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daniel vidal
Miércoles, 8 de abril 2015, 11:34
Los 800 euros que gana al mes el padre Juan Luis García, párroco de Santa María de la Quinta Angustia, en La Puebla de Don Fadrique (Granada), no dan para muchos dispendios. Pero a uno de sus pocos caprichos le saca un tremendo partido. Además de ser su uniforme diario, la última sotana comprada en la calle San Bernardo de Madrid, hecha a medida, le sirve para soltar unas carcajadas con los chavales del pueblo cuando se coloca las gafas de sol y sale a la calle:
- ¡Mirad! ¡Matrix!
- Hola, chicos. Soy Neo.
El cura responde guasón y proclama "¡Viva la sotana!", como en el documental del mismo nombre, para cantar las alabanzas de esta prenda talar, ·el hábito por excelencia del sacerdote· y la mayor debilidad de este pater de 38 años a la hora de hablar de moda divina. "Yo voy siempre vestido con la sotana. Para el vestuario soy muy barroco, muy clásico, y esta prenda sirve para todo. ¡Hasta se puede jugar al fútbol con ella!". Para dar fe de ello, recuerda la genial foto de Ramón Masats de 1959, en la que un seminarista se marca una palomita en sotana. Juan Luis García presume de una "negro satén, muy bonita y que no se lía entre las piernas, comprada en Florencia", pero admite que una de sus últimas sotanas la eligió por internet. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos. "Es de algodón y fibra y no hace falta plancharla cuando la sacas de la lavadora". Un hombre práctico.
Los catálogos de ropa para el clero no son tan extensos como los de Zara, pero los sacerdotes también pueden encontrar todo lo necesario para renovar el armario de casa y de la sacristía en las numerosas tiendas que suministran este tipo de productos desde hace décadas a pie de calle. O bien navegando por la red. A golpe de ratón, la oferta es casi inabarcable: casquetes, roquetes, estolas, cíngulos, las indispensables camisas clergyman -para colocarse el alzacuellos, en varios colores-, cinturones, guantes y calcetines de algodón de los de toda la vida o de hilo de Escocia, algo más caros. Para los quisquillosos con los complementos ceremoniales también hay palios de varios precios, crucifijos a 30 euros, fajines por 100, y hasta mitras que suben hasta los 600 o los 700 euros, con encajes de oro. Por no hablar de las casullas, que online se venden por 6.000 euros.
Granda es una de las tiendas con más solera de Madrid, fundada en 1891. Ahora se codea, en plena calle Serrano, con boutiques tan cool como Louis Vuitton, Bulgari, Yves Saint Laurent, Loewe o Rolex. En Granda, sin embargo, se venden desde tirillas para cuellos de camisas clergyman, a un euro, a gigantescos retablos artesanales para iglesias (por encargo), pasando por una modesta dalmática realizada en damasco de viscosa y rematada con galones dorados, a 600 euros. Hay para todos los gustos y para todos los bolsillos, aunque predominan las ricas telas hechas a mano en talleres propios. De Granda salieron las vestimentas que utilizó Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, en Madrid, además de 16.000 casullas y estolas para sacerdotes, obispos y cardenales.
Custodias a 24.000 euros
Este taller, en un primer momento, y por el empeño personal del sacerdote Félix Granda y Buylla, el fundador, se dedicaba a la cuidada elaboración de arte sacro: cálices, copones y relicarios que aún siguen encontrando salida por los cinco continentes. Un sagrario vale aquí 15.000 euros. Una custodia de plata, 24.000, y tarda menos de tres meses en llegar a su destino. "Pasión, excelencia y arte" son los tres pilares de la empresa, especializada en el bordado a mano y una de las pocas del mundo que domina con maestría esta técnica con hilos de seda. Si hace falta un mantel de altar especial, aquí hay uno 100% de lino, con caídas de encaje granadino con hilo dorado. ¿Túnica de gala? Disponible en seda, raso y brocado oro, con tisú de oro, por 4.000 euros. "La calidad te la cobran", explica García. "Si yo pudiera..." fantasea. Los obispos españoles, al parecer, tampoco son habituales aquí: "¡Si ganan 1.200 euros!", explica el cura de La Puebla de Don Fadrique. Por supuesto, también hay prendas a precios razonables, pero "Granda es la Gammarelli española".
Se refiere Juan Luis García a la Sartoria per Ecclesiastici, como aclara el cartel que ilumina la puerta de la sastrería Gammarelli desde 1798. Detrás del Panteón, junto al elefantito de Bernini y en la Via di Santa Chiara, Gammarelli lleva mucho tiempo vistiendo a papas y cardenales de Roma. También, a obispos y sacerdotes de todo el mundo que se acercan en peregrinación a este pequeño comercio italiano con grandes cajones de madera y sastres armados con cintas de costurero en los hombros, corriendo de un lado para otro, tomando medidas a la curia.
Gammarelli se esconde entre decenas de tiendas de moda, decoración y todo tipo de complementos eclesiásticos que se amontonan en la zona de la Via Cestari, en el Vaticano: Salustri, Giamperi, Gaudenzi... Pero este local es "la pata negra mundial" de la moda talar, se entusiasma el padre Juan Luis. Además, son los sastres oficiales del Papa. "Yo no he comprado nada allí, aunque he pasado por delante varias veces. He acabado en tiendas más acordes con mi poder adquisitivo". Y eso que se pueden conseguir los calcetines de hilo de Escocia, en varios colores, que utilizan los mismísimos ministros de Dios. A 16 euros y en varios colores, gris, negro y púrpura. "Algo tengo de Barbiconi, que es algo así como el Mercadona de estos comercios". De Ritis, por ejemplo, es un local enorme con dos plantas, pero subir al piso de arriba está terminantemente prohibido para los seglares: allí guardan la ropa íntima para monjas y curas. En serviclero.com, la cosa está más accesible: unos calzoncillos cuestan poco más de cinco euros.
En Italia, más barato
Porque tampoco hay que ponerse tiquismiquis a la hora de vestir a un obispo. En cualquiera de estas tiendas se puede conseguir un vestuario completo por poco más de 300 euros. En Italia, de hecho, "todo es más barato" cuando se trata de renovar el armario. Una casulla de pura lana no llega a los 200 euros. Incluso si es del llamado modelo oro. "Lo suyo es que tenga una buena relación calidad precio", defiende el padre Juan Luis. "No veo mal que haya prendas de buena calidad por las que se pague un precio alto. La Iglesia da trabajo a este sector". Y en Barbiconi, por ejemplo, están encantados. Sobre todo con los nombramientos de nuevos obispos, "que es lo que da dinero", explican en la tienda. "Ahí está el verdadero negocio, porque pasar de cura a obispo es un cambio más costoso que luego de obispo a cardenal. Lo único que cambia después es el color, del violeta al rojo".
No parece, sin embargo, que estos sean los mejores tiempos para el sector. La austeridad es una de las señas de identidad del Papa Francisco. Su Santidad es poco amigo del oro y el terciopelo, y quiere una Iglesia austera. Ya quedó claro cuando, bajo los rótulos de habemus papam, aparecían los zapatos negros y gastados del nuevo pontífice. Bergoglio no necesitaba un calzado de Prada, como Ratzinger. A él le va más eso de sacar sonrisas a los críos, como a Juan Luis.
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