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Cierra el modisto de la alta sociedad

Miguel Palacio, arruinado, clausura su tienda en el barrio de Salamanca de Madrid. Es el último grande al que la crisis pone en apuros

julia fernández

Domingo, 26 de abril 2015, 21:24

El barco de la moda española hace tiempo que dejó de ir viento en popa. El último en tocar fondo ha sido Miguel Palacio. El modisto bilbaíno, cuyas prendas han encandilado a la alta sociedad española y que tiene en la modelo Laura Ponte a su musa, se enfrenta a una situación difícil. Acaba de cerrar la lujosa tienda de Madrid que abrió en el mismo edificio donde reside, en el meollo del barrio de Salamanca. Fuentes cercanas al diseñador confirman sus problemas financieros. Tiene deudas por más de un millón de euros entre hipotecas y préstamos personales, aunque trata de reconducir la situación. «Estoy pasando un mal momento, pero sigo luchando», ha admitido a Vanitatis.

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Su guerra se libra ahora desde su piso, en el número 26 de la calle Montesquiza. Allí tiene instalado su taller y, desde hace unos días, lo que él llama tienda, según indica en el portero automático. Recibe a las clientas en su propio hogar, algo muy vintage, pero que en su caso es por obligación. Palacio ha encallado tras 25 años batiéndose el cobre en el mundo de la moda. Empezó en los años noventa junto a Fernando Lemoniez. Su matrimonio duró nueve años y acumuló notables éxitos y galardones. En 2000, decidieron volar cada uno por su lado.

Miguel Palacio creó la marca que lleva su nombre y fue expandiéndose. Eran los tiempos de bonanza. En 2010, recibió el prestigioso premio LOréal a la mejor colección otoño-invierno de Cibeles y, además, hizo los vestidos de novia de Laura Ponte y Rosario Domecq, esposa de El Juli, lo que catapultó su lista de pedidos. También aprovechó el tirón para unir su nombre al de Hoss Intropia, una alianza que le lanzaba al mercado internacional: 1.500 puntos de venta en 48 países. Duró tres años. El vínculo se rompió hace uno. A lo largo de los últimos meses, el negocio de este hombre, que en realidad iba para abogado, se ha apagado poco a poco.

En aprietos

  • Victorio y Lucchino. Los modistos sevillanos se declararon en concurso de acreedores a principios de 2013. Acumulan unos 9 millones de euros de deudas (sobre todo con el banco), aunque no han dejado de trabajar en ningún momento. Están «dando los pasos» para pagar a sus acreedores y continuar en el negocio, según confirman desde su taller. De hecho, han subastado uno de sus locales de Sevilla y negocian vender su empresa Patrimonio de la Moda, que comercializa 40 productos con su nombre.

  • Adolfo Domínguez. La firma gallega está inmersa en un fuerte reajuste desde 2012. Ha cerrado 120 tiendas y destruido 600 puestos de trabajo. Sin embargo, los últimos datos parecen darles un respiro. Las pérdidas continúan, pero son menores. En el primer semestre de 2014 los números rojos fueron de cinco millones, un 45% menos que en mismo periodo de 2013.

  • Devota&Lomba. La firma del diseñador vitoriano Modesto Lomba ha comenzado una nueva etapa dentro del entramado del grupo Kangaroos. Unir sus fuerzas con la empresa toledana le da alas para recuperarse de una crisis que le dejó al borde de la quiebra hace un par de años, cuando se declaró en concurso de acreedores.

Su historia, sin embargo, no es nueva. Es solo el último caso de una larga lista. Antes que él, otros grandes nombres han pasado apuros, como David Delfín (que consiguió solventar su bache), Adolfo Domínguez (que ha cerrado 120 tiendas), Carmen March (que desmanteló su taller en 2010, pero fue fichada por Cortefiel como directora creativa tres años después), Javier Larraínzar y Elio Berhanyer. Estos dos últimos han dicho adiós de forma definitiva. Larraínzar se ha reciclado en empresario de un chiringuito de lujo en Marbella. Mientras que Berhanyer, de 86 años, sigue esperando un cambio en la tendencia para volver a la alta costura, una situación que ya vivió a finales de los setenta.

El negocio de Asia y Oriente

La crisis se ha cebado en un área a la que el low cost también ha pegado un buen mordisco, a veces copiando sus propios diseños y vendiéndolos a un precio tres veces inferior, y en el que chocan dos campos casi antagónicos: la creatividad y el negocio. Los expertos coinciden en que muchos profesionales se han centrado durante años en su labor artística, desatendiendo la parte empresarial. La recomendación es formar un equipo multidisciplinar en el que haya quien se encargue de los números.

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Aunque tampoco es la panacea. El vitoriano Modesto Lomba lo tenía cuando en febrero de 2013 se declaró en concurso de acreedores. En 2009, su «asesora financiera» le dio un toque, pero hizo oídos sordos. Tres años y medio después se vio con el agua al cuello. La crisis había recortado drásticamente las ventas y los ingresos no cubrían los gastos fijos asumidos cuando la facturación era mayor. El año pasado, su situación se resolvió. Su firma, Devota&Lomba, se refugiaba bajo el paraguas del grupo Kangaroos, lo que le ha permitido continuar en la brecha. La unión, en este caso sí, hace la fuerza.

La burgalesa Amaya Arzuaga es otra de las que ha remontado el vuelo tras «un pequeño ERE de cinco personas». Hace una semana, obtenía el Premio Castilla y León de las Artes por «la originalidad y el atrevimiento» de su trabajo, dos valores que no solo aplica al proceso de diseño, sino al propio negocio. En los últimos tiempos se ha volcado en las ventas por internet y en los mercados externos «que no están en crisis» para cuadrar las cuentas, pero sin olvidarse de «la creatividad». «El motor de nuestra empresa ahora está en Asia y Oriente», reconoce la modista. No es la única. Roberto Verino ya lo admitía hace un par de años: «Cada vez hago más ventas en China, Emiratos Árabes y EE UU».

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«El público de Latinoamérica, de Nueva York y de París tiene hambre de firma española». Así lo aseguraban hace dos días Victorio y Lucchino en la I Semana del Diseño de Cantabria. Esta pareja de modistos sevillanos sigue «dando los pasos» necesarios para salvar su firma de la quiebra. En enero de 2013 se declararon en concurso de acreedores y desde entonces no han dejado de trabajar para saldar sus deudas unos 9 millones de euros, y seguir con el negocio. No se equivocan al hablar de ese interés que hay fuera por lo que se hace aquí dentro. La semana pasada la Asociación de Creadores de la Moda de España (ACME) llevó, por segunda vez consecutiva, el trabajo de 34 modistos a la capital francesa para captar clientes.

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