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Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, duque de Huescar.

Los nobles más nobles

Carlos Fitz-James Stuart está a punto de asumir los títulos de su madre. Los Alba son, con mucho, los más ricos dentro de un club, el de la aristocracia española, en permanente batalla

irma cuesta

Jueves, 7 de mayo 2015, 19:45

Contra todo pronóstico, dado que la norma entre los miembros del exclusivo club de la nobleza española es esperar un año -luto obliga-, Carlos Fitz-James Stuart podría convertirse en el XIX duque de Alba de Tormes, de Liria y Jérica y conde de Lemos, Miranda del Castañar y Monterrey antes de que acabe mayo. Cuando el proceso de asunción de dignidades haya terminado, el primogénito de Cayetana de Alba habrá recibido los 45 títulos que ostentaba su madre al morir después de haber repartido entre el resto de sus hijos otra buena parte. Entre ellos catorce títulos de Grandeza, la máxima dignidad de la nobleza de este país dentro de la jerarquía nobiliaria. Una herencia que no solo llenará sus tarjetas de escudos y le permitirá renovar los bordados de su fondo de armario, también le obligará a trabajar por preservar el enorme legado artístico e histórico acumulado por su familia a lo largo de los últimos cinco siglos con un valor estimado entre los 2.200 y 3.000 millones de euros. Los Alba no son solo uno de los grandes linajes de la aristocracia, también son los más ricos.

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Aunque puestos a hacer una lista, los expertos coinciden: los cuatro grandes más grandes son, por este orden, los descendientes de las casas de Medinaceli, Alba, Osuna y Medina Sidonia. Y es que, por más que siempre se haya colocado a los Alba al frente de la nobleza española, otro duque de pata negra, Marco Hohenlohe-Langenburg y Medina, jefe de la casa de Medinaceli y heredero de la rama mayor de los reyes de Castilla, es, según los iniciados, el más grande.

Aunque de un par de siglos a esta parte nobleza y dinero no han ido siempre de la mano, sigue habiendo entre ellos ricos muy ricos, y los Alba son uno de ellos.

El heredero de Cayetana ha quedado al frente de una de las familias más poderosas del país, la novena más rica según la lista Forbes, aunque necesitada de liquidez para mantener su ingente patrimonio, como reconocieron los Alba cuando su Fundación trató de subastar por 21 millones de euros una carta de Cristóbal Colón a su hijo, intento que fue frenado por el juez.

Bajo el manto de la casa que preside Carlos Fitz-James Stuart uno encuentra castillos medievales en La Coruña, Monforte de Lemos, Ávila, Cuenca o Segovia -por citar solo algunos-, y palacios como el sevillano de Dueñas y el de Liria, su hogar en Madrid. La que ha sido durante décadas la residencia oficial de familia es, sin duda, una de las joyas de la corona no solo por fuera. Pocos pueden darse el gusto de desayunar frente a obras de Fra Angelico, Goya, Mengs, Rubens, Rembrandt, El Greco, Luca Giordano, Reni, Guardi, Ribera... Y no solo eso: la Casa Alba posee 34.000 hectáreas de terreno (equivalente a la mitad de la isla de Menorca) repartido entre Salamanca, Ávila, Córdoba y Sevilla y comercializa aceite, carne de vacuno, ibéricos, cerveza artesanal... a través de la marca de productos gourmet con su nombre.

Según el vizconde de Torre Hidalgo y caballero de la Orden del Águila de Georgia, José Miguel Carrillo de Albornoz y Muñoz de San Pedro, detrás de los descendientes de Doña Cayetana -no en prosapia sino en fortuna- estarían los Medinaceli. Un ducado cuya corona ostenta actualmente Marco Hohenlohe-Langenburg y Medina, nieto mayor de Victoria Eugenia Fernández de Córdoba. "En cuanto a patrimonio histórico, las casas de Alba y Medinaceli siempre han estado equiparadas. Piense usted que Dueñas era una casita añadida al Palacio de Pilatos, de los Medinaceli, sin duda el más importante de España. Siempre tuvieron más poderío, pero solo hasta que el padre de la anterior duquesa hizo testamento a favor de su segunda mujer. Frente a eso, el matrimonio de Cayetana con Jesús Aguirre marcó un hito. Él fue quien creó la Fundación y quien la transformó en una casa próspera".

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Tiempos convulsos

Aún así, la familia de los famosos Rafael y Luis Medina Abascal, primos del actual jefe de la casa, mantiene el imponente palacio de Pilatos en Sevilla; el Hospital San Juan Bautista de Toledo, la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda y el palacio de Oca en Santiago de Compostela. Ellos, además de haberse empobrecido considerablemente en las últimas décadas, viven tiempos convulsos.

Casi dos años después de morir Victoria Eugenia tras enterrar a tres de sus cuatro hijos, el único sobreviviente, Ignacio Medina, duque de Segorbe y jefe de la Fundación de la Casa Medinaceli, reclama para sí buena parte de los 43 títulos nobiliarios (16 marquesados, ocho ducados, 16 condados y tres vizcondados) que la gran duquesa dejó vacantes. Una afrenta para su sobrino, el actual duque, que tiene en vilo a los miembros de la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España, que agrupa a quienes ostentan títulos del Reino.

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Tampoco andan nada bien las cosas para los Osuna que, a falta de tener la oportunidad de defender tierras y privilegios en el campo de batalla, llevan años encadenando guerras intestinas. Ángela María Téllez-Girón, la duquesa madre, hace tiempo que no tiene la más mínima relación con la mayor de sus cuatro hijas y esta, a su vez, no recuerda la última vez que cruzó una palabra con sus hermanas.

Los Osuna son, en cualquier caso, descendientes de una de las familias más ricas de la historia hasta que apareció el mayor manirroto que ha alumbrado la nobleza española. Mariano Téllez-Girón y Beaufort-Spontin (1814-1882), duodécimo duque de Osuna, fue, según Carrillo de Albornoz, «un pródigo sin el menor sentido común». El derrochador Mariano, que llegó a tener un tren privado para llevar flores de Andalucía a las nobles rusas, inspiró la frase «¡Ni que fueras Osuna!» con la que nos referimos a quien gasta a manos llenas. «Fue lo justo para terminar dilapidando una fortuna que se consideraba inabarcable».

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Cierran la lista los Medina Sidonia cuya historia reciente podría haber inspirado a los Borgia. Muerta la duquesa roja, la controvertida Luisa Isabel Álvarez de Toledo que se casó en artículo mortis con su secretaria, sus herederos viven en un continuo enfrentamiento. Su madre se fundió buena parte de lo que les quedaba -aunque ahí está aún el palacio de Sanlúcar y el archivo privado más antiguo de Europa- y, antes de fallecer, creó una fundación al frente de la cual dejó a su esposa, olvidando apartar previamente la legítima. Eso sí, aunque no haya dinero y sí muchos líos, pueden gritar, alto y claro, que ellos son los descendientes de Guzmán el Bueno.

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