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isabel ibáñez
Miércoles, 29 de abril 2015, 21:47
El concepto de mujer trabajadora invoca al 8 de marzo, a reivindicaciones igualitarias... También se utiliza por aquí en inglés; sin embargo, working girl toma otra dirección y conduce al reclamo con el que las revistas de moda intentan vender a sus lectoras propuestas para ir guapas a trabajar. Viendo a las modelos, parecen ser abogadas, empleadas en despachos, secretarias... con holgado poder adquisitivo. Como Amal Alamuddin, la abogada esposa de George Clooney que se ha convertido en icono de este concepto. Como en su día lo fueron las ejecutivas de la película Armas de mujer (1988). Y mucho antes, en los años 30 y 40, Joan Crawford se convirtió en el prototipo de la working girl, aunque con un fondo bien diferente, porque el significado ha variado con el tiempo.
La doctora en Historia del Arte e investigadora Carmen Guiralt Gomar escribió en la revista Ars Longa. Cuadernos de Arte el artículo Joan Crawford: creación de la working girl y continuidad de la Fórmula Crawford (2008). Aborda cómo la actriz encarnó en muchos de sus filmes a la "nueva mujer, pero no en un sentido laudatorio del término, sino más bien en conexión con la idea de los duros tiempos que vivió Norteamérica tras el crack de 1929. Possessed (Amor en venta, Clarence Brown, 1931) se realizó en plena época de la Depresión. Entonces, las que se veían obligadas a trabajar fuera, las working girls, eran en su mayoría pobres, desesperadas por sobrevivir. Sus empleos eran deplorables y mal pagados: camareras, bailarinas, trabajadoras de fábrica, encargadas de guardarropía y, en el mejor de los casos, dependientas u oficinistas. Así se produjo la fuerte identificación del público femenino con Crawford. Ella era el modelo a seguir; el sueño hecho realidad, la Cenicienta".
Porque en aquel tiempo era muy extraño ver a una career woman (mujer de carrera) tanto en el cine como en la vida, que es a lo que evolucionó el concepto. "La idea de working girl ha cambiado a través de las décadas. Nada tiene que ver con lo que significa ahora: profesionales, independientes, con poder adquisitivo y a menudo atractivas y con estilo. El concepto de working girl actual sería el equivalente al de la antigua career woman". Ahora bien, con un matiz importante, aquel cine pintaba a la mujer de carrera bien distinta a la de hoy. "Había dos tipos: la masculinizada, en puestos de categoría y con éxito en los negocios, con traje de chaqueta sin gracia y de corte varonil, a veces con corbata, el pelo corto, sobrio y sin arreglar. Y luego estaba la huraña, inflexible, de mal carácter e infeliz". Guiralt señala el "contundente mensaje que transmitían casi todos los filmes de career women del Hollywood clásico: la incompatibilidad de la mujer trabajadora y a la vez esposa y/o madre. Es decir, la que escogía desarrollar una profesión tenía una vida amorosa desafortunada y se veía confinada a la soledad. Y a la soltería".
Al revés de lo que se propugna hoy, una mujer trabajadora, con carrera, que además es madre, ama de casa, deportista... Carmen Guiralt cree que a la working girl se le exige más que nunca: "Que sea una auténtica profesional en su campo de trabajo y a la vez que tenga un físico acorde con sus capacidades: agradable, atractiva y elegante, por no decir impecable". Solo hay que ver cómo define a estas mujeres el blog La Clé Privée del Hola: "Además de trabajadoras (bien sea dentro o fuera del hogar) son amas de casa, madres, consejeras, educadoras, psicólogas, y un larguísimo etcétera Sin embargo, las jornadas maratonianas no les impiden (salvo contratiempos) seguir siendo coquetas a la hora de pisar las aceras y acudir a sus puestos de trabajo. Cada mañana determinan su vestuario, intentan encontrar la mejor forma de sujetar el cabello, se sonrojan tras un maquillaje natural y salen dispuestas a ganar la batalla a jornadas inmensas".
Tacones de aguja, faldas tubo... ¿Realmente son propuestas cómodas para soportar la jornada laboral? La estilista freelance Blanca Unzueta, que imparte talleres para interesados en esta profesión (www.blancaunzueta.com), lanza un mensaje tranquilizador, insistiendo en la heterogeneidad de las propuestas: "La selección de zapatos planos es muy amplia. Los tacones aportan un plus: más aplomo, glamour hasta mejor postura y mejores piernas. En contrapartida, los zapatos planos resultan ultra cómodos y pueden resultar muy cool con el atuendo y la actitud adecuadas. Las últimas temporadas incluso han visto el auge de las deportivas para trabajar". Sí, de hecho ya nos sonaban de los 80, gracias a Armas de mujer y la serie Luz de luna: trabajadoras de todo el mundo empezaron a vestir traje de falda y chaqueta (con hombreras) y las Reebok o New Balance de Cybill Shepherd.
Tacones y zapatillas
Guadalupe Cuevas, asesora de imagen y personal shopper (www.fashionassistance.net), recuerda que en Armas de mujer, cuyo título original, por cierto, es Working Girl, Melanie Griffith daba vida a una secretaria que suplanta a su jefa y le coge prestada la ropa para que la tomen en serio. "Deja atrás su melena cardada, bisutería barata y ropa llamativa para convertirse en una auténtica ejecutiva con clase. Incluso lleva americanas de su novio, Harrison Ford. Era 1988 y las mujeres en puestos ejecutivos no abundaban en España. Creo que la película fue todo un referente para mujeres que no tenían muy claro cómo vestirse acorde a su puesto de trabajo. Vimos a muchas llegando al trabajo calzando playeros, para inmediatamente cambiarlos por unos zapatos de tacón, algo que en España llamó mucho la atención".
Unzueta recuerda que las revistas llevan décadas usando este concepto para englobar los looks y tendencias que mejor se ajustan al ámbito laboral. Ojeando esas publicaciones, la idea en sí resulta amplia, lo mismo parecen valer tacones de aguja que zapatillas de correr, minifalda con chaqueta o un vestido de cóctel. "Hay ámbitos laborales en los que los códigos son más estrictos, pero en otros hay una enorme libertad y el sector de la moda trata de dar respuesta a un espectro amplio de mujeres. Cada una adaptará su estilo al perfil de su actividad, empresa y momento. Trabajar no está reñido con lucir buen aspecto y es independiente del poder adquisitivo, las firmas low-cost ponen la moda al alcance de todas".
Es algo que ya pasó con Crawford: en la cinta Letty Lynton, (Clarence Brown, 1932), llevaba un vestido de organdí blanco almidonado. Cuenta Guiralt que los grandes almacenes Macys lo ofertaron en copias prêt-à-porter causando una auténtica conmoción: vendieron 500.000. "Cierto que Crawford no representaba en esa película a una working girl, pero el que se acercara a su público a través de su vestido en copias de prêt-à-porter la aproximaba a su audiencia de clase trabajadora".
El único elemento que parece repetirse hoy es un gran bolso o cartapacio colgado del antebrazo: "No creo que haya elementos imprescindibles; en cualquier caso, americanas, faldas pencil, pantalones masculinos, camisas y blusas dan juego. Los bolsos han adquirido una enorme importancia en los últimos años, para las grandes marcas son una de las principales fuentes de ingresos e invierten mucho dinero en publicidad destacando siempre este objeto aspiracional que algunas mujeres consideran una inversión". Lo ve imprescindible para la trabajadora, porque es útil y aporta estatus.
Las revistas hablan continuamente del look working girl poniendo como ejemplo a Amal Alamuddin (ahora Amal Clooney), para Guadalupe Cuevas "un claro ejemplo de cómo vestir muy bien con gusto y con dinero. Cada uno de sus estilismos está valorado en miles de euros. Impecable en el juzgado, donde viste toga y llega con modelazos de sus firmas favoritas, Prada, Gucci, Giambattista Valli, Stella McCartney...". Considera Cuevas que es discreta en sus apariciones profesionales, con un estilo impecable y elegante, mientras que en sus salidas privadas lleva las últimas tendencias, "desde vaqueros rotos, estampados animales, tops por encima de la cintur, o minifaldas para lucir sus esbeltas e interminables piernas".
También suele aparecer ligada a este concepto la Reina Letizia, que utiliza el estilo ejecutivo, "apuesta segura con la que consigue un look correcto sin arriesgar", prosigue la asesora de imagen, que califica sus estilismos de sobrios, a veces demasiado. "Trajes de chaqueta oscuros que parecen iguales, de Varela o Boss, tops de Mango o firmas low-cost y zapatos de salón de tacón. Para afianzar este look de trabajo se ha abonado al maletín. La Reina consigue así estilismos correctos sin más. Si no piensa cambiar de diseñadores, necesita complementos que marquen la diferencia". ¡Qué lejos quedan aquellas working girls proletarias de Crawford!
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