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Sábado, 13 de junio 2015, 00:33
En el ocaso del siglo XIX Valencia contaba con varios baños de aguas termales en la ciudad. Estaban los baños de Espinosa en la calle Carniceros, los de San Rafael en las calles Falcons y San Miguel y los baños de Diana en Tránsitos. Los valencianos más distinguidos acudían a disfrutar de las aguas calientes a los de la calle Almirante y los más necesitados a los del Hospital General, que les prestaba un servicio gratuito. El 28 de junio de 1888 abría sus puertas el balneario de Las Arenas, convertido hoy en un lujoso hotel de cinco estrellas. Junto a él, se alineaban las casetas de baño.
Hasta la playa llegaba primero el tranvía de tracción animal, luego el Ravachol y finalmente los eléctricos. En 1918 se inaugura el balneario Termas Victoria, que anuncia «aguas naturales y calientes» entre estucos, columnas y chimeneas. Destaca también el de La Alameda cuyas aguas calientes comenzaron a brotar por casualidad. Tal y como explica Julio Cob en su blog Valenciablancoynegro, el Ayuntamiento tuvo que hacer unas perforaciones por unos problemas de agua y durante el proceso en un suelo cercano a la Alameda, el agua termal empezó a salir al superar los 600 metros de profundidad en julio de 1930. El agua superaba los 40 grados y el caudal era de 25 litros por segundo. En 1934 se inaugura la piscina Las Arenas dentro del complejo del balneario del mismo nombre y se convirtió en todo un referente desde sus inicios.
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