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Rafeek Zant, Bashar Al Masri y Nadim Khoury.

Ricos bajo la ocupación

Un bodeguero, un constructor y un empresario de material sanitario, los tres palestinos adinerados, apuestan «por invertir en nuestra tierra» como señal de resistencia pacífica frente a Israel

mikel ayestarán

Domingo, 23 de agosto 2015, 19:39

Cerveza, ladrillos y material médico unen a Nadim Khoury, Bashar Al Masri y Rafeek Zant, tres empresarios palestinos que han logrado el éxito con sus negocios pese a la inestable situación que viven en Cisjordania y Gaza. Ante los que opinan que «el dinero es cobarde», ellos invierten sus fortunas personales como una forma de resistencia pacífica ante la ocupación de Israel. La economía palestina depende de Israel y en el último año, marcado por la guerra en Gaza del verano, cayó en recesión por primera vez desde 2006. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), que vincula la bajada a los bombardeos israelíes y el lento progreso en la reconstrucción, Cisjordania registró un crecimiento del 4,5% mientras la actividad en Gaza descendió cerca del 15%.

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La carretera que parte de Ramala hacia Jericó serpentea y serpentea colina arriba, colina abajo, hasta llegar a Taybeh (que en árabe significa delicioso). En esta aldea cristiana de poco más de mil habitantes es donde la familia Khoury ha encontrado a base de cerveza y vino su particular fórmula de ejercer la resistencia. Regresaron del exilio de Estados Unidos a Palestina en 1994, un año después de la firma de los acuerdos de Oslo y, aunque en estos 21 años lo suscrito en Noruega ha quedado en papel mojado, invirtieron su fortuna en poner en marcha una cervecería que ha alcanzado tanto éxito que se han lanzado al mercado vinícola.

Nadim Khoury es el responsable de este oasis cervecero en Cisjordania convertido en sede de una Oktoberfest -al estilo de la alemana- en la que se han llegado a darse cita 16.000 personas; una cifra reseñable en un Oriente Medio donde los cristianos cada vez tienen menos espacio tras el auge de grupos radicales como el Estado Islámico (EI).

«Los Khoury apostamos por invertir en nuestra tierra como señal de resistencia a la ocupación, una resistencia pacífica para mostrar al mundo que los palestinos somos personas normales. El fortalecimiento de la economía local es uno de los pilares para el futuro estado palestino», insiste Nadim mientras muestra las últimas barricas de roble que ha traído desde Francia para la bodega que, este año, ha dado sus primeras 25.000 botellas confiando en que el vino se sume pronto al éxito obtenido en los últimos años por la cerveza.

Una ciudad de la nada

A apenas una hora en coche desde Taybeh, el constructor palestino-estadounidense Bashar Al Masri levanta Rawabi, una ciudad planificada que el empresario considera «el mayor proyecto de la historia reciente de Palestina». Gracias a su propio capital y a los fondos que ha logrado atraer desde Catar, esta ciudad diseñada para albergar a 25.000 personas se ha convertido en una realidad que se alza entre Ramala y Nablus.

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La idea nació hace siete años, pero ha sufrido un importante retraso porque Israel no ha permitido, hasta febrero de este año, conectar la ciudad a la red principal de tuberías de Cisjordania. «Teníamos agua suficiente para la construcción, pero no para que la gente empezara a vivir, por eso hemos luchado hasta el final. Vivimos bajo ocupación militar y sabemos que este no será el último problema, pero los superaremos. Esta es mi forma de combatir a la ocupación: construyendo una nueva ciudad y demostrando a los demás empresarios que merece la pena arriesgar por tu tierra», asegura Al Masri desde la oficina que tiene en el edificio donde enseña los pisos piloto a los compradores, muchos de ellos árabes que viven en Israel y buscan una casa de fin de semana al otro lado del muro.

Millones de dólares

Cuando Al Masri presentó el proyecto de Rawabi, contempló la posibilidad de levantar una segunda ciudad en Gaza, pero entonces la Franja cayó en manos de Hamás y todo se complicó. Rafeek Zant sufre cada día desde hace ocho años estas complicaciones que en la práctica se traducen en «un doble sistema de tasas porque el mismo producto paga un impuesto en Cisjordania (se pagan en la aduana de Israel y luego los israelíes transfieren el dinero a la Autoridad Nacional Palestina) y otro en Gaza, lo que encarece el precio final». Zant es dueño de Zant Co. For Medical Supplies and Labs (ZMS), un imperio formado por seis empresas líderes en material médico que importa sus productos desde 170 países, factura millones de dólares y le ha hecho ganar tanto dinero que hasta los islamistas han llegado a pedirle prestado en alguna ocasión.

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Pese a las guerras y al bloqueo, ZMS sigue creciendo y ahora construye un centro médico para enfermos del corazón. «Nunca me iré de Gaza. Nací en el campo de refugiados de la playa (Beach Camp) y quiero invertir y morir aquí. Alá nos da el dinero, pero mañana puedo morir y lo importante es que ese dinero sirva para hacer crecer a tu familia, a tu gente y a tu tierra».

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