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Jorge López se mueve ahora con guardaespaldas.
Jugarse la vida por los homosexuales

Jugarse la vida por los homosexuales

Jorge López Sologaistoa empezó a luchar por las minorías en Guatemala después de perder a dos novios por el VIH

GERARDO ELORRIAGA

Sábado, 10 de enero 2015, 21:07

i convivir conmigo mismo me supone una tarea difícil, ser mi novio debe ser terrible», confiesa Jorge Luis López Sologaistoa. Esa compleja labor que tanto dificulta su vida sentimental está relacionada con un prolongado y arriesgado trabajo a favor de los derechos humanos en Guatemala. Como director de la ONG Oasis, defiende la posición de las minorías sexuales y combate los crímenes de odio homófobo y tránsfobo, práctica habitual en la república centroamericana. «La Administración no garantiza la vida, la educación y otras cuestiones fundamentales, lo que provoca que las personas acumulen violencia y agredan a otras con la completa certeza de que nadie las va a perseguir por los delitos cometidos», explica. «No quiero hablar de Estado fallido, pero lo cierto es que no garantiza la certeza jurídica, no brinda protección, no funciona».

Este activista ha pasado los últimos cuatro meses en Bilbao bajo la protección del programa de Defensores de Derechos Humanos del Gobierno Vasco. «Si no hubiera salido, probablemente habría sido asesinado», reconoce con una calma sorprendente. Sin embargo, su primera respuesta a la proposición de buscar asilo temporal fue negativa. «Dije que no quería, gracias, que me dejaran trabajar, pero recapacité y pensé que era una oportunidad para reconstituirme porque el daño asumido es muy grande y mi vida privada estaba destruida», admite.

Esa íntima ruina tiene su antecedente en los años noventa, cuando abandonó su profesión de informático y asumió el protagonismo en la lucha contra la exclusión social e, incluso, la eliminación física. «Entonces eran ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por la Policía Nacional o el Ejército», apunta. La presión ha reducido su número de ataques, pero el machismo sigue propiciando las agresiones. «Allí, una mujer transexual puede ser asesinada simplemente porque alguien se siente incómodo ante su presencia. No hay un sistema educativo que diga que esto es algo natural».

Inicialmente se involucró con la atención a los afectados por el VIH. «Porque perdí dos parejas por su culpa, pero veía que el problema era más profundo, de defensa de los derechos humanos, y me impliqué más en una situación que me va destripando porque no soy capaz de quitarme y dejar que la avalancha siga pasando por encima de la gente que quiero».

Dos décadas de compromiso han comportado desagradables consecuencias. «En 2003 cometí la poca astucia de decir en un taller que impartí para policías que denunciábamos a quienes cometían ejecuciones extrajudiciales». Un par de días después, fue secuestrado al salir de casa e introducido en un automóvil. Sus captores se saltaron un disco rojo y pudo huir cuando el coche tuvo que frenar para evitar un accidente con otro vehículo.

Balas perdidas en casa

Solo fue el principio del acoso. En 2005 su asistente personal fue abatida por uniformados y él mismo permaneció en arresto domiciliario acusado de un asesinato sin prueba alguna. «Tuve el apoyo de Amnistía Internacional, Estados Unidos y la Unión Europea, y el juez lo desestimó». La persecución recuperó viejas costumbres mafiosas y de nuevo se intentó acabar con él disparándole desde un vehículo en marcha. «Y hace un año aparecieron, en el intervalo de un mes, balas perdidas en el techo de mi casa, lo que resulta extraño hasta en Guatemala»

La rutina diaria de López Sologaistoa incluye visitas a hospitales, morgues y juzgados, apoyando emocionalmente a las víctimas de los crímenes de odio. «Me he convertido en una especie de sanador social, aunque soy consciente de que no es mi destino, pero no siento la emoción de disfrutar de mi vida privada, de ir a una fiesta, por ejemplo, porque llevo guardaespaldas y no voy a tener a dos individuos cuidándome hasta la madrugada y arriesgando su propia existencia», lamenta López Sologaistoa.

¿Los avances de la causa del Arco Iris llegan al país centroamericano? «Si le planteas a muchos homosexuales si sienten miedo, te responden que no porque no son públicos, y si les demandas por qué no lo son, te contestan que para no ser atacados». La situación en Europa parece hallarse a años luz, pero, a veces, la discriminación no resulta tan evidente. «Aquí no he encontrado muchos gays de la mano, me han dicho que los vascos son menos expresivos emocionalmente, pero sí que he visto heteros besándose», arguye. «La homofobia internalizada sigue, permanece en todas partes. Es el miedo a mostrarse tal cual eres, aunque no te maten por ello».

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