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mikel ayestaran
Miércoles, 21 de enero 2015, 13:22
Si Alá no lo impide en el último momento, a la salida del rezo del mediodía Raif Badawi recibirá cada viernes cincuenta latigazos en la plaza de Yeda que preside la entrada a la mezquita de Al Yafali. Ya ha recibido dos tandas de azotes y todavía le quedan hasta llegar a los mil que le impuso un tribunal: en total serán veinte semanas de castigo público. La pena se completa con diez años de prisión y el pago de una multa de un millón de riales (229.000 euros al cambio). ¿Qué delito merece semejante castigo? La creación de Saudi Arabian Liberals, un foro online que intentaba promocionar el debate interno en el reino en plena resaca de las primaveras árabes que afectaron a Túnez, Libia, Egipto, Siria, Yemen y Bahrein. Las fuerzas de seguridad censuraron la página web y desde junio de 2012 el joven activista de 31 años, casado y padre de tres hijos, se encuentra en la cárcel de Briman, en Yeda, como preso de conciencia "detenido exclusivamente por el ejercicio pacífico del derecho a hablar", según recoge su perfil de Facebook.
Los primeros cincuenta latigazos se produjeron la misma semana en la que los hermanos Kouachi entraron a punta de subfusil de asalto en el semanario francés Charlie Hebdo y mataron a doce personas en venganza por la publicación de las caricaturas del Profeta. Los dirigentes saudíes se sumaron a la lista de condenas internacionales por este ataque terrorista considerado en Occidente una afrenta mortal a la libertad de expresión, pero ese sentimiento aplicado a lo ocurrido a miles de kilómetros, parece que no sirve para los asuntos domésticos. "Los saudíes tienen una política para dentro del país en la que tratan de mostrarse piadosos y defensores de la fe, pero de cara al exterior proyectan la imagen contraria y quieren parecer liberales, como si los salvajes y conservadores fueran solo la gente más humilde", opina Ali Al Ahmed, miembro del Instituto de Asuntos del Golfo con base en Washington, en declaraciones recogidas por el diario The Guardian. Este doble juego es el que les permite que Occidente diga "vamos a proteger a la monarquía saudí porque la alternativa es Osama Bin Laden. Les sirve a los saudíes y también a los gobiernos occidentales para no respaldar ningún tipo de reforma", concluye Al Ahmed en sus reflexiones recogidas por el diario británico en torno al caso Badawi.
La esposa del activista, Ensaf Haidar, encabeza desde Canadá, donde ha encontrado refugio junto a sus hijos, las campañas de solidaridad y a lo largo de estas dos últimas semanas su cuenta de Twitter se ha llenado de mensajes de apoyo con la etiqueta #FreeRaif. Haidar compara la situación de su esposo con la de los presos que están en manos del Estado Islámico (EI) y equipara la política del gobierno saudí con la que se aplica en el califato bajo el puño de hierro del califa, Abu Baker Al Bagdadi.
Yo soy Raif Badawi
Arabia Saudí envió a su ministro de Exteriores a la gran manifestación de París donde se pudo ver algún cartel que rezaba Yo soy Raif Badawi, el periodista saudí azotado. A través de las redes sociales hay un amplio movimiento de solidaridad con el detenido: en Facebook está abierta la página Free Raif Badawi (Libertad para Raif Badawi) y Amnistía Internacional (AI) ha recogido 48.000 firmas de apoyo al ciberactivista a través de internet y ha lanzado un plan de acción urgente que pide la "anulación de la sentencia" y su "inmediata puesta en libertad". El director de AI para Oriente Próximo, Philip Luther, emitió un comunicado en el que calificaba de "despiadado" el castigo físico, sobre todo en un caso como el de Badawi en el que "se le ha impuesto una condena a alguien culpable solo de atreverse a ejercer su derecho de libertad de expresión de forma pacífica".
La rama española de AI organizó ayer la primera movilización a las puertas de la delegación saudí en Madrid "con la esperanza de que haciéndolo cada semana, 24 horas antes del castigo, sirva para hacer más presión", confiesa Yolanda Vega, responsable de la organización para temas relacionados con Arabia Saudí. El lema de la concentración es Ni un latigazo más para Raif Badawi. "Sobre el papel, la presión internacional debería tener efecto en un país aliado de Occidente que quiere salvaguardar su imagen internacional, pero parece que han cogido el caso Badawi como ejemplo para el resto de ciberactivistas y hay que reconocer que es uno de los países más complicados para trabajar", admite Vega.
Desde Estados Unidos también se califica el castigo de «brutal» y la portavoz de la diplomacia, Jennifer Psaki, pidió su anulación. Pero no parece que vayan a dar un paso más allá de las palabras sobre su gran aliado económico y militar en la región para lograr la liberación del activista que cumple su pena en Yeda, la segunda ciudad más grande del país, asentada en la costa del mar Rojo y con fama de ser una isla de aperturismo dentro de un reino marcado por el fuerte peso ejercido por el factor religioso.
Yeda, como se pudo ver en un vídeo subido a YouTube por uno de los testigos del castigo público la semana pasada, volverá a acoger hoy tras el rezo del mediodía al paseo público del reo hasta la plaza vecina a la mezquita Al Yafali para recibir otros 50 latigazos entre los gritos de "Allah Akbar" (Dios es grande) de un público entregado a un espectáculo propio del Afganistán de los talibanes.
Badawi está entre rejas y su abogado Waleed Abu al Khair ha seguido el mismo camino, una señal más de lo complicado que es trabajar en materia de derechos humanos en el reino saudí. La flagelación y demás formas de castigo corporal están prohibidas por el derecho internacional, pero no en Arabia Saudí donde la defensa de este caso ha llevado a Al Khair a compartir destino con su cliente, con lo que se ha convertido en otro preso de conciencia de la larga lista que tiene el reino. Es culpable de delitos como "romper la lealtad hacia el gobernante, ofender al poder judicial y fundar una organización no autorizada", recoge AI en uno de sus últimos comunicados, por lo que deberá cumplir una pena de 15 años. Inicialmente se le habían reducido a 10, pero a comienzos de semana el juez ordenó el cumplimiento íntegro por negarse a pedir disculpas por sus "ofensas".
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