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borja olaizola
Lunes, 15 de junio 2015, 21:27
Imagínese que un día se acuesta en su cama con un ligero dolor de cabeza y despierta un mes más tarde en la habitación de un hospital. Intenta erguirse y descubre que no tiene piernas, trata de pulsar el timbre que hay en la cabecera y se da cuenta de que le faltan los brazos. Puede parecer el guión de una pesadilla gore pero es lo que le pasó en realidad al empresario francés Frédéric Sausset cuando hace tres años estaba a punto de terminar sus vacaciones de verano.
Ocurrió en julio de 2012. Sausset tenía entonces 43 años y estaba al frente de un pequeño grupo empresarial formado por las seis tiendas de ropa que había puesto en marcha en Blois, su ciudad natal, y en localidades cercanas. Acompañado por su mujer y sus dos hijas, el empresario se había trasladado a Las Landas a disfrutar de unos días de vacaciones. Como todos los años, los Sausset dieron largos paseos por las interminables playas que bordean la costa suroeste de Francia y se bañaron en las agitadas aguas del Atlántico. Unos días antes de regresar a casa, el cabeza de familia se hizo un leve rasguño en un dedo en un contratiempo doméstico.
Sausset no le dio importancia pero cuando se metió en la cama en la que iba a ser la última noche de sus vacaciones se sintió algo indispuesto. "Me duele la cabeza", le dijo a su mujer antes de acostarse. Luego cayó en coma. Trasladado con urgencia al hospital, los médicos que le atendieron fueron incapaces de acertar con el diagnóstico. "Contraje un virus muy agresivo y muy poco común, así que cuando se descubrió lo que en realidad tenía era ya demasiado tarde y mis extremidades estaban necrosadas". Mientras él seguía inconsciente, los doctores advirtieron a su mujer de que la púrpura fulminante, que es como se llama la infección que contrajo, iba a acabar con su vida si no le amputaban las cuatro extremidades.
Cuando despertó del coma, Sausset descubrió con horror que no tenía piernas ni manos. También le faltaba casi todo el brazo izquierdo y una parte del derecho. La enfermedad había dictado pena de invalidez total. La toma de conciencia de su nueva realidad le sumió en la desesperación más absoluta. "Fueron unas semanas espantosas", asume sin querer entrar en más detalles. No es necesario tener mucha imaginación para hacerse una idea del calvario que representa descubrir de la noche a la mañana que eres poco más que un torso provisto de cabeza.
El apoyo incondicional de su mujer y sus hijas le cerró el paso hacia la salida más fácil, la de la desesperación y el abandono. "Escogí vivir", ha contado con lucidez al periodista Stéfan LHermitte en un libro que se publicó hace un mes. Su segunda vida, que es como le gusta llamar a la etapa que se abrió tras la infección, comenzó en realidad en octubre de 2012, cuando descubrió gracias a la rehabilitación que era menos inútil de lo que en principio había sospechado. "Mi mujer se había hecho cargo de mi trabajo al frente de las tiendas de ropa y decidí que no me apetecía quedarme en casa delante de una televisión, que aún tenía energía suficiente para iniciar una nueva vida".
Las prótesis que los especialistas le colocaron le permitieron adquirir nuevas destrezas y le abrieron los ojos a una realidad más amable de la que había imaginado. Encargó a su mujer un ordenador y empezó a tantear la posibilidad de hacer realidad un proyecto que había ido cobrando forma en su cabeza: adaptar un coche para poder correr en un circuito. "Las carreras de coches me apasionan desde niño. Al principio parecía una idea tan descabellada que ni yo mismo me la creía, pero a medida que iba haciendo gestiones las cosas empezaron a encajar".
Contactó con fabricantes de dispositivos para conductores discapacitados y ensayó varias alternativas hasta que dio con la solución: dos prótesis inferiores para manejar con los muñones de las piernas freno y acelerador -la caja de cambios habría de ser automática- y una superior que se acopla al volante para dirigir el vehículo con lo que le queda de brazo derecho. Adaptó un Audi S3 a sus características y se puso en contacto con un instructor, Christophe Tinseau, para perfeccionar su conducción.
Apoyo de Sarkozy
Cuando el veterano piloto que es Tinseau (once participaciones en Le Mans) descubrió que su nuevo pupilo carecía de extremidades, pensó que aquello sería un capricho pasajero de un hombre desesperado. Pero a medida que se fueron conociendo se dio cuenta de que, además de unas ganas enormes de aprender, tenía también el instinto necesario para ir deprisa en un circuito. Sin saber muy bien cómo, el instructor y piloto terminó siendo reclutado por su cliente para una empresa tan descabellada como correr las mismísimas 24 Horas de Le Mans.
Tinseau esbozó una sonrisa entre escéptica y socarrona la primera vez que Sousset le comunicó su plan. Enseguida tuvo oportunidad de comprobar que aquello no era una boutade. En poco más de un año su alumno había conseguido movilizar a medio país para hacer realidad su sueño: se ganó para su causa a Nicolas Sarkozy y a Jean Todt, presidente de la todopoderosa Federación Internacional del Automóvil (FIA), a la vez que convenció a varios patrocinadores de la viabilidad de su proyecto. Puso en marcha su propia escudería, Sausset Racing Team 41 (el número identifica a su departamento, Loir y Cher), y trazó las líneas maestras de su plan.
De momento ha conseguido todo lo que se ha propuesto: la organización de Le Mans se ha comprometido a dejarle correr en la próxima edición de la carrera siempre que consiga un bólido competitivo, a la vez que ha podido disponer esta temporada de un coche de carreras de verdad, un Ligier JS53, para ir familiarizándose con el mundo de las carreras. El tándem Sausset-Tinseau ha tomado parte hasta ahora en dos carreras del VdV Trophy, un campeonato de resistencia: en las 6 Horas de Barcelona no llegaron a clasificarse aunque completaron la carrera, y en las 6 Horas de Motorland, en Aragón, acabaron en el puesto 19, los últimos.
Sausset está convencido de que tiene aún un amplio margen de mejora de su técnica automovilística. "En las pruebas que hemos hecho iba entre dos y tres segundos más lento por vuelta que mi compañero, pero estoy seguro de que si trabajo duro voy a ir más rápido". De momento ayer dio sus primeras vueltas de reconocimiento en el legendario circuito de Le Sarthe, donde este fin de semana se disputan las 24 Horas de Le Mans. Sausset pudo cumplir su sueño de rodar en el trazado automovilístico más célebre del mundo, horas antes de que se iniciase una de las sesiones oficiales de entrenamientos. Era un gesto de la organización hacia el protagonista de una historia que ha conmovido al mundo del automóvil.
El antiguo empresario calcula que necesitará entre 2,5 y 3 millones de euros para poder correr en 2016 en Le Mans. Su idea es trabajar a fondo este año para llevar adelante el proyecto. De momento cuenta con el apoyo de empresas como Total, Michelin o Audi. Su participación en la carrera es el primer paso de un proyecto más ambicioso: poner en marcha una escuela de pilotaje para discapacitados que se complementaría con un equipo de competición. "Es una persona excepcional, un ejemplo para todos nosotros", asegura el periodista que ha escrito el libro sobre su odisea.
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