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Julián mendez
Jueves, 20 de agosto 2015, 19:16
Pocas cosas agradece más un montañero que encontrarse con un buen plato de cocido caliente y una copa de vino tras una jornada de travesía. El refugio de Góriz en el Pirineo aragonés (a 2.200 metros), paso obligado hacia el macizo del Monte Perdido, tiene fama de albergar buenos guisanderos.
El guipuzcoano Iban Urbieta Etxeberria (Arrona, 1969), uno de los cuatro socios que gestionan el refugio propiedad de la Federación Aragonesa de Montañismo, sabe lo que se agradece un techo y un buen fuego en invierno. También, cuánto cuesta llevar las cosas hasta allá arriba. Nadie protesta por los precios. Cada minuto de helicóptero sale a 30 euros.
- ¿Qué dieron anoche de cena?
- Pasta con verduras y tomate, ensalada mixta, hamburguesa con salsa roquefort y natillas.
- Un menú de altura...
- La gente lo devora. Anoche tuvimos que hacer dos turnos. Cenaron 120. Y esta mañana hemos dado 140 desayunos.
- ¿Precio?
- La cena, 14,20 euros si eres federado. 17, si no lo eres. Piense que todo, desde la sal al papel higiénico, hay que subirlo aquí arriba.
- Ya me imagino...
- Antes se usaban mulos y las mochilas de los guardas. Hoy, el helicóptero. Sube una saca de 800 kilos sujeta a una eslinga. Cada minuto cuesta 30 euros. Y estamos a 7 minutos de vuelo de la base. Aprovechamos la vuelta para evacuar los residuos, que son un problema.
- Los guardas tienen fama de guisar bien...
- Sí. También de ser unos cascarrabias y de que tenemos mal humor. Estar de buen humor es fundamental en el monte. Con buen tiempo y una cerveza todo el mundo acaba contando historias...
- Góriz no deja de ser un refugio, así que, comodidades, las justas.
- Sí. Abrimos todos los días del año. Todos. Los tres dormitorios son compartidos, en literas corridas. Caben 75 personas.
- Los conozco. Dentro del saco, se duerme como salchichas.
- Ja, ja, ja. Sí. Muy juntitos. Las duchas están fuera. Son de agua fría, pero hay cola.
-Aunque hay montañeros que no son muy de ducha...
- Yaaa. Tuvimos uno que, cada vez que entrabas al dormitorio, echaba para atrás. Llevaba diez días por el monte sin cambiarse ni lavarse. Se lo dijimos con discreción... Tuvimos que dejarle calcetines limpios.
- No dejo de pensar en los dormitorios... dicen que el roce hace el cariño.
- Sí. Una pareja se conoció aquí, en la cena. Las mesas son corridas, a compartir. Acabaron casándose. Y volvieron al refugio a recordar.
- ¿Y tórridas relaciones en las alturas?
- También. Un grupo vino a que les cambiáramos de dormitorio. Era invierno. Pero si sólo estáis media docena, tenéis sitio de sobra..., les dije. Ya, pero esa pareja se ha pasado toda la noche haciendo el amor a grito pelado. Les cambiamos, claro.
- ¿Y los ronquidos?
- Uffff. Los guardas no nos enteramos porque dormimos fuera. Pero hubo una noche... Un roncador bestial. A la mañana siguiente, en el desayuno, todos le señalaban con el dedo. Ése, ése.
- ¿Desde cuándo lleva aquí?
- Desde el 96. Me siento muy afortunado. Esto me gusta mucho. Trabajé siete años en Zumaia, en un taller de repuestos. Pedí una excedencia y me vine al Pirineo. Aquí estaba Javier Olivar, un gran alpinista. Se murió en el K2.
- Estos días están llenos...
- Sí. Ahora llega todo el mundo. Pero en invierno hay que andar con cuidado. Con ventisca y a 15 bajo cero, si te pierdes de noche, la palmas.
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