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Dos luchadoras entrenan en la Universidad de Tokio.
Ellas también quieren ser diosas

Ellas también quieren ser diosas

Las mujeres ganan presencia en el deporte japonés pese a tener prohibido pisar la arena sagrada del Kokugikan,el ‘templo’ del sumo

encarni hinojosa

Domingo, 22 de febrero 2015, 20:57

Hace 2.000 años surgió, dentro de la tradición de la religión sintoísta, una de las mayoritarias de Japón y con origen en el país, un ritual que se acercaba a las artes marciales: el sumo. Estos inicios ligados al misticismo otorgaban a los rikishi luchadores la analogía con los dioses. Por este motivo, la arena del centenario estadio de sumo de Tokio, el Kokugikan, se considera sagrada y sólo puede ser pisada por hombres. Las mujeres, incluso las que son rikishi, lo tienen prohibido.

La tradición nipona, en alguno de sus aspectos, va ligada al machismo y el deporte nacional del país es un claro ejemplo de ellos. La Asociación Nacional de Sumo, que gestiona este deporte de contacto en el país asiático, no permite la profesionalización de las mujeres. Las rikishi sólo pueden practicar y competir sumo en torneos amateur, pero no tienen acceso a los profesionales.

Afortunadamente, las luchadoras tienen otro organismo nipón que está de su lado, la Federación Internacional de Sumo. En ella, desde 2001 se incorpora una sección femenina sénior y otra femenina junior en los Campeonatos del Mundo de Sumo Amateur. Además, esta entidad vería con buenos ojos proponer la presencia de la vertiente no profesional de este deporte en los Juegos Olímpicos, con distintos pesos y, por supuesto diferenciando claramente las secciones masculina y femenina.

Las rusas, las mejores

Las categorías de mujeres en estos torneos internacionales se dividen en ligero (menos de 65 kg.); peso medio (entre 65 y 80 kg.); peso pesado (más de 80 kg.); y abierto (sin restricción de peso). Unas cifras que distan mucho de los 150 kilos de media de un rikishi profesional. La competición del año pasado, décimo torneo femenino, se celebró en Taiwán y las campeonas fueron tres rusas y una ucraniana. Con respecto a la sección por equipos, Rusia se llevó la medalla de oro, Ucrania la de plata y finalmente Japón tuvo que compartir el bronce con Taipei. Las japonesas sólo obtuvieron el oro en dos ocasiones, en 2002 y 2010, y las rusas lideran hegemónicamente la clasificación con seis metales dorados.

En el presente año, las niponas tienen una buena oportunidad para intertar alzarse campeonas, ya que la competición internacional vuelve a celebrarse en Japón, concretamente en Osaka, el último fin de semana de agosto, casi diez años después del último torneo en el país del sumo.

Las medidas de la Federación Internacional distan de las tomadas por la Asociación Nacional de Sumo, simpre bastante hermética, anclada en la antigüedad y rodeada de polémicas como agresiones fuera de la arena o vinculaciones con la yakuza, la mafia japonesa. El organismo más abierto y moderno del sumo busca sin embargo incentivar en el país un deporte que, a pesar de ser el nacional, no es asequible a la población.

El primer objetivo de la Federación Internacional de Sumo se encuentra en las escuelas, donde, actualmente, en las competiciones infantiles de este deporte la proporción es de una alumna por cada 300 alumnos. Los campeonatos mundiales y, si se consigue, la disciplina olímpica podrían aumentar la popularidad entre los más pequeños y abrir las puertas de un deporte pensado, en sus orígenes, para los dioses.

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