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carlos benito
Jueves, 26 de marzo 2015, 13:02
Hubo una semana, el mes pasado, en la que coincidieron las dos en los expositores de la prensa. Mientras sus parejas protagonizaban las primeras páginas de los diarios, todos pendientes del encontronazo feroz entre el nuevo Gobierno griego y el Eurogrupo, las revistas del corazón prefirieron fijarse en las mujeres. Dánae Stratou, esposa del estelar ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, aparecía junto a su marido en la portada de You: eran ya la pareja de moda, gracias a esa fórmula infalible que combina éxito, buena planta y atractivas historias personales. Tan pronto como el economista de la sonrisa maleable se convirtió en mascarón de proa del Gobierno de Syriza, el matrimonio se volvió casi omnipresente y empezó a acaparar papel satinado. Más inesperada -y, sin ninguna duda, indeseada- fue la irrupción de la otra mujer en este colorista mercado del cotilleo: Hello! dedicaba su espacio principal a Peristera Batziana, la compañera del primer ministro, Alexis Tsipras. Y todo el mundo en Grecia sabe que Peristera es alérgica a figurar, enemiga de lo superficial, capaz de oponer una resistencia numantina a las implicaciones frívolas de la jefatura de Gobierno.
«Por primera vez, en Grecia estamos viendo a personajes de la política recibir el tratamiento que se da a los famosos. Alguna vez tenía que ocurrir aquí lo que pasa hace años en el extranjero: los políticos se han vuelto celebrities y hacen el papel de familia real», analiza, con cierto asombro, el periodista Kostas Giannakidis. Esta nueva tendencia ha fagocitado a las dos mujeres, pese a que presentan perfiles muy dispares, casi opuestos. De nuevo se puede recurrir a la hemeroteca para ilustrar esta diferencia, porque cada una de ellas ha quedado ligada a un reportaje que se podría calificar de desacertado. Sobre Peristera -que, en griego, significa Paloma- hay que recordar un texto publicado por Vogue, tan incongruente que parecía humorístico: se titulaba Lo que debería ponerse la nueva primera dama de Grecia y proponía «su guardarropa ideal», repleto de diseños de «corte cuidado» firmados por Alexander McQueen o Balenciaga. A ojos de Peristera, que detesta ir de compras y ha sido fotografiada con modelos de Desigual, ese ropero debía de parecer la mismísima boca del infierno. En cuanto a Dánae y Yanis, han culminado su escalada de apariciones en la prensa con su controvertida presencia en Paris Match. En este caso, el desacierto ha sido suyo: posaron cenando y haciéndose arrumacos en la azotea de su apartamento con vistas a la Acrópolis, en una estampa incorregiblemente pija, poco propia de un gobernante de izquierdas en un país corroído por la crisis. El ministro se ha declarado «arrepentido» de esa sesión fotográfica.
Sobre un descampado
Con su actitud discreta a ultranza, casi secretista, Peristera Batziana ha conseguido que su biografía pública quede reducida a cuatro trazos, algo así como un esquema básico de su vida. Se sabe que nació en 1974 en Karditsa, una pequeña ciudad de la región de Tesalia, y que conoció a Alexis Tsipras en el instituto: juntos participaron en las protestas estudiantiles de los años 80, juntos militaron en las juventudes comunistas y juntos han continuado hasta hoy, sin casarse pero con dos hijos, Orfeo Ernesto -su segundo nombre es un tributo al Che- y Foebus. Se sabe también que es ingeniera eléctrica y que se enfrentó en los tribunales a un profesor por un conflicto sobre su tesis doctoral. Y poco más: que el primer ministro la llama Betty y que la familia sigue viviendo en el número 74 de la calle Armonía, en el barrio obrero ateniense de Kypseli. Su casa está en el séptimo piso de un baqueteado edificio de apartamentos, con una panorámica privilegiada sobre un descampado no muy limpio.
En 2012, cuando Syriza dio su primer aldabonazo electoral, la prensa se lanzó a rebuscar fotografías en las que apareciese Peristera, pero el botín de aquellas pesquisas resultó llamativamente escaso, como si ella siempre hubiese tenido cuidado de no dejar mucho rastro. Y no puede decirse que sus apariciones en sociedad se hayan multiplicado ahora que su pareja es primer ministro: estuvo presente en la primera sesión parlamentaria de la legislatura, pero su asistencia se interpretó como un detalle excepcional, un paréntesis brevísimo en su habitual reserva.
Dánae Stratou, en cambio, tenía ya cierta costumbre de tratar con los medios antes de que su esposo saltase a la primera plana política. Su madre, Eleni Potaga-Stratou, es una de las artistas plásticas más conocidas del país, algo muy parecido a una leyenda. Su padre, Faedón Stratos, pertenece a una familia de industriales multimillonarios: es hijo de uno de los fundadores de la firma textil Piraiki-Patraiki, que tuvo su germen en una fábrica de medias y acabó convertida en el segundo empleador griego, por detrás sólo del sector público. Dánae nació en Atenas en 1964 y, aunque de pequeña le encantaba ayudar a su padre en tareas mecánicas, finalmente siguió la senda trazada por la madre: se convirtió en una reputada artista de vanguardia que ha expuesto en medio mundo, incluidas las bienales de Valencia y Sevilla. Su trabajo más conocido es El aliento del desierto, una composición de land art realizada en 1997 en el Sahara egipcio: son dos espirales concéntricas formadas por enormes conos de arena y profundos agujeros, abiertos con excavadora. Algunos, al localizarla a través de Google Earth, la han confundido con la huella de una visita extraterrestre.
La calamidad personal
Dánae ya había estado casada con George Momferatos, hijo de un editor de periódicos asesinado por la extrema izquierda, con el que tiene dos hijos. En un evento cultural conoció a Yanis Varoufakis, que acababa de romper con su primera esposa: en 2005 ella había decidido regresar a su país, Australia, y se llevó a la hija de ambos. El propio ministro ha escrito que perder a la niña le dejó «en estado de shock», pero su posterior relación con Dánae logró llevarle «de la calamidad personal a la esperanza recuperada». Los dos son aficionados a las motos de gran cilindrada y han trabajado juntos en algunos proyectos artísticos, como el que les llevó a varias fronteras discutidas del planeta, como las de Cachemira o Kosovo. Hoy parecen seguir muy compenetrados. «Nos divertimos haciendo las cosas que nos importan», resume él. «Hemos estado siempre en la misma longitud de onda -ha declarado ella al dominical Proto Thema-, nunca nos aburrimos el uno del otro».
En verano, en la isla de Egina, uno puede cruzarse con cualquiera de las dos parejas. El primer ministro y su mujer suelen pasar unos días en la propiedad de unos amigos, y algunos todavía no se han olvidado de haber visto a Tsipras desmelenándose con una canción de Kiss en un bar local. Dánae Stratou es propietaria, desde su primer matrimonio, de una hermosa y moderna casa de piedra a pocos metros de la iglesia de San Jorge. Si todos ellos se mantienen fieles a sus costumbres, los paparazzi griegos podrán afrontar dentro de unos meses un reto difícil pero muy jugoso: el de retratar juntas a las dos primeras damas.
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