Resucitar la historia de la Valencia más dulce
PATRIMONIO INDUSTRIAL ·
Un proyecto recupera un antiguo ingenio azucarero en el Real de Gandia, testimonio del rico pasado que el cultivo de caña dejó en la ComunitatEl concepto de ingenio azucarero remite en el imaginario de nuestra cultura al mundo tropical y caribeño, donde el cultivo de la caña de azúcar ... ejerce una poderosa influencia. Se trata de un universo que parece lejano pero que, en realidad, habitó en suelo valenciano durante largo tiempo, dejando como recuerdo una huella invisible que algunos visionarios pretenden reivindicar. Es el caso del profesor gandiense Vicent Mahiques, quien defiende como un tesoro aquella especie de civilización perdida que ahora revive gracias a su esfuerzo por convencer a su entorno, desde la capital de la Safor al resto de la Comunitat, de la pertinencia de apreciar un legado tan rico como desconocido.
Luego de que el proyecto que bautizó como Ruta del Azúcar Valenciano se viera reconocido el año pasado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para su preservación y divulgación educativa a nivel internacional, hoy llega la hora de inaugurar el centro de interpretación ubicado en El Real de Gandia: un gran día para la comarca, para Mahiques y para quienes deseen profundizar en el conocimiento de esa historia tan valenciana, gracias al primer Centro de Interpretación del Azúcar, que tendrá como sede el conjunto de edificios donde antaño se ubicaron una fábrica y el refinador de azúcar, un caserón datado a finales de la Edad Media que se repartía por una hectárea de extensión.
Se trata del llamado Palacio del Real de Gandía, en uno de cuyos edificios se alza el colegio Beato Carmelo, que servirá como epicentro de la Ruta. «Con el proyecto de Ruta del Azúcar», recuerda el profesor Mahiques, «se pretende proteger un elemento apenas considerado por nuestras instituciones como fuente histórica de orgullo, identidad e innovación». Y subraya que aquel pasado azucarero que se desarrolló desde Valencia «es el antecedente de un gran proceso científico, técnico y comercial que ha aportado elementos exclusivos al mundo». Por ejemplo, sostiene que el estudio del cultivo de caña de azúcar permite comprender su importancia «como producto de consumo» y de ahí extraer otras conclusiones imprescindibles para interpretar el desarrollo económico que vivió en su estela toda la Comunitat, «así como los cambios producidos en el mundo agrícola y en la organización del trabajo». De su estudio se deduce la influencia que el sector azucarero tuvo respecto a la misma historia comercial valenciana, a partir de «la transferencia de tecnologías en la producción» que trajo consigo, con derivadas en distintos ámbitos: desde la medicina a la dietética y la farmacopea, pasando por la alimentación y hasta la moda.
Es una historia muy prolongada en el tiempo, desde que las fábricas azucareras empezaran a prosperar en Valencia en el siglo XV. «Con la presencia de las empresas comerciales extranjeras en el Reino de Valencia se permite que el azúcar producido, mayoritariamente, en la Huerta de Gandía inicie entonces un proceso de expansión». Llega entonces la hora de asaltar los mercados europeos «y asegurar su exportación regular a los principales centros de consumo del Mediterráneo», como Palma de Mallorca, Barcelona, Génova, Venecia, Florencia, Milán o Aviñón. La conquista, que prosiguió por el resto de Europa hasta llegar al Mar del Norte, incluye destinos tan brillantes como Londres, Brujas, Amberes, Colonia o Viena, entre otros. «Las fábricas de azúcar valencianas tuvieron su apogeo mientras se fueron cerrando las del Mediterráneo oriental en Egipto, Malta y Chipre», añade el estudioso gandiense.



«El Reino de Valencia», prosigue con su relato, «tiene el valor de formar un puente de continuidad en la producción y distribución del azúcar de caña entre Oriente y Occidente». Una fecunda historia dotada de sus propios hitos, uno de ellos fundamental para entender la importancia del cultivo y su ascendente más allá de la agricultura: en 1420 se establece en Valencia la empresa comercial alemana de Ravensburgo «que se ocupa del tráfico de productos entre el norte de Europa y la península Ibérica», resalta Mahiques. Su instalación entre nosotros permite entender la dimensión que cobra desde entonces el sector azucarero, a nivel industrial y también cultural: se trata de «la primera empresa que cambia las formas de hacer negocios en países extranjeros, dando un carácter propio en las relaciones mantenidas en los diversos destinos comerciales».
El esplendor de que goza a partir de ese momento el azúcar valenciano no puede descodificarse con nuestra mentalidad actual sin atender al decisivo papel que ejerce en un acontecimiento histórico de tanta importancia como el Descubrimiento de América. «La creciente demanda del azúcar fue una de las razones que impulsaron los viajes hacia el Nuevo Mundo», subraya Mahiques, que conecta Valencia y su industria azucarera con las consecuencias derivadas del viaje de Colón a través de la llegada de la compañía de Ravensburgo, porque ella trae hasta esta orilla del Mediterráneo, a finales del siglo XV, una de las primeras imprentas de la península Ibérica, la del empresario alemán Jakob Vitzlan. En su taller, el maestro impresor Lambert Palmart imprimió en 1474 uno de los primeros incunables españoles, 'Les Trobes a lahors de la Virgen María', «considerado como el primer libro literario impreso en España en lengua valenciana».
El azúcar, como se ve, no sólo trajo un poderoso comercio entre el sur y el norte de Europa: bajo su dulce patrocinio floreció la cultura en su sentido más amplio. Un auge que repercutió en el propio esplendor del Reino de Valencia, «así como en el nacimiento del Siglo de Oro valenciano». De ahí la importancia que Mahiques concede a su criatura recién nacida, esta ruta del azúcar que ahora ve la luz, apoyada por importantes instituciones culturales y de plena actualidad, porque sus atributos encajan a la perfección en el discurso propio de nuestra época. Habla de innovación con ADN valenciano y apela además a la profunda vocación de la Comunitat en proyectarse hacia el exterior, hacia el mundo global. Y encarna por supuesto el valor de un concepto también muy vigente, el llamado patrimonio vivo, fijado por la UNESCO como «un recurso extremadamente valioso para que los países alcancen el Objetivo de Desarrollo, que garantice una educación inclusiva, equitativa y de calidad y fomente oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos».
Es decir, los mismos propósitos que asisten a la Ruta del Azúcar que nace en la Safor y que enmarcaron su nacimiento hace tantos siglos: una lección de cómo la cultura (la azucarera, por ejemplo) puede contribuir a mejorar nuestra calidad de vida.
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