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carlos benito
Viernes, 16 de enero 2015, 12:45
Los argentinos, ellos y ellas, llevan un par de semanas hablando de tampones. Y, por mucho que sea cierto que los argentinos se sienten capaces de armar una buena conversación a partir de cualquier cosa, lo de estos días no es normal: allá como acá, los tampones no suelen ser muy apreciados como tema para romper el hielo, ni tampoco para protagonizar grandes titulares de prensa y tertulias de máxima audiencia. Si estos días han llegado a convertirse en una pequeña obsesión nacional, es precisamente porque escasean. Las farmacias y los supermercados del país sudamericano se han quedado sin existencias justo cuando este producto está más solicitado: en pleno arranque del verano austral, cuando los baños en playas y piscinas incrementan notablemente la demanda.
El desabastecimiento de tampones, que afecta especialmente al área metropolitana de Buenos Aires y a las zonas costeras, ha derivado en tácticas de guerrilla urbana, con avisos a través de las redes sociales cada vez que un comercio saca a la venta una nueva remesa: ayer por la tarde, sin ir más lejos, en un Farmacity de la Avenida Corrientes aparecieron como por ensalmo (y desaparecieron igual de rápido) varias cajas de la talla súper. Quienes viajan al extranjero estos días también suelen regresar con algún encargo de este tipo: mucho mejor una caja de tampones que una caja de bombones. "Si llevo de Costa Rica tampones para todas las mujeres que me piden, me detienen en Ezeiza por tampontraficante", bromeaba el viernes pasado a través de Twitter la escritora Claudia Piñeiro, en referencia al aeropuerto bonaerense. Y, por supuesto, también proliferan los enfoques humorísticos del asunto, desde los chistes más o menos previsibles sobre un inminente derramamiento de sangre o una economía indispuesta hasta ese cartel con el eslogan oficial Argentina, un país con buena gente al que han añadido pero sin tampones.
La razón de esta súbita carencia hay que buscarla en el régimen de importaciones, sometido a los condicionantes que establece la Secretaría de Comercio. En Argentina no llegan los dólares para cubrir todas las necesidades -el pago de la deuda, las importaciones estratégicas y el resto de las compras- y el control burocrático de las divisas deriva en trabas al comercio. El 90% de los tampones que se venden en el país procede del vecino Brasil: allí tienen sus plantas de fabricación las multinacionales Johnson & Johnson, que vende la marca O.B., y Kimberly Clark, que está detrás de la otra línea más popular, Kotex. En realidad, no es este el único producto que se echa de menos en las estanterías, donde ahora mismo también se ha vuelto difícil encontrar pañales para adultos, colutorio o ciertos materiales veterinarios. En otras ocasiones, desde que se implantó el denominado cepo cambiario a principios de esta década, han faltado medicamentos o neumáticos, y algunas farmacias ya han alertado de que este verano va a resultar bastante complicado conseguir ciertas marcas de bronceador.
"La falta de tampones tiene aproximadamente un mes. El primer lugar donde se denunció fue en Córdoba, y se da porque evidentemente no han tomado en cuenta el alza estacional en verano", ha lamentado Miguel Ponce, gerente de la Cámara de Importadores, que ya a principios de diciembre alertó sobre el desabastecimiento de jeringas, guantes desechables y algunos fármacos. "Hay problemas de importación con muchos productos, porque se generan demoras en las autorizaciones. No es algo en especial con este producto u otro, sino que es el sistema", ha desarrollado el presidente de la entidad, Diego Pérez Santisteban. El Gobierno, en cambio, ha atribuido la crisis del tampón a "estrategias de carácter comercial" de los importadores, en palabras del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Las autoridades se muestran convencidas de que la oferta se normalizará a lo largo de esta semana o la que viene.
En medio de todo este lío, los que contemplan la situación con buen ánimo son los socios de Maggacup, única empresa argentina fabricante de copas menstruales, que estos días tratan de impulsar la popularidad de este artilugio de silicona más allá de las 6.000 usuarias actuales. El resto del país se muestra bastante abochornado por todas estas penurias higiénicas, que han tenido reflejo en periódicos estadounidenses como el Wall Street Journal o el Washington Post. Estos días, en Argentina, se ha vuelto común manejar referentes como el desabastecimiento de Venezuela. Allí, por cierto, encontraron una solución fácil cuando empezaron a escasear los tampones: la cadena de televisión oficial ViVe propuso utilizar la compresa de fabricación casera, que se puede lavar y reutilizar, es "más cómoda", evita "el ciclo comercial del capitalismo salvaje" y permite reciclar los restos como "abono orgánico que embellece los jardines".
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