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El pueblo de Benidorm en 1920 y una costa sin casi edificios. :: Arch.fotográfico Ayto.Benidorm

Más de un siglo del turismo de salud y olas en la Comunitat

La llegada de visitantes en el 'Tren Botijo' a los balnearios y playas de Benidorm y Gandia en la década de 1890 se suma al veraneo de la burguesía junto al Mediterráneo y supone el origen del actual fenómeno

BEATRIZ LLEDÓ

Sábado, 13 de junio 2015, 00:33

Los primeros turistas llegaron a las costas valencianas a finales del siglo XIX atraídos por las aguas termales y el Mediterráneo. Unas décadas antes se habían redescubierto los ancestrales beneficios del agua para curar enfermedades. Las galerías y casas de baño marítimas estaban proliferando por toda Europa y empezaban a hacerlo también en España. Benidorm y Gandia levantaron sendos balnearios, en 1893 y 1899 respectivamente. Aquel turismo de salud y de olas decimonónico fue el precursor del potente fenómeno actual de sol y playa que ha situado a la Comunitat en todo un referente.

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La puesta en marcha del ferrocarril fue, sin duda, un elemento clave que facilitó la llegada al litoral de visitantes procedentes de Alcoi, Madrid y Castilla La Mancha. El 'Tren Botijo', bautizado así porque sus pasajeros solían viajar con agua fresca para combatir el calor y la sed durante el trayecto, hacía servicios especiales en verano. El viaje (en tren de Madrid a Alicante y en coche-diligencia a Benidorm) podía durar hasta 14 horas. Comenzaban a sentarse las bases del turismo que ha llegado a nuestros días.

«Los balnearios fueron los primeros núcleos que conocieron el fenómeno contemporáneo del turismo, entendido como descanso, ocio y diversión social», apunta Emilio Obiol en un artículo centrado en estas instalaciones. A la tradición de acudir a ellas sólo por prescripción médica se añadieron otras actividades complementarias, como charlas o juegos de azar, que les daban a los usuarios una distinción social. En 1850 destacan los baños de Busot en Alicante así como los de Benassal, Catí, en la montaña de Castellón, o la Vilavella, en la costa.

Todos ellos eran los puntos principales del destino de vacaciones de buena parte de los veraneantes valencianos. En la última década del siglo XIX abre sus puertas el balneario la Virgen del Sufragio en Benidorm para que los visitantes, principalmente procedentes de Alcoi y Madrid, tomen baños de mar. Unos años antes se había inaugurado el Hostal la Mayora, considerado el primer establecimiento turístico de la ciudad. Eran los primeros escarceos con esta actividad.

La llegada en 1914 del trenet de la Marina que une Alicante con Altea y la construcción de la carretera Silla-Alicante son dos comunicaciones claves para el desarrollo venidero. Todavía tendrán que pasar muchos años para que el turismo que nace en el XIX impulsado por la Revolución Industrial alcance una dimensión como la actual. Pero estos movimientos constituyen los primeros escarceos.

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Tal y como relata Luis Fernández en su obra 'Historia general del turismo de masas', «el impacto turístico se notaba ya en Benidorm en el primer decenio del siglo XX». La prosperidad se muestra en la construcción del puerto, en el paseo marítimo, en la apertura del Hotel Bilbaíno (con tres plantas en los años 30) y los apartamentos L'Illa. En la playa de Levante, dos industriales de Alcoi (Arañó y Boronat) construyeron sus propios chalés. La transformación de Benidorm ya había comenzado.

Gandia no se quedó al margen de la nueva corriente higienista. Los primeros baños de mar «tan útiles para la salud» en la ciudad están documentados desde 1830 y estaban separados para hombres y mujeres. «Desde 1881 se constata la costumbre de veranear cerca del mar y bañarse en barracas en la futura playa Venecia», explica Jesús Eduardo Alonso en su artículo 'De balneario a hotel. El turismo gandiano entre 1899 y 1959'.

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El mar había dejado de ser una amenaza de piratas e invasiones y se impregnaba de valores positivos. En 1899 el empresario Salvador Furió decide abrir un balneario en la capital de la Safor, entre la desembocadura del río Serpis y el muro sur del puerto.

Junto a estos primeros movimientos de viajeros en busca de los beneficios del mar, se desarrolla el veraneo tradicional, que dará paso al actual turismo de playa. Valencia es el paradigma de esta práctica que aparece en la ciudad a finales del ochocientos y que se desarrolla desde el siglo XIX en Alicante y las primeras décadas del XX en el resto de poblados marítimos. Tal y como detalla Antonio López en su artículo 'El veraneo tradicional en las costas valencianas. Barraques y casetes de mar en la huerta de Gandia', muchos bañistas permanecían alojados en barracas de pescadores varios días.

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El veraneo tradicional de la burguesía también se da en Cullera y Gandia. «Este fenómeno iba consolidándose asociado a los baños de mar que se complementaban con la oferta de balnearios termales del interior y las casas de campo», explica Alonso. Xàbia, Altea, Benidorm y Villajoyosa cuentan con casas de recreo. Santa Pola, Torrevieja y Guardamar también tienen barracas de esparto y junco en la playa. Aunque destaca el caso de Dénia. Tal y como recoge Antonio López, la actual capital de la Marina Alta «cuenta con casas de recreo en Les Rotes construidas por extranjeros, sobre todo, ingleses, relacionados con la localidad a través del floreciente comercio de las pasas».

En Castellón, las primeras noticias del desplazamiento de personas de las poblaciones del interior a la costa en los días festivos datan de mediados del XIX. «Año tras año estos desplazamientos se van arraigando para pasar el último tercio del siglo a ocupar y poblar en la temporada veraniega las inmediaciones de los caseríos marítimos, junto a los barrios de pescadores», explica Diego López en su libro 'Espacio turístico y residencial en tierras castellonenses'. Así ocurría, por ejemplo, en Alcossebre, donde sus 86 casas de finales del XIX se ocupaban en verano para toma de baños. Los bañistas procedían de Alcalà de Xivert y otros pueblos cercanos. Una situación similar se daba en otros puntos costeros como Almassora, donde a principios del siglo XX se contabilizaban 30 casas, o en Burriana. «Todo este veraneo iría siendo reemplazado por la popular oferta de apartamentos de Benicàssim y Oropesa a partir de 1960», añade López.

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Esta elección de la costa para disfrutar del verano va unido a la construcción de chalés por parte de la burguesía valenciana.

Las Villas de Benicàssim

Las Villas de Benicàssim, a las que acudía la clase acomodada de Valencia y Castellón, dan buena muestra de ello. Las construcciones, afrancesadas, elegantes y con suntuosos jardines, aún pueden contemplarse. La primera fue Villa Pilar y servirá de reclamo para que en los primeros años del siglo XX se levanten otras como Villa Amparo, Paquita, Victoria, Cándida o Coloma. Y al final del paseo, y siguiendo esta construcción de chalés, surge el Voramar, el primer establecimiento hotelero de la provincia.

Y así, entre los que acudían a los balnearios y quienes se instalaban en casas junto al mar para pasar el verano, se va forjando un turismo que hoy es uno de los pilares de la economía de la Comunitat Valenciana. Sin embargo, la Guerra Civil pone freno a este incipiente fenómeno. «La práctica vacacional en balnearios y barracas sería el elemento generador de los actuales espacios turísticos, con el corte radical, eso sí, de la guerra de 1936 a 1939 y su posguerra», matiza Jesús Alonso.

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Tras este periodo bélico llegan los años 40 y poco a poco se van creando servicios que afianzan el turismo. El nombre de Valencia comienza a despuntar en las décadas siguientes. Después llegará el vertiginoso desarrollo del sector. Y hasta hoy. Cien años han bastado para pasar de unos escarceos turísticos de los viajeros más selectos a un fenómeno que supone uno de los pilares de la economía valenciana.

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