Artes y las Ciencias en la que hoy pasa parte de su tiempo. No buscaba que estuviera cerca del río, pero cuando el propietario se la enseñó se enamoró al instante de las vistas y supo que quería vivir allí. «Esto es una zona cosmopolita donde hay muchos turistas, exposiciones, conciertos… cada semana ocurren cosas nuevas y hay mucha vida», explica el artista, que tiene una terraza que se ha convertido en el contexto ideal de cenas con amigos y encuentros familiares. «La transformación del río ha cambiado el carácter de la ciudad, la ha hecho más atractiva porque permite compatibilizar los servicios de una capital con la calidad de vida de una zona residencial; la sensación visual de no tener tropiezos visuales es un desahogo y un privilegio».
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M. Hortelano
María José Carchano
Marta Palacios
M. Hortelano
Ingeniero de formación y empresario de profesión, hace varias décadas empezó a pintar obras figurativas, una pasión que retomó al instalarse frente al río. «Mi arte se reactivó gracias a estas magníficas vistas. Surgió un estilo nuevo, algo más abstracto». Si el artista tuviera que escoger le color que le sugieren las vistas desde su casa, lo tiene claro: «me quedaría con la paleta de los azules porque para mí el río es sinónimo de libertad».
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