Arturo Checa
Miércoles, 21 de enero 2015, 21:59
Son niños necesitados de cariño. Sin suerte. A los que sus padres han abandonado. Menores cuyos padres han caído en el mundo del delito. Niños cuyos padres quisieron darles todo lo mejor, pero a los que el mundo ha dado la espalda. Que no tienen lo suficiente para comer. Que no pueden ni ir a la escuela. Que creen que el amor son gritos. Que han nacido y crecido sin una caricia. Niños a los que la Administración ha tenido que tutelar para sacarlos de un pozo de imposible salida, para darles un presente y un futuro. Para mimarlos en centros de protección de menores, al amparo de educadores y técnicos en pedagogía. O al amparo de los lametazos de Calvin, de la dulzura de Bau, de la incansable Volka, de los juegos de Volka
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