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La pista del cadáver descuartizado en una maleta lleva al subinspector Blas Gámez a un edificio del barrio de Ruzafa. Como tantas otras veces, el agente de Homicidios camina dispuesto a dar con el autor. Un hombre baja apresurado por la escalera. Blas pide que se identifique y es acuchillado a traición. Dio la vida por proteger. Por buscar justicia. «Valorad lo que tenéis. Si os vinierais un sólo día conmigo y vierais lo que yo veo en la calle, alucinaríais», solía repetir en familia.
Se necesitan muchas páginas para contar todas las veces y maneras en las que un policía nacional ha dado cumplimiento a un mandato: «Garantizar el bien y la seguridad pública». Así rezaba la Real Cédula de 13 de enero 1824 por la que se creó la Policía General del Reino, el antecedente histórico de la actual Policía Nacional en España.
Han pasado 200 años desde entonces, una cuarta parte ya en democracia. Hoy 6.400 agentes (más de un millar mujeres) son el alma del cuerpo en la Comunitat. Como Blas y tantos otros, dejan su huella, a veces imperceptible, con acciones que van desde la resolución de crímenes, la protección de mujeres maltratadas o menores en peligro, la persecución del creciente delito sexual o los tentáculos de maldad que se abren paso a través de internet.
El reto al que se enfrentan es descomunal, pues la Policía Nacional tiene competencia en los 28 municipios más poblados de la región, incluidas las tres capitales de provincia. Encarnan la eterna lucha del bien contra el mal. Cada día ladrones, estafadores, agresores o violadores les ponen sobre la mesa más de 400 nuevos casos sobre los que investigar y hallar sospechosos, según el último balance de criminalidad de Interior.
La Policía Nacional esclareció el año pasado más de 42.000 casos en la región (un 9% más que en 2022). Y eso se tradujo en el arresto de más de 25.000 delincuentes, a razón de casi un centenar cada día.
Pero los tiempos son complejos en las grandes ciudades. La creciente violencia tras la pandemia, las grutas delictivas que se excavan por internet o la violencia contra la mujer en sus muchas formas son hoy los principales retos, como revelan las estadísticas.
Con datos hasta septiembre, asciende el número de denuncias o delitos detectados en 22 de los 28 municipios con competencia de la Policía Nacional, pero en la ciudad de Valencia se han estabilizado las infracciones. Eso sí, las tentativas de homicidio suben un 20%, los delitos sexuales un 6% y la ciberdelincuencia un 14%. Son casi 6.000 las infracciones 'online' registrados hasta septiembre en la capital.
Hasta aquí la situación actual. Si echamos la vista atrás, vemos que la historia del cuerpo está también ligada a los momentos más dolorosos de la región: el azote de ETA o el GRAPO, la tragedia del metro, la seguridad sanitaria en el confinamiento o la investigación de asesinos en serie como Joaquín Ferrándiz, Juan Manuel Galán o Juan Ignacio Palma, que intoxicaba a sus víctimas con cocaína en los genitales.
El inspector jefe Félix Domínguez fue uno de los primeros en descender por la estación de Jesús aquel 3 de julio de 2006 en el que 43 personas murieron y 47 resultaron heridas. «Recuerdo la oscuridad al entrar por el túnel para ver qué había ocurrido, un estremecedor silencio y los teléfonos móviles de víctimas sonando sin respuesta», rememora casi dos décadas después en el mismo escenario.
Los policías «llevaron heridos en volandas, a hombros...», de todas las maneras para que fueran asistidos cuanto antes. «Hasta compañeros que vivieron atentados muy duros en el norte de España quedaron tremendamente impactados». El único consuelo es «que hicimos lo que tocaba y lo hicimos bien, a pesar del caos y el dolor».
Muchos han dado su vida por protegernos. Según el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, son seis los policías nacionales de origen valenciano asesinados por ETA en toda España desde los años ochenta. Además, otro agente murió en Valencia a manos del GRAPO y otros siete han perecido al enfrentarse a delincuentes en tierras valencianas.
Y se suman los heridos. Según la organización, Interior tiene reconocidos a 79 policías nacionales de la Comunitat como víctimas del terrorismo: 37 son de Valencia, 20 de Alicante y 22 de Castellón. En cuanto a la autoría, 57 corresponden a atentados de ETA, 10 son víctimas del GRAPO y 12 a otras formas de terrorismo.
José Vicente Martos es un exmiembro de la Policía Nacional ya retirado al que ETA estuvo a punto de matar el mismo día en que asesinó al profesor Manuel Broseta. A sus 69 años, recuerda con nitidez aquel 15 de enero de 1992. El coche bomba que los terroristas dejaron para desconcertar y garantizar su huida le estalló a unos cinco metros de distancia. Fue mientras se afanaba en apartar a la gente del lugar, megáfono en mano .
«Sigo vivo por un metro y unos segundos», concluye. «La explosión me llenó el brazo de metralla. Entró como un cuchillo en mantequilla. Perdí un dedo de la mano izquierda y acabé con la clavícula desencajada» . Y se sumaron las heridas en la mente: «No puedo ver una noticia o una película donde alguien sufra. Y la explosión me dejó un zumbido en el oído. El día que duermo cuatro horas en dos fases ya doy gracias».
Su vida cambió radicalmente. «Después de aquello pasé cuatro años de baja. Me declararon una incapacidad, pasé problemas psicológicos... Tiré adelante en la confección, en una tienda de mi hermana, intentando siempre quitarme de la cabeza lo que había vivido».
En su juventud, en 1983, vio morir en otro atentado a Eduardo Navarro, compañero valenciano asesinado en San Sebastián. «Aquí, y hasta lo mío, nos sentíamos más seguros. No se tomaban tantas precauciones como en el norte. Yo no iba revisando los bajos de mi coche, pero mi mujer y mi hija si vivían siempre con el 'ay'».
En el terreno laboral, «un policía salido de la academia cobra un salario base de 840 euros, pero con los complementos el sueldo sube hasta los 1.900». Así lo expone Sebastián Gómez, secretario provincial del sindicato Jupol y vocal del Consejo de la Policía.
Entre sus demandas está la equiparación salarial con cuerpos autonómicos, chalecos protectores para todos los agentes y, en especial, dietas más ajustadas al aumento de los precios cuando toca desplazarse por España para cubrir servicios especiales. «Hay un límite de 49 euros por noche y un hostal de dos estrellas en Carabanchel ya cuesta 75», pone como ejemplo Gómez.
También reclama «mejores infraestructuras», con las mayores urgencias en la mejora de la comisaría de Vila-real, la de Centro de Valencia (segmentada en dos espacios), la de Tránsitos o las de Benidorm y Dénia, apunta el responsable sindical.
Y, por supuesto, el mayor anhelo de los policías de Valencia para poder trabajar mejor: la reforma de Zapadores que al fin da sus primeros pasos para que el viejo cuartel del Ejército se convierta en esa gran 'ciudad' de la Policía que el Gobierno lleva mucho tiempo prometiendo. Pero eso aún tardará, «dos o tres años», estima Gómez. Desde Delegación del Gobierno hay más optimismo y sitúan la finalización el año próximo. «Es la inversión más importante de Interior en infraestructuras y será el cuartel más moderno de España», avanza la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé.
Sólo en los últimos 40 años, ocho policías nacionales han fallecido en actos de servicio en la Comunitat Valenciana. Uno de los agentes fue víctima del grupo terrorista GRAPO y el resto murieron en enfrentamientos con otros delincuentes.
1
Tenía 47 años, procedía de Albacete y estaba destinado en Paterna cuando una bomba del GRAPO estalló en su coche en Valencia. Fue en un garaje de la plaza Vicente López Ibor. Su hijo fue testigo del horror. El inspector nació en un pueblo de Albacete, estaba casado y era padre de dos hijos de 19 y 17 años.
2
Comenzó con un robo en la joyería Mora de la calle Correos y acabó en tragedia. El agente, de la Unidad de Motos, se topó con un sospechoso y le pidió la documentación. El atracador respondió con dos disparos y uno de ellos le perforó el corazón. El asesino fue capturado después y cumplió una condena de 11 años de prisión. Manuel Julio estaba casado y era padre de dos hijos.
3
Un atraco en un banco de la calle Jesús fue antesala del asesinato del policía nacional Avelino Jiménez. Los asaltantes huyeron con un botín de dos millones de pesetas (12.000 euros). Uno de los empleados de la sucursal activó la alarma y varias patrullas acudieron al lugar. Avelino y un compañero de Motos fueron los primeros en llegar. El agente estaba casado y era padre de tres hijos de 4, 9 y 11 años. Llevaba un año en Seguridad Ciudadana.
4
Otro día trágico para Valencia. En esta ocasión, Ismael y Francisco perseguían a un hombre con un trastorno en contradirección por la Pista de Ademuz (CV-35). Iba sin luces, y los agentes trataban de darle alcance para evitar una tragedia que, al final, llegó de otro modo. Un coche chocó de frente con el vehículo policial. Sus tres ocupantes también perdieron la vida. El 'kamikaze' no sufrió daños.
5
Ramón Tatay, con sus facultades mermadas, se atrincheró en una terraza con una escopeta en el barrio del Cabanyal y causó una explosión de gas. Después disparó a todos los que se aproximaban ante la emergencia: una vecina, un bombero y dos agentes. El policía Francisco, de 43 años, fue de los primeros en llegar. Tenía 43 años y recibió un disparo. La última persona asesinada fue el inspector jefe de la Unidad de Intervención Policial (UIP), Ignacio José Moreno Arroyo, de 41 años.
6
Deportista y policía brillante, es el último en la cronología más dolorosa para la Policía Nacional. Investigaba el hallazgo de un cuerpo descuartizado en una maleta en el barrio de Ruzafa. Al llegar al edificio donde podría hallarse el sospechoso, éste le atacó por sorpresa con un cuchillo. Un compañero de Blas abatió al homicida con su arma.
Además, seis policías nacionales valencianos han sido asesinados por ETA en destinos fuera de la Comunitat. Mientras duró la barbarie etarra era muy frecuente el movimiento de agentes dentro del país para reforzar zonas críticas, dispositivos contra los terroristas o eventos. Fueron muchos los agentes de la región desplazados para frenar a los asesinos. Y seis de ellos dieron la vida desde principios de los 80, víctimas de atentados en Durango, Pamplona, San Sebastián, Galdácano y Barcelona. Estas son sus historias.
1
Con 25 años, casado y toda una vida por delante, ETA lo ametralló en Durango. Fue durante el ataque a un vehículo no oficial de la Policía en el que perecieron tres agentes, entre ellos el valenciano. Para asegurarse de que ninguno de los policías salía vivo de la emboscada, los asesinos se acercaron y dispararon a la cabeza de las víctimas. A continuación, los terroristas huyeron en un vehículo que habían robado poco antes a punta de pistola. José Antonio estaba ya sin vida cuando los testigos se aproximaron al lugar.
2
El comando Nafarroa de ETA actuó de madrugada. Sus miembros estaban escondidos cerca de un puente de Pamplona y armados con un lanzagranadas, dos fusiles de asalto y granadas y distinta munición. Cuando divisaron una tanqueta de la Policía Nacional abrieron fuego con una granada anticarro. Conducía el policía valenciano Vicente Garcerá, de 29 años, quien sufrió de lleno el estallido. Fue trasladado con vida al Hospital de Navarra, donde falleció antes de ser operado. Estaba casado y era padre de una hija.
3
La banda asesina hizo estallar un un coche-bomba al paso de una patrulla policial formada por un furgón y una furgoneta con siete agentes. Iban al Parque Móvil de San Sebastián. Los terroristas activaron a distancia la bomba cuando la furgoneta policial se situó al lado del coche cargado de explosivos. El atentado costó la vida al policía valenciano de 29 años, casado y padre de un hijo. Otros seis compañeros sufrieron heridas, dos de ellos con carácter grave.
4
En esta ocasión dos terrorista ETA se camuflaron con uniformes de la Policía Municipal y salieron de un vehículo de ese cuerpo que habían robado horas antes. De este modo, se aproximaron por la espalda a los agentes Eduardo Navarro Cañada y Clemente Medina. Los tirotearon a bocajarro, en la cabeza. Las empleadas de un comercio taponaron con toallas sus heridas, pero Navarro falleció. Procedente de la Comunitat. Tenía 27 años y era padre de dos hijos.
5
Se disponía a entrar en su casa de la localidad vizcaína cuando dos pistoleros etarras abordaron por sorpresa. El agente logró sacar la pistola para intentar repeler la agresión, pero recibió dos disparos en la cabeza. Fue evacuado con vida al Hospital de Basurto, donde falleció días después. Estaba casado, tenía 31 años y era padre de dos hijos.
6
El agente Garrido se desplazó con un compañero a un taller de instalación de radios de la calle Caballero. Los etarras Urrusolo Sistiaga y Narváez Goñi se les acercaron y los tirotearon. El valenciano tenía 28 años, llevaba sólo unos meses en prácticas y se había casado pocas semanas antes de su asesinato. Estaba en Barcelona para reforzar la seguridad por los Juegos Olímpicos de 1992.
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Patricia Cabezuelo | Valencia
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