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íñigo domínguez
Viernes, 9 de enero 2015, 11:49
El pasado 2 de diciembre, en Italia se rompió con estruendo un histórico tabú: en Roma no hay mafia, es una cosa del sur del país y, si acaso, del norte industrial. Pero claro que en la Ciudad Eterna hay capos que controlan la ciudad y este descubrimiento está desencadenando un terremoto. Día tras día se sigue tirando del hilo con arrestos y revelaciones y no se sabe lo que puede finalmente salir: esta organización está estrechamente mezclada con la corrupción política y parece llegar a todos los niveles. Es el sistema el que se resiente. "El de Roma es un nuevo modelo criminal que supera la vieja idea de mafia", ha explicado Raffaele Cantone, exfiscal curtido en la lucha contra la Camorra de Gomorra y nuevo jefe de la Autoridad Nacional contra la Corrupción.
La Fiscalía de Roma ha aplicado por primera vez en la capital -una de las pocas que lo ha hecho fuera del sur de Italia- el artículo 416 bis del código penal, donde se tipifica el delito de asociación mafiosa con todas las letras. Es decir, el país acaba de reconocer oficialmente una nueva estructura criminal, la quinta tras la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana, la ndrangheta de Calabria -las tres con raíces en el siglo XIX- y la Sacra Corona Unita de Puglia, la última en orden cronológico, nacida en 1981. A esta desconocida banda de hampones la han bautizado como Roma Capitale. La Fiscalía ha arrestado a medio centenar de personas, ha confiscado bienes por cientos de millones de euros y, sobre todo, ha dibujado el mapa del delito en la ciudad. Una ciudad que, entre la negligencia política, el clientelismo crónico y esta mafia chupándole la sangre, se halla al borde del colapso. No funciona nada y está abandonada a su suerte. Ahora se sabe por qué y por dónde desaparecía el dinero público.
El capo de Roma Capitale es Massimo Carminati, alias El Tuerto, de 56 años, que perdió un ojo en un tiroteo con los Carabinieri. Se reparte la capital con otros tres capos. No obstante, la Cosa Nostra y el resto de las organizaciones criminales también están muy presentes y pueden hacer negocios siempre que pidan permiso. Carminati es un personaje siniestro, con un currículum increíble que ayuda a comprender sus hondas conexiones con la política más oscura de Italia. Es un producto modélico de los años de plomo. Fue terrorista neofascista del NAR (Núcleos Armados Revolucionarios), responsable de la masacre de la estación de Bolonia, el atentado que dejó 85 muertos en 1980. Durante esa misma década, formó parte de la famosa Banda de la Magliana, lo más parecido a una mafia que, hasta ahora, había tenido Roma. Un grupo de asesinos que se hizo con el control de la ciudad y estableció relaciones con los sicilianos de la Cosa Nostra. Su historia ha sido popularizada por el libro Romanzo criminale -luego convertido en una película y en una serie de televisión-, que fue traducido en España como Roma criminal. Carminati sale en la película, es el personaje llamado il Nero (el Negro), porque era el fascista de la banda.
Hay un dato importante: tanto los NAR como la Banda de la Magliana tenían misteriosas relaciones con los servicios secretos, dentro de la guerra sucia que se libró en el país en aquellos años. Carminati estuvo implicado, aunque salió airoso, en el proceso del atentado de Bolonia y en el asesinato del periodista Mino Pecorelli, del que fue acusado y al final absuelto el ex primer ministro Giulio Andreotti. Hay otro protagonista de esta trama: como es sabido, también la Cosa Nostra ha pasteleado con el poder como mano de obra en asuntos turbios. El atentado del 23 de diciembre de 1984 contra el tren 904 Nápoles-Milán, que causó 17 muertos, fue cosa de la mafia siciliana y terroristas neofascistas y se cree que es la venganza por las revelaciones del primer arrepentido, Tommasso Buscetta. Carminati, en fin, también participó en el robo de la caja fuerte de los tribunales de Roma en 1999, con la complicidad de al menos cuatro carabinieri y personal administrativo: se llevaron dinero y documentación reservada, ideal para los chantajes.
Rompepulgares
En resumen, las relaciones de Carminati con lo peor del mundo oculto italiano están más que probadas. De ahí nace su fama en Roma y por eso bastaba con que se mencionara su nombre para infundir pavor y respeto. La investigación ha desvelado episodios de intimidación y palizas, también la existencia de personajes que dan miedo, como un matón apodado Rompepulgares, pero los hampones de Roma Capitale no ha tenido que recurrir a los tiros.
La ocasión de oro para Carminati llegó en 2008, cuando Gianni Alemanno, un excolega de juventud de los círculos más fachas, llegó a ser alcalde de Roma. La rehabilitación de Alemanno y otros neofascistas, reciclados en el partido Alianza Nacional, es un logro de Silvio Berlusconi, que los englobó en el centroderecha a partir de los años noventa. Pero eso es otra historia. Alemanno, exministro, llegó a la alcaldía y con él entró una variopinta fauna de pasado ultra. Carminati solo tenía que descolgar el teléfono para que se le abrieran las puertas de decenas de contratos públicos. Las empresas tapadera de Roma Capitale se han adjudicado todo tipo de servicios, desde las basuras a la gestión de las emergencias de los inmigrantes. Este ha sido el aspecto más increíble del escándalo: fascistas haciendo caridad con africanos para llevarse la pasta de los centros de acogida. "Da más dinero que la droga", afirman dos miembros de la trama en una grabación. Alemanno, que defiende su inocencia, está siendo investigado, pero también han sido detenidos dos de los asesores del actual Ayuntamiento, del Partido Demócrata (PD). La mafia romana tenía tentáculos en todas las formaciones políticas y dirigentes a sueldo con nóminas de hasta 15.000 euros. El nuevo alcalde elegido en 2013, Ignazio Marino, considerado hasta ahora un auténtico inútil en una ciudad fuera de control, al menos parece honesto: se ha enfrentado a las prácticas que consideraba sospechosas. Las autoridades le han recomendado llevar escolta, pero se ha negado.
La investigación de Roma Capitale es una cosa seria que irá a más, porque el fiscal jefe, llegado hace tres años después de décadas de somnolencia judicial en la ciudad, es Giuseppe Pignatone. Es el magistrado que arrestó en 2006 a Bernardo Provenzano, gran capo de la mafia siciliana. Su mano derecha es Michele Prestipino, símbolo de la lucha contra la ndrangheta calabresa. En la capital han reconocido de inmediato lo que tenían delante.
Contactos en las altas esferas
Roma Capitale no es que sea un descubrimiento, era un secreto a voces que siempre se ha ocultado o infravalorado. Algunos periodistas, como Lirio Abbate, del semanario LEspresso, lo llevaban denunciando en solitario desde hace años. Abbate ha recibido amenazas y vive protegido, pero nadie parecía darse por enterado. En 2011 se registraron once asesinatos a tiros en plena calle, al más puro estilo de los peores años de Palermo. Cundió cierta preocupación. Giuseppe Pecoraro, el prefecto de la ciudad -equivalente al delegado de Gobierno-, quitó hierro al asunto con la habitual frase comodín: "En Roma la mafia no existe". Todo se ventilaba como episodios de delincuencia común y narcotráfico que a veces se pasaban de la raya.
También es rutinario que de vez en cuando se confisquen tiendas, restaurantes, pizzerías y hoteles del centro por ser propiedad de la Camorra o la ndrangheta. El caso más emblemático es el célebre Café Paris de Via Veneto, símbolo de la dolce vita, gestionado por el clan calabrés Alvaro. También pertenecía a los Gallico di Palmi el Antico Caffè Chigi, situado justo enrente de la presidencia del Gobierno. Es fácil que a muchos turistas que han comido en la Ciudad Eterna les haya servido la mesa la mafia, aunque no se hayan enterado.
El periodista Lirio Abbate opina que el escenario que se ha ido creando silenciosamente en Roma durante décadas no tiene precedentes: "Es como el laboratorio de una nueva fórmula criminal, flexible y eficiente, que permite el control del territorio limitando el uso de la violencia. Recuerda el Palermo de los años setenta, antes de la irrupción de los Corleoneses, cuando las viejas familias mafiosas se enriquecían con la droga y la construcción evitando el derramamiento de sangre". Efectivamente, Carminati ha impuesto un perfil bajo para no hacer ruido y poder seguir con los negocios. Más aún desde que llegó Pignatone a la Fiscalía, a quien tenían razones para temer, como ha quedado demostrado.
Precisamente uno de los aspectos más inquietantes del asunto es la omertà que ha rodeado hasta ahora a esta organización. Significa que gozan de grandes contactos en las altas esferas y que, de hecho, todavía se pueden mover para desactivar la investigación. La situación es delicada y los magistrados que llevan el caso pueden ser objeto de atentados. Carminati, por ejemplo, ha sido recluido en régimen de aislamiento total, aplicado solo a los capos. "Tiene contactos por todas partes y es peligrosísimo", argumentan los fiscales. Entre otros detalles asombrosos, ahora se descubre que El Tuerto ha pasado varias veces por prisión, pero al final, con actos de clemencia, siempre ha salido por la puerta de atrás. Le han perdonado cinco años y cuatro meses de cárcel.
Cada día surgen nuevas informaciones y anécdotas alarmantes sobre la infiltración de Roma Capitale en la clase política. Carminati tenía conexiones en grandes empresas públicas como Finmeccanica, el coloso del armamento y la aeronáutica. Su mano derecha para los negocios, Salvatore Buzzi, dirigente de la cooperativa que obtenía contratos públicos del Ayuntamiento, fue recibido por el mismo prefecto, Giuseppe Pecoraro, para hablar de negocios. Cuando se supo, el prefecto aseguró que no le hizo ni caso y que solo accedió a verle porque se lo había enviado Gianni Letta, que es nada menos que el máximo asesor personal de Silvio Berlusconi. Ahora todos los políticos y altos cargos alucinan con que los detenidos fueran hampones. Cuentan que parecían buenas personas. Hay una foto del ministro de Trabajo, Giuliano Poletti, en una cena con la flor y nata de estos mafiosos romanos. También le ha pillado por sorpresa. El caso es que esta gentuza tenía acceso a los despachos más importantes y, todavía creyendo en la buena fe de los políticos, lo cierto es que no ha funcionado ningún control. Es un ejemplo de libro de la llamada zona gris que rodea a las organizaciones criminales, un grumo de altos cargos, empresarios y abogados que actúan con la complicidad con la mafia y que son difíciles de atrapar. Siempre se puede alegar que no es delito coincidir en una comida con un capo y que nunca se puede estar seguro de a quién se tiene delante.
Cenar con Berlusconi
Esta zona gris refleja a la perfección la enfermedad crónica de la vida civil italiana, que evita la vía legal y se mete en chanchullos para solucionar los problemas. A menudo eran los propios empresarios y políticos quienes buscaban a Carminati como alguien ideal para resolver conflictos o necesidades. En una de las conversaciones grabadas, El Tuerto lo describe de forma magistral utilizando el mundo de El Señor de los Anillos: "Es la teoría de la Tierra Media. Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran, y tú dices: ¡Coño! ¿Cómo es posible que un día yo puedo estar cenando con Berlusconi? A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo haga las cosas que no quiere hacer nadie, y entonces todo se mezcla".
Toda esta mierda ha sido cubierta sistemáticamente. Una vez que alguien ha tirado de la manta, un grupo de policías honrados dirigidos por el comisario Gaetano Pascale ha podido asomar la cabeza y recordar que ellos ya lo intentaron en 2003, hace ya una década, pero fueron prácticamente aniquilados. Es el método de toda la vida: cuando un policía o un magistrado honesto cumple con su trabajo, el sistema se defiende y le hace la vida imposible con rumores injuriosos, falsas investigaciones y traslados forzosos a puestos remotos. Ya le ocurrió a Giovanni Falcone, el primer juez que se enfrentó seriamente a la Cosa Nostra en los años ochenta y fue asesinado en 1992. Italia siempre cree revivir las peores pesadillas del pasado y en este momento no es raro oír evocar aquel momento caótico: había una clase política muy débil, asustada por las oleadas de arrestos y desmantelada por los escándalos, y la parte más podrida del Estado reaccionó de la forma más violenta a través del mundo hampa. En Roma, por de pronto, lo cierto es que la caída de Carminati ha dejado un gran vacío de poder. Si, como es probable, más de un capo decide ocuparlo, puede romperse la paz. Y habrá guerra.
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