Una mujer musulmana viste el velo islámico en Londres.

El avance del euroislam

Veinte millones de europeos son ya musulmanes y cada año hay 400.000 más porque tienen el doble de hijos. El 70% de la UE los rechaza. Los atentados yihadistas de París han disparado la desconfianza hacia la comunidad islámica

antonio corbillón

Viernes, 23 de enero 2015, 11:07

Después de cinco años de boicot editorial, unas pocas librerías francesas acogieron La mezquita de Notre Dame, 2048, de Elena Tchoudinova, una novela que hace una década fue éxito de ventas en Rusia. El título lo dice todo. El corazón de Francia, la catedral que preside la isla en la que nació París, transformada en una mezquita después de que los musulmanes conviertan la Unión Europea en Euroislam. "Esperábamos que el islam se adaptara a Francia. Pero es Francia la que se está adaptando al islam", avisaba Jean Robin, el editor que se atrevió a publicarla. La misma semana en que París vivía su miércoles de terror llegaba a las estanterías Sumisión, la obra de Michel Houellebecq. Su pieza de política ficción, que muchos tildan de "racista e islamófoba", cuenta la llegada al poder en 2022 de Mohammed Ben Abbes, primer presidente musulmán de Francia. "Acelero la historia, pero no puedo decir que sea una provocación", ha advertido el niño terrible de las letras galas.

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Más allá del oportunismo, ¿de dónde viene el temor al avance de la cultura islámica? La respuesta está en la demografía. Hay poca precisión en los censos por confesiones religiosas. En casi toda Europa están prohibidos. "Un musulmán es aquel que se reconoce como tal. Sin más", advierte el investigador sobre el islam en Europa de la Casa Árabe, Javier Rosón. Éste y otros analistas sí dan validez a las proyecciones del Pew Research Center. Este instituto norteamericano (el mejor en la materia) calcula que los musulmanes europeos crecerán un 30% en los próximos 15 años y pasarán de los 45 millones actuales (20 millones en la UE y el resto repartido entre Rusia y otras repúblicas del Este) a rozar los 60 millones en 2030, casi la población de Reino Unido o Francia. En la Unión Europea, eso supone una media de 400.000 musulmanes más cada año.

Los seguidores del Corán rondarán el 10% de la población total en al menos diez países, entre ellos algunos de los fundadores de la Comunidad Europea como Francia (10,3% y 7 millones) y Bélgica (10,2% y 1,2 millones). Otros grandes socios de la UE como Gran Bretaña (8,2% y casi 5,6 millones) y Alemania (7,1% y 5,5 millones) experimentarán una gran consolidación. Según esa proyección, Italia superará los 3,2 millones y España rozará los dos. En otras democracias como Holanda, Suecia o Austria serán más de un millón.

En todos los casos, estas cifras multiplican por cinco las de aquellas primeras colonias de inmigrantes llegados desde el norte de África, Asia y Turquía en los años 80 y 90 del siglo pasado. Y eso a pesar de que su expansión demográfica se ha ido ralentizando en las segundas y terceras generaciones. Pero los analistas de Pew Research recuerdan que el crecimiento vegetativo de Europa Occidental apenas alcanza hoy el 0,6% de su población anual (en países como España incluso es negativo), mientras los colectivos islámicos lo hacen al 1,4%. Tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, la escritora italiana Oriana Fallaci se despidió del mundo con su certificado de defunción de Occidente en La rabia y el orgullo: "Para conquistarnos no necesitan pulverizar nuestros rascacielos. Les basta nuestra debilidad y su fertilidad. Paren demasiado esos hijos de Alá".

Francia es el país donde más abierto está hoy el debate sobre esta convivencia cultural y religiosa. Los atentados yihadistas del 7 de enero han recrudecido el conflicto. "Vivimos el día de hoy bajo un cielo sin estrellas", clamaba conciliador en la oración del viernes el imán Larbi Kechat, que oficia desde hace tres generaciones en la Gran Mezquita de Addwa de París, muy cerca del barrio donde crecieron los hermanos Kouachi, asaltantes de la revista satírica Charlie Hebdo. Discursos como el suyo no impidieron docenas de ataques e insultos en las 2.300 mezquitas que existen en el país.

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A pesar de las proclamas conciliadoras de Hollande, en Francia todo está demasiado caliente para pedir mesura. Con casi cinco millones, tiene la mayor colonia islámica de Europa. Un sondeo reciente asegura que el 73% de los galos tienen una "mala imagen" de ellos. Pero, como sucede en otros países, el debate sobre integración se ha quedado desfasado. Más de dos millones, casi la mitad, han nacido en Francia. Ya no son inmigrantes. Como no lo eran los hermanos Kouachi del comando homicida. En un país de tradición social laica, parte de la desconfianza tiene que ver con la fuerte expansión de lo musulmán en las calles frente a su "insólitamente escasa integración en las élites políticas", destaca el informe Musulmanes y participación política en Europa de la Casa Árabe francesa. Futbolistas como Zinedine Zidane o Karim Benzemá, o la ministra de Justicia de Sarkozy en 2007-2009, Rachida Dati, son los pocos modelos de integración visibles. Oliver Roy, un reputado experto en islam del Instituto Universitario Europeo, lo explica muy bien: "Los musulmanes están integrados en Francia, puesto que son militares, policías, enfermeros y profesores. Sin embargo al elegir entre modelos, el imaginario francés de musulmán tiende a irse hacia los hermanos Kouachi en lugar de hacia los carteros que reparten su correspondencia, los profesores o los agentes como Merabet", el policía de origen árabe al que remataron en el suelo.

Calles bloqueadas por rezos

En el barrio de La Goutte dOr (distrito 18 de París), uno de los más islamizados, los rezos de los viernes bloquean las calles. El islam de los garajes se ha quedado pequeño para los fieles. "Toman las calles sin permiso legal», denuncia Maxime Lepante, un vecino que los grabó con cámara oculta y lo colgó en las redes. Es la mejor gasolina para que la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, insista en denunciar la «ocupación musulmana".

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Alemania es la segunda gran potencia, con algo más de cuatro millones de musulmanes, de los que el 70% son turcos y el resto de la Europa balcánica. Al igual que en Francia, llevan varias generaciones en el país, hasta el punto de que la propia canciller, Angela Merkel, ha mostrado un gran cambio de visión tras los hechos de París. A principios de 2011, dijo solemne a las huestes de su partido (CDU): "Nos hemos engañado a nosotros mismos; la multiculturalidad ha fracaso totalmente". El pasado lunes, y ante su colega turco Ahmet Davutoglu, tuvo que reconocer que el islam, "junto al cristianismo y al judaísmo, es también parte de Alemania". Una postura conciliadora que no aplaca al movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida), que cada lunes se concentra en las calles, sobre todo del Este de Alemania. El último reunió a 25.000 ciudadanos.

Desde el 5 de enero, manifestantes por la multiculturalidad les dan la réplica. «Los turcos tienen miedo», resume Cemile Ciousouf, parlamentario turco-alemán del partido de Merkel. Tanto que unos 60.000 regresan a su país de origen cada año. "No importa el esfuerzo que hagas para demostrar que deseas la convivencia. No puedes ganarte el favor de los alemanes", lamenta Sirin Manolya Sak, una joven turco-berlinesa, ante una cámara de televisión. Una encuesta de estos días de la Fundación Bertelsmann le da la razón. El 57% de los alemanes puros ve una amenaza en la religión de Mahoma, el 40% se siente extranjero en su país y uno de cada cuatro prohibiría a inmigrantes de esta cultura.

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"En los próximos 20 años, el número de los convertidos británicos dará alcance a los que trajeron su fe aquí". Es el vaticinio de Rosa Kendrick, profesora y autora de una guía sobre el Corán para los profesores de Educación Religiosa en Reino Unido. Gran Bretaña completa el tridente de países con mayor número de musulmanes n Europa. Además cierra el abanico geográfico de su origen, ya que proceden de sus viejas colonias asiáticas: Pakistán, Bangladesh, India, Egipto o Jordania. Son los que más procrean de Europa. Duplican su población cada veinte años: de apenas 1,1 millones en 1990 pasarán a 5,5 en 2030. También llevan varias generaciones en el país, pero la mayoría están lejos de sentirse británicos. En ciudades como Birmingham (213.000 de su millón de habitantes son islámicos) o Bradford, con ochenta mezquitas para atender a sus 80.000 fieles, viven en auténticos guetos sin mezclarse con el resto.

Ayudas públicas

La Oficina Nacional de Estadística británica reconoce que los musulmanes tienen un 76% menos de posibilidades de lograr empleo. Una encuesta entre empresarios los definió como "desleales" y una "amenaza". Una dependienta musulmana provocó un gran debate al negarse a vender alcohol a un cliente en los almacenes Marks & Spencer. La empresa creó un código de conducta que permite a los trabajadores negarse a cosas que vayan contra sus costumbres. "Demasiadas contemplaciones", protestaron algunos. El caso es que los atentados de Londres del 7 de julio de 2005 (57 muertos) o el horror de descubrir que John, uno de los degolladores televisados del Estado Islámico, es londinense no parecen haber atizado el debate étnico en la política. Los radicales del Frente Popular Británico o la Liga de la Defensa Inglesa se basan más en el secular aislacionismo anglosajón que en echar a los pakistaníes, su mayor minoría.

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En casi todos los estados, incluida España, se acusa a muchos islámicos de vivir de ayudas públicas y aprovecharse de los servicios sociales. El investigador de Amnistía Internacional Marco Perolini admite que las tasas de ocupación en toda Europa son menores, aunque le resulta imposible avanzar cifras exactas. Pero también lo achaca a la discriminación. "En Europa existe la opinión cada vez más generalizada de que con los musulmanes no hay problemas... siempre que no sean demasiado visibles".

En los registros civiles de Bélgica, un patronímico se impone desde 2010. Mohamed. Es también la prueba de que los belgas, aún conmocionados con las operaciones policiales de esta semana que al parecer habrían abortado otra masacre, tienen una de las tasas de penetración islámica más altas de Europa, sobre todo en Bruselas. El sociólogo Jan Hertogen calcula que dentro de cinco años "sólo un tercio de los vecinos de la capital europea serán belgas". Más de 300.000 islámicos ocupan ya los barrios aledaños a la sede de las instituciones europeas. Toda una metáfora del Euroislam. En Amberes hay sectores que superan el 80%.

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"Si no te gusta la libertad, por amor de Dios, haz las maletas y vete. Y, si no te gustan los humoristas, ¡que te den!". El alcalde de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb, es una de las más relevantes presencias de un musulmán en la vida política europea. Llegó desde Marruecos a Holanda con quince años y es lo más querido en la ciudad, con su discurso callejero y directo que incluye "impedir el regreso de los que se van a Siria a luchar por el Estado Islámico". El país se sobrepuso al asesinato en Ámsterdam, a manos de un yihadista, del cineasta anticlerical Theo Van Gogh en 2004. Lo que no impide que el 40% de su población vea "incompatible" los estilos de vida occidental e islámico. También lo entendió así el 57% de los suizos que votaron contra la construcción de minaretes en 2009. "Los jóvenes serán los más afectados si la islamización triunfa", justificó satisfecho el diputado Ulrich Schlüer, promotor de la medida.

Ese mito de la invasión está en los debates de los sociólogos, en la visibilidad en las calles o en los cálculos electorales. "Es un miedo que no tiene sentido. Porque, aunque ocurra, será dentro de un marco legal. Aquí ya no hay choque de civilizaciones alguno", sentencia el investigador islámico Javier Rosón.

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«Cada segundo debemos demostrar que somos mejores»

Los musulmanes tenemos que demostrar cada segundo que somos mejores que los demás". Es el lamento del presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas, Mounar Benjelloun. La comunidad islámica española también ha sufrido decenas de ataques en sus lugares de culto en los últimos días. Frente a la escasa visibilidad de otros colectivos en Europa, aquí han hecho un enorme esfuerzo para hacerse ver y oír. Y han empezado por las cifras. 1.732.191 musulmanes (30% ya han nacido en España), 12 mezquitas y 1.279 lugares de culto ("como las iglesias de vuestros curas de barrio", recuerdan), 24 cementerios. Casi 250.000 alumnos musulmanes en nuestras escuelas. Son datos del Observatorio Andalusí de la Unión de Comunidades Islámicas de España. Su presidente, Riay Tatary, recuerda: "Nuestros hijos juegan en el patio del colegio con los vuestros desde hace cinco décadas. Solo nos separa la fe".

En sus informes también denuncian, uno a uno, los casos de islamofobia, aunque España es "el mejor ejemplo de cómo separar terrorismo de convivencia tras los atentados del 11-M en Madrid", insiste Benjelloun.

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Entre sus líderes duelen las pintadas como las que cubrieron estos días la Gran Mezquita madrileña del barrio de Tetuán. Pero sobre todo que se meta a sus fieles en el zafarrancho político, como ha sucedido en ciudades de Cataluña de gran presencia magrebí (Salt capital musulmana, Badalona o Vic) o en Vitoria, cuyo alcalde, Javier Maroto (PP), suele acusarles de "no querer trabajar y vivir de la ayuda social". Riay Tatary critica a los políticos porque "siempre que hay elecciones intentan arañar votos. No se debería mezclar papeletas con convivencia".

En los últimos años se han multiplicado los cursos y encuentros compartidos con las 1.300 entidades islámicas nacionales. Una iniciativa impulsada por la Casa Árabe y que su portavoz, Javier Rosón, defiende así: "Lo que hagan hacia fuera mejorará el interior de sus comunidades".

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