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Vista del monte Denali, en Alaska.
La larga sombra del monte Denali

La larga sombra del monte Denali

A los republicanos de Ohio les ha sentado fatal que Obama quite el nombre de McKinley al pico más alto de Norteamérica

carlos benito

Lunes, 7 de septiembre 2015, 21:33

Desde Columbus, la capital de Ohio, hasta Juneau, la capital de Alaska, hay algo más de cuatro mil kilómetros, pero esta semana los dos estados andan enzarzados en un feo conflicto vecinal. El domingo, como aperitivo para el viaje de Barack Obama por Alaska, el gobierno estadounidense anunció una medida que los ciudadanos de aquel extremo noroeste esperaban desde hacía muchos años: el monte McKinley, la cumbre más alta de América del Norte, recuperaba por fin su nombre original, Denali. Así la habían llamado desde siempre los pueblos nativos de la zona, y así seguían refiriéndose a ella en Alaska, sin prestar mucha atención a los caprichosos designios de la oficialidad.

La decisión ha caído como un alud sobre Ohio o, más exactamente, sobre los republicanos de Ohio, ya que el McKinley fue rebautizado así hace casi un siglo en honor de su paisano y correligionario William McKinley, vigesimoquinto presidente de Estados Unidos. Ya se sabe que en esto de la política partidista todo se exagera, pero algunos parecen haber sentido la desaparición de McKinley de los mapas como un ultraje, un ataque gravísimo, un disgusto muy grande. "Estoy profundamente decepcionado", se ha lamentado el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. "Es un insulto a todos los habitantes de Ohio", ha valorado el congresista Bob Gibbs. "Obama se cree un dictador que puede cambiar la ley", ha arremetido el exparlamentario Ralph Regula, un histórico del republicanismo que algo ha tenido que ver con la tardanza en adoptar este cambio: durante los 36 años que tuvo escaño en la Cámara, se especializó en obstaculizar cualquier intento de recuperar el topónimo Denali.

¿Poder negro en keniano?

La iniciativa de Obama está en línea con otras medidas recientes, orientadas a eliminar de la vida pública símbolos y homenajes que supongan una afrenta hacia una parte de los estadounidenses: el ejemplo más llamativo ha sido la retirada de banderas confederadas, pero también está, por ejemplo, la modificación del nombre de las cenas anuales de los demócratas, que recordaba a los presidentes esclavistas Jefferson y Jackson. Los medios conservadores más radicales presentan al presidente dispuesto a desmantelar el sistema de referencias del país: "¿Cuándo va a cambiar el nombre del Suroeste Americano por Aztlán", ha planteado el comentarista político Ben Shapiro, en referencia al territorio legendario de los aztecas. Mientras tanto, algunos memes de internet aseguran que Denali "quiere decir poder negro en idioma keniano". En realidad, significa algo así como el alto en koyukón, una de las lenguas atabascanas de Alaska, con el detalle añadido de que el keniano ni siquiera existe. El alborotado panorama se completa con Donald Trump, que se ha apresurado a saltar al centro de la escena para anunciar que, cuando sea presidente, volverá a rebautizar el monte como McKinley.

Las voces más sensatas destacan que el bueno de William McKinley jamás llegó a poner los ojos sobre su montaña. De hecho, ni siquiera visitó nunca Alaska, que en aquellos tiempos no era todavía un estado de la Unión: la anexión no se produjo hasta 1959, es decir, cincuenta y ocho años después de la muerte del presidente, que fue asesinado por un obrero metalúrgico de ideas anarquistas. Lo curioso es que, en vida de McKinley, los estadounidenses ya habían empezado a llamar así al monte: le puso el nombre en 1896 un buscador de oro que regresaba de explorar la zona. Fue una ocurrencia repentina, al enterarse de que McKinley acababa de ser propuesto como candidato a la presidencia, y no tardó en cuajar entre los estadounidenses. Cuando el político estaba en la Casa Blanca, la montaña más alta del subcontinente ya llevaba su apellido, aunque el Gobierno no refrendaría oficialmente esa designación hasta 1917.

En Alaska siguieron llamando a la montaña Denali, tal como aparece en los mitos locales sobre la creación del mundo, y también los alpinistas solían emplear ese nombre, al encontrarlo más respetuoso y más auténtico. En 1975, el Parlamento alaskeño pidió al Ejecutivo federal que recuperase la designación original, pero los republicanos de Ohio -y, muy particularmente, el ya citado Ralph Regula- se las han ido arreglando para bloquear esas pretensiones. Hasta ahora. Eso sí, el Gobierno se ha comprometido a encontrar "una manera apropiada" de reconocer la contribución de William McKinley al país, aunque algunas lenguas viperinas ya están apuntando que, con lo de la montaña, han hecho un favor a la preservación de su memoria: muchos estadounidenses no sabían hasta estos días que su pico más alto se llamaba así por un viejo presidente.

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