![Palabra de Antonio Vega](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/pre2017/multimedia/noticias/201505/15/media/antonio-vega.jpg)
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isabel ibáñez
Lunes, 18 de mayo 2015, 18:16
Daba igual que fuera en la época de Relojes en la oscuridad, repleto de juventud y belleza, que mil años más tarde, cuando le silbaban las eses por los dientes perdidos y cantaba sin levantar la vista del suelo, la mirada escondida tras un flequillo que utilizaba de "toldo", como decía el teclista Basilio Martí, su compañero durante dos décadas. Hablaba en una entrevista de la trascendencia que alcanzaban determinados instantes en sus conciertos: "Dabas un acorde de Lucha de gigantes y todo el mundo estaba callado. Cerrabas los ojos y eran momentos inolvidables, casi un ritual religioso. Que él consiguiese esos silencios ya dice mucho del artista que era. Alimentaba la comunión de todos".
Rasgueando la guitarra acústica, en directo, la voz de Antonio Vega volaba a través de la noche, atravesando los pechos de los fans. ¿Cuántos son capaces de escuchar hoy alguna de sus canciones sin cambios en la piel? Incluso sólo con leer las letras. ¿Dónde quedaron los cuentos que estaba escribiendo cuando le sorprendió una muerte anunciada tantas veces antes de tiempo? Se cumplen seis años desde que se fue, con 51, a ver de cerca las estrellas que solía escudriñar con su telescopio. Aquellos relatos que algún día saldrán a la luz por fuerza han de rebosar calidad, conociendo el mundo interior que atesoraba este músico, sus aficiones, la astronomía, los trenes, la física... Y a la vista de sus composiciones.
Radio 3 ha convocado un concurso para que los fans se graben con el móvil interpretando uno de sus temas y lo cuelguen en Youtube. Se han sumado seguidores aficionados y también profesionales como Mikel Erentxun, Juan Aguirre (Amaral), Tomasito, Juanma Latorre (Vetusta Morla)... Una buena manera de homenajearle. Otra es dando un repaso a las mejores letras que escribió este artista, al margen de la gira puesta en marcha por su primo, Nacho García Vega, con motivo del 35 aniversario de la banda que fundó con Antonio, Nacha Pop. O de la plazuela que le dedicaron, en pleno Malasaña, tan cerca del Penta, local que cada noche cierra a eso de las tres con Chica de ayer, en la que aparece citado: "Luego por la noche al Penta a escuchar / canciones que consiguen que te pueda amar". Una letra coreada por los clientes como si compartieran algo vital. Antonio decía: "Es acojonante lo que ha pasado con ese bar, es algo que se nos ha ido de las manos, pero forma parte ya de la historia de la música y de la cultura contemporánea".
Todos sabían de su afición por las ciencias, patente en Una décima de segundo, donde habla de que "la física es un placer", de ángulos, coordenadas de un par, fórmulas, incógnitas... La astronomía era otra pasión, un viaje ingrávido a través del espacio con el que escapar de un mundo que quizá se le quedaba pequeño. La canción Ángel de Orión estaba dedicada a su querida Marga del Río, a la que perdió en 2004. La metáfora que emplea para su amor la encuentra volando hacia otras constelaciones: "Lo que la vida nos dio / ni la distancia ni el tiempo nos lo quitó, / pues de ellos dos nació / la Historia de la Tierra y de Orión. / Marga, mi ángel, y yo". Se le daba bien cantar al amor. También para Marga fue De seda y hierro: "Mujer hecha de algodón, de seda, de hierro puro. / Quisiera que mi mano fuera, la mano que talló / tu pecho blando de material tan duro".
Sus temores
Resulta complejo sacarle a un artista qué pensaba cuando compuso tal o cual canción, es casi ponerle en un compromiso. Pese a esto, siempre se ha dicho que Se dejaba llevar está dedicada a su relación con la heroína; dicen que solo en ese caso admitió Antonio haber hecho un guiño a la droga: "Se dejaba llevar, se dejaba llevar por ti,/ no esperaba jamás y no espera si no es por ti. / Nunca la oyes hablar, solo habla contigo y nadie más. / Nada puedes sufrir, que él no sepa solucionar. / Temor, alcohol de quemar, / pon tus manos a volar / o en tus ojos el terror".
Miedos, temores... Afloraban en muchos de sus temas en forma de abstracciones que la gente se esforzaba en interpretar. Como en la citada Lucha de gigantes, con un público que se imaginaba poco menos que ante una confesión: "En un mundo descomunal / siento mi fragilidad. / Vaya pesadilla, corriendo, / con una bestia detrás. / Dime que es mentira todo, / un sueño tonto y no más. / Me da miedo la inmensidad. / Donde nadie oye mi voz... /... Creo en los fantasmas, terribles / de algún extraño lugar".
A veces eran miedos más literarios: "Y creció / a su lado monstruosa toda una obsesión. / En plena noche, a eso de las tres / algo se acerca y no se deja ver", decía en Esperando nada . Otras, sin embargo, sus temores eran reales, terrenales: "No me iré mañana / no sin antes algo más que ver, / no me iré mañana / aún es pronto para envejecer". Pese a todo esto, el hombre tenía mucho humor y bromeaba sobre la insistencia de enterrarle en vida: "Alguna vez he pensado en dejarme caer en el escenario para pegarles un susto".
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