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carlos benito
Viernes, 12 de diciembre 2014, 11:37
Cada vez que trasciende un caso de exorcismo en el seno de la Iglesia, los propios católicos suelen recibirlo con extrañeza, como un vestigio anacrónico e inapropiado de épocas más oscuras. Gran parte de los fieles, e incluso una porción considerable de los sacerdotes, contempla a los exorcistas con recelo y con cierta conmiseración, como si fuesen aquellos soldados japoneses que, emboscados en junglas remotas, seguían combatiendo una guerra ya terminada, empeñados en abatir a un enemigo invisible, inexistente fuera de su imaginación. Y, sin embargo, esta manera de luchar contra los demonios y sus acechanzas se sigue practicando con asombrosa frecuencia, forma parte de la ortodoxia católica y ha sido alentada de manera expresa por los últimos papas.
Juan Pablo II administró exorcismos al menos en tres ocasiones cuando ya era pontífice. Benedicto XVI, muy amigo de referirse a Satanás en sus homilías, se esforzó en dejar claro que "el infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno". Y Francisco está presentando en este terreno un perfil marcadamente conservador, que algunos juzgan incoherente con su halo de modernidad en otras materias: "A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal... ¡Pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios, aunque no estemos muy convencidos de ello!", advirtió hace poco más de un mes.
No parece que esa insistencia del Vaticano haya calado en muchos fieles, que estos días se asombran y se sobrecogen al leer los detalles de los trece exorcismos a los que fue sometida una menor burgalesa en el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, en pleno cogollo histórico de Valladolid. Los pormenores que se han publicado remiten de manera inevitable a conocidos referentes de ficción -la película El exorcista siempre ha sido muy respetada dentro del gremio- y parecen el fruto de una fantasía desbordada: la muchacha inmovilizada por varias personas, las imprecaciones del sacerdote Jesús Hernández Sahagún -"¿Quién eres, Satanás, Belcebú, el Diablo en persona?"-, los escupitajos y mordiscos al exorcista, los ojos en blanco, el cuerpo convulso bajo el agua bendita, incluso los gritos en un idioma que el cura creyó identificar como arameo.
Clavos por la boca
Esa misma sensación de irrealidad se reproduce cada vez que se conversa con un exorcista experimentado, porque invariablemente refieren gritos pavorosos y portentos inexplicables como el sansonismo (fuerza desmedida), la xenoglosia (facultad de hablar lenguas que se desconocen) o incluso, en ocasiones, la levitación. El veteranísimo Gabriele Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, ha acumulado una colección de objetos que sus endemoniados han expulsado por la boca, como llaves, clavos, trozos de cadena o figuras de plástico. Si el interlocutor replica que todo eso es sencillamente imposible, le aclararán que nos encontramos ante tretas del demonio, que lleva mucho tiempo dedicado a estos menesteres.
"Mucha gente lo creería si lo viese", apunta un exorcista español, que prefiere que no aparezca su nombre. Según relatan estos sacerdotes, las posesiones -casos especialmente graves y llamativos en su manifestación externa- son relativamente inusuales, mientras que el grueso de su tarea se centra en lo que denominan influencias demoniacas, alteraciones de la vida y la personalidad supuestamente provocadas por maleficios.
El nombramiento de los exorcistas corresponde a los obispos, que deben elegir a sacerdotes dotados de "piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida", pero durante mucho tiempo esa tarea de las diócesis había caído en el olvido. José Antonio Fortea, el más popular de los exorcistas españoles, lo ha relatado en sus memorias: él, especialista en demonología, dio el salto a la práctica un poco a regañadientes, después de que le llamase por teléfono una mujer presuntamente poseída: "Sabía muy bien que no había ningún exorcista en España. O la recibía yo y trataba de discernir su caso, o debía decirle que se fuera a ver al exorcista más cercano, a 2.066 kilómetros exactamente", ha explicado.
Hace un par de años, ya ejercían en nuestro país cinco exorcistas, a los que se sumaban algunos más que, pese a ostentar formalmente ese cargo, permanecían inactivos. Hoy, la cifra comúnmente admitida es de quince. Este incremento tan notable se debe, básicamente, al refuerzo de la archidiócesis de Madrid, donde el cardenal Rouco Varela designó el año pasado a ocho exorcistas de una tacada, uno para cada vicaría. Los hizo someterse, además, a "un periodo de formación acelerado", con clases impartidas por el exorcista de la diócesis de Cartagena, Salvador Hernández, otro de los sacerdotes que desempeñan esta tarea de manera pública, sin secretos ni disimulos. Una actitud similar ha mostrado siempre el dominico leonés Juan José Gallego, que ejerce en la diócesis de Barcelona: "Tengo cuatro o cinco casos todos los días -especificaba a este periódico hace un par de años-. Hay una lista enorme esperando. Esta mañana he atendido tres casos, dos de ellos con exorcismo, y esta tarde me esperan otras dos citas".
Curso en abril
La carga de trabajo va en aumento. Porque, pese a que su función pueda parecer radicalmente alejada de los usos del siglo XXI, la demanda de sus servicios no deja de crecer. En una medida de choque similar a la de Madrid, también la diócesis de Milán decidió redoblar su cuerpo de exorcistas, que pasó de seis a doce. Y la Asociación Internacional de Exorcistas, organización fundada en 1990 que reúne a los curas católicos consagrados a esta tarea, plantea su trabajo en términos perentorios: "La lucha contra el mal y el diablo se está convirtiendo en una emergencia", manifestó su portavoz a finales de octubre, con ocasión del encuentro celebrado en Roma. El Papa impartió una bendición especial a los trescientos asistentes y les agradeció que "ayudasen a los que están sufriendo por obra del diablo". En abril del año que viene, el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum albergará el décimo Curso de Exorcismo y Oraciones de Liberación, con un programa que "explora las implicaciones teóricas y prácticas de este ministerio".
Inmunes a los sentimientos de extrañeza e incluso de rechazo que inspiran en buena parte de la grey, los exorcistas españoles también se sienten cada vez más necesarios: "Yo siempre he tenido una visión muy positiva del futuro, de que todo iba a mejor, pero he acabado rindiéndome: el pecado está creciendo muchísimo -plantea uno de ellos-. La sociedad, salvo en unos cuantos puntos, se está degradando, se está pervirtiendo. Es una sociedad cada vez más maligna, y nos llegan más casos. El problema va creciendo".
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