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MANUEL GARCÍA
MOIXENT.
Miércoles, 9 de enero 2019, 00:45
Interesarse por la cultura ibera y volver atrás en el tiempo puede convertirse en un ejercicio apasionante si se hace de la mano de alguien que transmite entusiasmo por su labor. Jaime Vives-Ferrándiz, conservador del Museo de Prehistoria de Valencia y director de las excavaciones, deja claro con una sola frase el valor del poblado ibero de la Bastida de les Alcusses, en Moixent: «Es el buque insignia del museo». Pero quien piense que ya se sabe todo de este poblado está bastante equivocado. Aún quedan dos terceras partes por descubrir.
Vives-Ferrándiz detalló que el principal aspecto que desean conocer se refiere a cómo era la vida cotidiana entre los siglos V y IV antes de Cristo, que es el periodo que abarca la ocupación de este poblado. ¿Cómo eran las relaciones sociales y familiares?, ¿cómo se constituían y organizaban los barrios?, ¿qué hay de las relaciones con el campo, la producción y el comercio? Ésta y muchas otras interrogantes, como la relación entre diversos poblados del entorno, a pocos kilómetros, apasionan a los arqueólogos. Y es así porque la metodología arqueológica, que examina los restos materiales de cualquier ocupación humana, permite abordar problemas históricos y sociales de relevancia actual. Además, las hipótesis pueden ir variando paulatinamente con nuevos descubrimientos que se produzcan en ésta u otras zonas.
El último hallazgo en el que se trabaja es el realizado el pasado verano cuando se encontraron tres segmentos de rueda de hierro. Los análisis que se van a realizar determinarán la madera o carbón adheridos al hierro. Una de las hipótesis es que esta rueda, que se colocó de manera voluntaria, es que pudiera ser parte de un enterramiento para «el viaje al más allá».
Al acercarse a la cultura ibera, uno de los puntos que más suele atraer es el de la escritura, cuyo secreto no se ha podido descifrar, a la espera del descubrimiento de una posible 'piedra Rosetta' que permita conocer el contenido de los mensajes. Jaime Vives-Ferrándiz, sin embargo, no cree que un hipotético hallazgo en este sentido fuera a provocar cambios sustanciales en lo que se conoce. En el caso de Moixent hay dos tipos de 'textos escritos': las láminas de plomo, que recogen inscripciones referidas a cuentas personales o movimientos de productos, y signos en cerámica, que son muy breves con apenas pocas letras o palabras que podrían ser marcas de propiedad de esos recipientes.
El año 2018 ha servido para conmemorar el 90 aniversario del inicio de la primera campaña de excavaciones que tuvo lugar en 1928. La prensa de la época hablaba, en términos encomiásticos y en grandes titulares, de «la nueva Pompeya» debido a la riqueza de hallazgos y el buen estado de conservación de los restos de este yacimiento.
Entre 1928 y 1931, se descubrieron unos 15000 metros cuadrados, con hallazgos tan destacados como el famoso guerrer de Moixent, una figura de bronce que representa un guerrero a caballo, armado con falcata, escudo y casco con destacado penacho. A modo de comparación, en los últimos diez años, el equipo que dirige Vives-Ferrándiz ha excavado tan sólo unos 300 metros cuadrados, en el sector adyacente a la Puerta Oeste del poblado, lo que da cuenta de la diferente metodología de trabajo arqueológico en uno y otro periodo.
¿Quiere esto decir que la primigenia excavación fue descuidada o más acelerada de lo recomendable? Jaime Vives-Ferrándiz no piensa así y la define como una excavación «modélica». De hecho, la documentación de esas primeras campañas -diarios, fotografías, croquis, dibujos, inventarios, etcétera- sigue siendo estudiado aún hoy en día: «Es un archivo riquísimo que se estudia y se reestudia y las hipótesis, por lo tanto, pueden ir cambiando con el paso del tiempo».
Posteriormente, ha habido otras campañas de excavaciones que han ido sirviendo para entender los sistemas defensivos y excavar las puertas que marcaban las cuatro entradas de la ciudad u 'oppidum' como se conoce a los poblados fortificados iberos que rigen el control de la tierra y el comercio.
El barrio de las casas adyacentes a la puerta Oeste es la que ocupa el espacio en que se ha trabajado en la última década. Además, las investigaciones también desean conocer aspectos relacionados con la zona externa del poblado, fuera de las murallas. Se están realizando estudios para conocer más sobre la actividad agraria de un pueblo que cultivó cereales, leguminosas y frutales -destacando la viña para producir vino con el que consumir en destacados rituales y comerciar- y que usó animales para desarrollar la ganadería.
Para entender mejor la organización de las explotaciones agrarias también se están analizando perfiles estratigráficos en diferentes puntos del entorno de la Bastida en Moixent y en la Font de la Figuera.
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