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El primogénito de la reina de Inglaterra tendría ya cerrada su hoja d ruta para cuando acceda al trono en el que lleva su madre 62 años.
Carlos el revolucionario

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Una biografía no autorizada del príncipe de Gales retrata a un rey dispuesto a dar un cambio radical a la monarquía, unos planes que «aterrorizan» a Isabel II

irma cuesta

Martes, 10 de febrero 2015, 12:48

Hace poco más de un año, cuando aún se escuchaban los ecos de la ceremonia del bautizo del príncipe Jorge, y medio mundo escudriñaba las fotos que mostraban la larga lista de aspirantes al trono británico, el abuelo del recién llegado sorprendió a propios y extraños con una aparición estelar en la portada de la revista Time. Una entrevista exclusiva firmada por Catherine Mayer -El príncipe olvidado fue el título- desvelaba que el heredero de Isabel II no tiene prisa -ni ganas- por convertirse en rey y que le aterroriza que la muerte de su madre le obligue a aparcar todo aquello que verdaderamente le gusta, léase pintura, ecología y medio ambiente, arquitectura, fundaciones de caridad...

Carlos permitió entonces que la directora de la publicación estadounidense compartiera con él jornadas de trabajo, visitara su residencia en Clarence House y hablara con sus amigos -es famoso el comentario de la actriz Emma Thompson asegurando que bailar con el príncipe es mejor que el sexo-. Era la forma de recuperar popularidad y de recordar que, por grande que sea el atasco sucesorio, solo hay un príncipe de Gales... y es él.

Aquello, sin embargo, no salió todo lo bien que le habría gustado. La Casa Real tardó minutos en precisar algunas de las conclusiones a las que había llegado la famosa periodista; especialmente las que apuntaban a la falta de interés del príncipe por cumplir con los deberes y obligaciones que el destino le tiene reservados.

Un año después, Mayer ha vuelto a convulsionar a los británicos publicando Carlos, el corazón de un rey, una biografía no autorizada que ya ha movilizado a los abogados del heredero que analizan -según publicaba el lunes el periódico The Daily Telegraph- si entre sus páginas hay algo "grosero, falso o perjudicial".

Un nuevo estilo

Mayer presenta a un príncipe dispuesto a dar un vuelco sin precedentes a la monarquía británica; y, según la prensa, lo que la autora anuncia como "un nuevo estilo radical de monarquía para el que sus súbditos no estarían preparados" estaría quitando el sueño a la reina, temerosa de que su hijo olvide que su trabajo no consistirá en gobernar, sino en reinar, tal y como ella lleva haciendo desde hace más de seis décadas.

Y es que, según Carlos, el corazón de un rey, el primogénito de Isabel II no tiene intención de aparcar sus múltiples campañas ni de abonarse a la discreción que ha caracterizado el mandato de su madre: "Me gustaría elevar las aspiraciones de la gente, y crear esperanza donde hay desesperación, y salud donde hay carencias", habría dicho a la escritora estadounidense afincada en Londres abriendo la puerta a un mar de posibilidades. De ser cierta la teoría de la periodista, mientras Carlos planea un nuevo modelo de monarquía -y su madre se esfuerza en recuperar el sueño- en su entorno proliferarían las conspiraciones. El libro pinta un escenario en Clarence House propio de la corte de Enrique VIII: asegura que el príncipe es inseguro y proclive a los arrebatos, y que en aquella casa las luchas internas y las traiciones son el pan nuestro de cada día. "La inseguridad y los arrebatos del príncipe de Gales, al que llaman el jefe, han creado un ambiente disfuncional; le gusta espolear la rivalidad entre sus consejeros y eso puede resultar estimulante o ineficiente, según se mire", afirma Meyer abriendo una nueva brecha en la corte británica, estos días sacudida por las amistades peligrosas a las que parece abonado el hermano del heredero, el príncipe Andrés, enredado en un feo asunto de abuso de menores de la mano de un viejo amigo: Jeffrey Epstein.

Por si no fuera suficiente con tener que lidiar con el affaire que salpica a su hijo favorito, la casi nonagenaria monarca se enfrenta ahora al libro de Meyer, que habría provocado la ira de Buckingham y de Clarence House.

Según fuentes cercanas a ambos, a la periodista se le habría ido la mano a la hora de interpretar las confesiones que -en un encuentro de nueve minutos- le habría hecho el heredero. Entre otras, que ya tiene un plan de actuación para sus primeros seis meses de reinado; que estaría dispuesto a cambiar el sistema de honores británico -la oficina del heredero ya lo ha desmentido-; o que el día antes de su boda con Diana estuvo a punto de suspender el enlace preocupado por la "inestabilidad psicológica" de su joven prometida.

No es difícil imaginar cómo ha sentado a tan egregios personajes semejante derroche de información, cierta o no, precisamente ahora que Isabel II entra en el crepúsculo de su reinado.

Aún así, las encuestas que acompañan a la presentación del libro que The Times publicará por entregas son esperanzadoras. Según parece, el 45% de los británicos opina que ese hombre que adora bailar, que no tiene móvil aunque sí una marca de whisky propia -Barrogill-, que siempre duerme desnudo y nunca come en los aviones; que apunta en una libretita que guarda en el bolsillo las tareas del día, que escucha a Mozart y Leonard Cohen, que conduce un Aston Martín de hace 44 años y opina sobre lo que le viene en gana, será un gran rey.

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