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daniel roldán
Miércoles, 1 de julio 2015, 21:55
La Luftwaffe nazi dejó caer sobre Londres y otras ciudades británicas miles de bombas durante la Segunda Guerra Mundial, provocando más de 27.000 muertos entre la población civil. Pese al evidente peligro, Jorge VI decidió permanecer en el palacio de Buckingham como un londinense más, soportando la caída de bombas. Sus hijas, Isabel y Margarita, fueron trasladas al castillo de Windsor para evitar que los aviadores alemanes acertaran y acabaran con el monarca y la princesa de Gales. La hoy reina de Inglaterra estuvo fuera de los muros del palacio cerca de cinco años. Y la situación se puede repetir. No por un bombardeo -la ahora Isabel II ha visitado Alemania esta semana con cierto éxito-, sino porque la casa de la monarca se ha quedado vieja.
Necesita unas pequeñas reformas habituales en cualquier hogar: nuevo cableado eléctrico, un poco de pintura aquí y allá, unas tuberías nuevas que las viejas están hechas un desastre, unas ventanas, tapar goteras, retirar el amianto... Vamos, unas obras para poner a tono el edificio de 1703. El coste aproximado es de 211 millones, lo cual está provocando quebraderos de cabeza para los servicios económicos de su majestad. "Supondrá un reto financiero", asevera Alain Reid, secretario de este área en la Casa Real británica. Y estas obras llevan consigo que Isabel II y el duque de Edimburgo deban abandonar su morada, algo que muchos británicos dudan y que todavía está por ver.
Buckingham no es el único edifico emblemático del Reino Unido. Y tampoco es el más caro. Porque la reforma de Westminster va a suponer un verdadero desembolso para las arcas públicas. El palacio, que acoge a las dos cámaras -la Cámara de los Comunes y la de los Lores- debe decidir qué quiere hacer con el lugar y cómo quiere hacerlo. El informe de los técnicos, ajenos a la institución, es concluyente: antes de 2020 es necesario empezar a trabajar porque el edificio terminado en 1865 está hecho una ruina. Le pasa de todo. A todos los males de Buckingham se une la dejadez de todos estos años. No se ha hecho nada. Por eso la factura es millonaria y los diputados y lores deben pensar qué decisión tomar.
Si deciden por la vía lenta, la obra costará unos 8.000 millones de euros a pagar en unos cómodos plazos a 32 años; si se decantan por la versión rápida, el precio disminuye hasta los 5.000 millones a abonar en seis años. Pero, claro, esta opción implica que los 650 comunes y los 733 lores se tienen que mudar. El problema es el lugar. También se baraja una tercera opción, la más salomónico. Que una Cámara se vaya al destierro y después la otra.
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