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irma cuesta
Miércoles, 17 de junio 2015, 19:55
La noche que Mario Vargas Llosa recibió el premio Nobel comenzó su discurso como uno imagina que deben empezar los recuerdos de un escritor: por el día en que aprendió a leer. Contó cómo, con cinco años, la lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance de aquel pedacito de hombre que era entonces el universo de la literatura; elogió a sus maestros y sus historias y, como no podía ser de otro modo, habló del Perú: de Arequipa, de Miraflores, del colegio San Miguel... pero, sobre todo, porque solo entonces se le quebró la voz, de su mujer. "El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir".
Apenas han pasado cinco años desde entonces. Y aquella fantástica declaración de amor resuena estos días en la cabecita de la mujer leal e indoblegable que digiere como puede que su marido, su compañero y cómplice durante las últimas cinco décadas, esté a punto de escribir una nueva historia en la que ella ya no será la protagonista.
Ha bastado una foto en la primera página de la revista ¡Hola! para enterarnos de que Mario y Patricia ya no están juntos y de que el escritor peruano hace un par de meses que está pensando en rehacer su vida con Isabel Preysler, nuestra particular e incombustible Afrodita. A estas alturas ya todo el mundo sabe que la pareja comió junta el domingo, que lo pasaron de miedo hace unos meses en la fiesta que cada año Porcelanosa organiza en Londres y que la exmujer de Julio Iglesias y Carlos Falcó, y flamante viuda de Miguel Boyer, tiene toda la pinta de haber hecho borrón y cuenta nueva. Para rematarlo, una hija de Isabel Preysler confirmó el romance a la periodista Beatriz Cortázar, que no ha desvelado si su fuente es Tamara Falcó o Ana Boyer.
Mientras los periódicos peruanos montan galerías de fotos de "la mamá de Enrique Iglesias", en Lima sus vecinos y seguidores, no solo del escritor, sino del político que luchó por el poder contra Alberto Fujimori, aseguran que ha sido una sorpresa.
Y es que Patricia no solo es la mujer con la que el autor de La ciudad y los perros acaba de celebrar las bodas de oro, también la razón por la que el escritor puso fin a una relación que parecía inquebrantable con otro monstruo de la literatura: Gabriel García Márquez. Pero, vayamos por partes.
Cuentan que Mario Vargas Llosa (79 años) vio nacer a Patricia desde un árbol en Cochabamba (Bolivia), pero lo cierto es que nunca se ha confirmado y uno no puede evitar pensar que la historia bien puede formar parte de ese universo mágico en el que tan bien se mueven sus personajes. Lo que sí está probado, como primer antecedente válido para reconstruir su relación con Patricia (70 años), es un poema que el escritor le dedicó cuando la hija pequeña de su tío Luis Llosa Ureta y de la boliviana Olga Urdiqui tenía 7 años. Marito había regresado a Piura después de pasar unos meses en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima y trabajaba como reportero en La Industria cuando escribió aquellos primeros versos. Luego, cuando el destino volvió a juntarlos, a él le pilló casado con Julia, su tía, la del escribidor.
El autor montó un lío de miedo cuando anunció su boda con la hermana divorciada de su tía Olga, diez años mayor que él. Dicen que Varguitas, como ella lo llamaba, vio en ella la manera de liberarse de una familia ultraconservadora incapaz de entender que el niño quisiera ser escritor. Julia Urdiqui no solo simbolizó su billete a la independencia, que también, sino al soñado París en donde Vargas Llosa fue haciéndose escritor a la misma velocidad a la que se desmoronaba su relación.
Mario y Patricia volvieron a encontrarse cuando las hijas del tío Luis llegaron a París en 1960 dispuestas a estudiar Literatura en La Sorbona y se instalaron junto al resto de los Llosa. "Allí surgió un amor platónico entre nosotros. Creo que más en mí que en ella", ha contado el escritor, que, cuatro años más tarde, aprovechando que ella estaba en Lima y él debía recorrer la selva y documentarse para La casa Verde, prometió amor eterno a su pariente. "Para entonces -cuenta MVLL en la Tía Julia- la familia estaba ya curada de espanto y esperaba de mí cualquier barbaridad".
Mario y Patricia se casaron en mayo de 1965 y se fueron a vivir a París. Allí empezaría una historia que ha durado medio siglo y ha alumbrado tres hijos que, si uno atiende a lo dicho estos días por su madre, asisten asombrados al rumbo que ha tomado la vida de su padre.
«Tengo un carácter fuerte»
«Mario es un hombre complejo, obcecado y a veces muy hermético. Llegar a comprendernos no ha sido tarea fácil; yo tengo un carácter fuerte y él también. Imaginad la cantidad de entredichos que han pasado. Por otro lado, he tenido muchas satisfacciones». Lo cierto es que, hasta ahora, el premio Nobel ha defendido con uñas y dientes su relación con Patricia. Tanto como para poner fin de un puñetazo a su amistad con el autor de Cien años de soledad.
La historia está contada y recontada cientos de veces, aunque los protagonistas nunca explicaron la razón por la que el 12 de febrero de 1976, en el vestíbulo del Teatro Bellas Artes de México, cuando estaba a punto de estrenarse La odisea de los Andes, con guión firmado por el peruano, Gabo se le acercó con los brazos extendidos llamándole hermanito y Mario le sacudió un gancho de derecha. Tirado en el suelo, García Márquez escuchó decir a quien hasta aquel instante había sido su mejor amigo: "¡Esto por lo que le dijiste a Patricia!". Años después, la historia, como buena parte de las que han escrito sus protagonistas, se convirtió en leyenda.
Cuentan que en enero de 1976, estando Mario en Bogotá en un congreso, su mujer viajó a Barcelona con la idea de echar un vistazo a un piso que la pareja quería comprar. Que aprovechando la visita se organizó una cena a la que acudieron un montón de escritores y que a la cena le siguió una copa en Celeste, un lugar de moda por aquel entonces. Aseguran que Gabo y su esposa, Mercedes, estuvieron en la fiesta, y que al día siguiente, cuando el escritor debía llevar a Patricia al aeropuerto, se perdió. Afirman que fue entonces cuando él bromeó con las ventajas de dejar marchar el avión. Finalmente Patricia no llegó a tiempo, regresó al hotel y al día siguiente partió rumbo a Lima en donde le contó a su marido lo ocurrido.
La verdad es que la historia resulta floja, muy floja, pero también es cierto que no es la única. Otra versión apunta a que, con Marito pensando en fugarse con una azafata sueca, Patricia, desesperada, habría acudido al matrimonio Márquez en busca de consejo. Éste le habría propuesto consultar a un abogado e iniciar los trámites de divorcio y aquello habría desatado la ira del de Arequipa, que para entonces ya estaba de vuelta a casa.
Ahora que nada de eso parece importar y que el genio sudamericano está pensando en rehacer su vida con Isabel Preysler, quienes le conocen recuerdan que hace años, un día que se corrió el rumor de que el escritor se había fugado con una joven, Carlos Barral preguntó: "¿Son familia?". Y que al contestarle que no, se oyó decir al editor catalán: "¡Ah, entonces no durarán mucho!". Habrá que verlo.
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