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Roberto García se estrenó como profesor en septiembre de 1980 (tiene 62 años). Imparte Lengua y Literatura en el IES Gonzalo de Berceo de Alfaro (La Rioja).
Querido maestro

Querido maestro

Cuatro veteranos profesores repasan sus 40 años de docencia / «Los padres de ahora desconfían. Hacen grupos en el ‘guasap’ y se mandan mensajes del tipo: ‘¡Qué se ha creído éste, mira que mandar tantos deberes!’»

Yolanda veiga

Jueves, 10 de septiembre 2015, 21:11

Asor Martina le habría gustado saber que dejó poso. Aceptó en las Mercedarias al pequeño Fernando por la amistad que tenía con su padre -los dos habían nacido en Portugalete y luego emigraron a Granada-. "Era una escuelita de monjas muy bonita, solo había niñas. Yo era el único niño y me dejaron estar allí hasta que hice la comunión. No me permitían salir al patio con ellas a la hora del recreo, a la directora no le parecía conveniente, ya ves. Así que me quedaba en el aula practicando lectura en voz alta. Pero era un crío muy espabilado y como acababa pronto la tarea, cada media hora me dejaban salir fuera a echar una carrerita o a jugar con mis canicas y el balón". Hoy es Fernando el que pone orden en el aula e imparte Biología y Geología a chavales de 15 años en el IES Cartuja de Granada. Esta semana cumple 36 septiembres. Es uno de los profesores más veteranos de España. La ley permite a los docentes ejercer hasta los 70, pero la mayoría recoge los libros a los 60. Cuatro maestros a punto de la jubilación examinan nuestro sistema educativo -"los mejores años fueron entre 2000 y 2005"- y hacen un recorrido histórico y nostálgico por sus 40 años entre pupitres.

Santiago Fernández Badajoz

"No me va la liturgia y el protocolo del usted"

Santiago ya ha perdonado a don Maximino. "¡Maximino Bardón Fernández! No se me olvida. Nos educaba con disciplina militar y repartía justicia con la vara. ¡Y que no faltaras un domingo a misa! Cuando le veíamos por la calle cambiábamos de acera". Él también hubo un tiempo que fue "don", don Santiago Fernández (San Cristóbal de la Polantera, León, 66 años), cuando el maestro era considerado una suerte de "autoridad divina". "En una ocasión estaba en el despacho hablando con el padre de un niño, que era militar. Entró un chaval a pedirme algo: Santiago, ¿me das...?. El hombre no daba crédito: ¿Y al director le tratan de tú?, me preguntó. ¿Ha visto acaso que el niño me faltara al respeto?, le respondí yo. A mí ese protocolo y esa liturgia no me va, importa el contenido, no las formas". Y vaya si han cambiado...

Santiago ganó su primer sueldo (3.000 pesetas) dando las clases de un profesor que estaba en la mili, media jornada (la completa pagaban 12.000). En 1977, descartado lo de hacerse sacerdote y licenciado en Magisterio, Historia y con estudios de Conservatorio, sacó las oposiciones a Primaria. "Todavía quedaban profesores de la vieja guardia pretoriana, eran una especie en extinción. Yo nunca he usado la vara, en casa éramos doce hermanos y mi padre jamás se puso violento con nosotros". A él, como era el mayor, le tocó hacer también de maestro de los pequeños. "Ayudábamos con la trilla, íbamos a sacar la remolacha y las alubias, pero mi padre se prometió que sus hijos iban a estudiar porque él empezó a hacer algo más de los estudios elementales en Astorga, pero tuvo que dejarlo para volver al campo". En 1966, de hecho, les dieron el primer premio de León de promoción familiar y una beca, que perdían si suspendían alguna asignatura. "Cuando mis padres acababan de trabajar echaban la siesta y nosotros, a estudiar. Tenía a mis hermanos enfilados". Y ha funcionado: "Tres son maestros, otros tres ATS, hay dos autónomos y el resto hicieron secretariado".

- Y a los alumnos, ¿alguna vez les ha dicho una palabra más alta de lo debido?

- Una vez llevamos a los niños de colonias y rompieron una colchoneta. Me encorajiné y les dije palabras gruesas. Luego les pedí perdón, pero pagaron la colchoneta, tenían 11 años.

Después de cuatro décadas dando clases a los chavales les tiene más que pillada a medida. Otra cosa son los padres. "Alguna vez me he sentido acosado. Los padres de ahora desconfían del profesor, te fiscalizan. Y escuchas a los niños cosas como: Ya vendrá mi padre a aclararte las cosas, ya.... Y luego está lo del WhatsApp. Hacen grupos de padres y se mandan mensajes del tipo: ¡Qué se ha creído este desgraciado, mira que mandarle tantos deberes a los niños!". Como a todo hay quien gane, cuenta Santiago que una vez la madre de un alumno, a su vez profesora de otro colegio, envió por WhatsApp a los chavales de su clase (de la de Santiago) el examen que les iba a poner al día siguiente porque el control era igual. "Todos los padres menos dos se lo enseñaron a sus hijos y sacaron 10. Fue por eso que nos dimos cuenta de que algo pasaba".

Santiago cuenta ya estas anécdotas en pasado porque después de 42 años enseñando, casi todos ellos en el Colegio Enrique Segura Covarsí de Badajoz, donde vive, se acaba de jubilar. «Oficialmente el 30 de agosto, aunque la última clase la impartí el 20 de junio, Conocimiento del Medio, lo que antes eran Sociales y Naturales. Fui llorando desde el aula al despacho».

- Esta semana empiezan las clases. ¿Y usted qué va a hacer?

- Me he venido a León a preparar con unos amigos el camino de Santiago. Salimos de Oviedo el 3 de octubre y haremos veinticinco o treinta kilómetros diarios. No quiero estar en Badajoz cuando arranque el curso porque si no, los pies me van a llevar al colegio.

María José Martín Burgos

"Les digo: Tenéis que uniros contra mí"

María José Martín (Medina del Campo, 61 años) empezó de profesora... ¡con un cate! "Iba a estudiar Enfermería pero suspendí el examen de acceso, me llevé un disgusto... Como el aliciente era irse a estudiar a Valladolid me apunté a Magisterio. Las chicas éramos mayoría en clase, no habría más que cinco o seis hombres".

Este curso cumple 40 años de maestra, 39 de ellos en el Colegio San Juan de la Cruz de Medina. "Antes estuve en otro que mantenía una educación muy tradicional. Tenía que cantarles a los niños el padrenuestro mientras les ponía el ejercicio de caligrafía, pero yo les tarareaba una canción infantil: El coche de mi jefe tiene un pincho en la rueda..... Vino el director y me dijo: ¿Señorita, se ha creído que está de verbena a las diez de la mañana?".

De aquello al libro digital -"lo llevamos usando cuatro o cinco años"- anda que no han pasado cosas... "Me costó el salto tecnológico, echo de menos el olor a tiza. Pero lo que más añoro es la solidaridad que había antes entre los chavales. Yo les digo: Tenéis que estar unidos contra mí. Veo falta de compañerismo, se ríen del que tartamudea, del que juega mal al fútbol... Antes los críos se peleaban por el balón pero eran heridas que se curaban con mercromina. Ahora hacemos cursos de ciberacoso porque estas son más difíciles de sanar". A esta enseñanza "en valores" le da María José tanta importancia como a la convencional "porque los ríos se aprenden en cualquier momento". Aunque con la ortografía siempre ha tenido una sensibilidad especial.

- ¿Y cuándo ve esos mensajes de móvil llenos faltas...?

- Al principio me indignaba pero ellos dicen que es por ahorrar letras. Yo también utilizo WhatsApp y no me sale escribir mal, me hace daño a la vista. Corrijo a mis hijos (tengo tres) y ellos a mí.

Pues menuda maestra han tenido... Nada menos que "mamá". "Cuando mi hijo tenía 11 años fui su profesora de Música. Él me llamaba en clase María José, aunque la verdad es que procuraba no llamarme, jajaja. Para mí era difícil y para él, más. Yo le decía que cuando oyera hablar mal de mí no hiciera ni caso, que no me molestaba. Pero el pobre se tuvo que aguantar los puño alguna vez. Me echaba en cara que los demás podían ir con los deberes por hacer uno o dos días y no sucedía nada, pero que a él no le pasaba una, y cuando me veía por el pasillo me decía entre dientes si el examen le había salido bien o mal. A la niña también le di clases, pero ellas son más expresivas. Me veía en el patio y gritaba: mamá. Le salía del alma".

Sus hijos aprobaron y ella también fue una alumna ejemplar. "Yo empecé muy pequeñita. Con 2 años mi tía ya me llevaba al colegio y como leía muy bien me elegían siempre para las obras de teatro hablado. Pero con las divisiones pasé momentos traumáticos. Hasta que acababas la cuenta no te dejaban ir a casa a comer. Ahora todo esto lo recuerdo con mucho cariño".

Roberto García La Rioja

"Los alumnos me dicen: ¡Qué elegante viene!"

En un mes Roberto García Alcalde (El Villar de Arnedo, La Rioja, 62 años) pasará lista de memoria, con nombre y apellidos. En España, la media de estudiantes en una clase de Secundaria como la suya son 25 así que... Es una exigencia que se impone él mismo, aprenderse el nombre de todos los alumnos el primer mes, y van 35 cursos con el que está a punto de empezar. La otra exigencia es el traje -"sin corbata"- y el maletín. "Los alumnos me dicen: ¡Qué elegante viene usted!. Igual es antediluviano, pero me gusta vestirme bien, aunque ahora hay profesores de todo tipo, algunos hasta con bermudas, casi no se distinguen de los alumnos". Él siempre llevó uniforme, "pantaloncito corto y chaquetilla gris" en el IES Sagasta de Logroño, donde estudió a partir de los 10 años -"recuerdo al conserje, ¡qué autoridad tenía!"- y otro más modesto en los primeros años de escuela, con don Tomás. "Se rezaba antes de entrar a clase, eran unas aulas con pupitres de madera, plumilla y tintero. En la escuela había un barril de cartón con leche en polvo. Cada día nos tocaba a un chaval llevar agua caliente, la mezclábamos y le echábamos un poco de chocolate rallado y azúcar moreno. El maestro iba llenando los vasos. Eran los 60, años difíciles, y era un buen alimento".

Quizá fue cosa de don Tomás, que les marcó, pero Roberto y sus dos hermanos se hicieron profesores -su mujer también es maestra aunque ninguno de sus cuatro hijos se dedica a la docencia-. Empezó a dar clases de Historia y de Francés y cuando cumplió 30 años de ejercicio, hace cinco, podía haber pedido la jubilación anticipada. "Mi hermano mayor ya está retirado y el menor, en proceso, pero yo creo que todavía puedo ser útil". Enseña Lengua y Literatura Castellana en el IES Gonzalo de Berceo de Alfaro (La Rioja), y como es de los más veteranos, le conceden "el privilegio" de elegir curso. "Prefiero a los chavales de Bachillerato, que tienen 17 o 18 años y están allí libre y voluntariamente. No suelen crear conflictos en el aula". No ha conocido casos de bullying pero "cuando oyes que chavales llegan incluso al suicidio... Te deja el cuerpo dolorido y maltrecho".

- ¿Cómo ve a la generación que viene, formados, leen el periódico, ven el telediario...?

- No muchos, pero también hay buena gente.

- Entre alumnos como los suyos tiene mucho seguimiento un programa de búsqueda de parejas que se llama Mujeres, Hombres y Viceversa, ¿lo conoce?

- Alguna vez he llegado a casa y he visto a alguno de mis hijos y les he preguntado qué era eso. Ves el nivel de esos jóvenes... O ese programa de Eva al desnudo. Tienen muy poco de educativo. Pero es la cultura de nuestros días, en la que triunfan futbolistas que no tienen ni cuarto de la ESO.

No es de los profesores hueso, sino de los que procura "que el alumno salga adelante". Y por eso se acuerda más de los chavales que no brillan. "Había un chico que no tenía ganas de estudiar. Hoy es policía municipal y alguna vez me ha dicho: Gracias a usted estoy donde estoy".

Fernando Pérez Granada

"A los 15 las chicas son señoritas; los chicos, críos"

Dio el estirón más tarde que los otros chicos y llegó hasta el 1,74. Con el estirón llegaron también las buenas notas. "Mi padre era militar y le encantaban las matemáticas. Le recuerdo cogiendo las notas del buzón, mi madre en la cocina: Ahí tienes las notas de tu hijo. Ella me echaba la bronca pero él era paciente. Cuando iba a entrar a la universidad le destinaron fuera y se marcharon. Me quedé solo en Granada, empecé Geológicas, que no era sencillo, y me fue estupendamente".

Lo cuenta Fernando Pérez (Granada, 64 años) entre los minerales, el microscopio, los esqueletos... "Me paso la vida en el laboratorio. Los alumnos vienen contentos. Hace unos años hacíamos la prueba del grupo sanguíneo. Se pinchaban en un dedo, añadíamos reactivos a la gota de sangre y averiguábamos el grupo de cada uno. Ahora está prohibido, por el riesgo de contagio de hepatitis y otras enfermedades. Pero realizamos experimentos con minerales y diseccionamos el corazón de un cordero que antes encargamos a la carnicería".

Fernando enseña Biología y Geología a chavales de la ESO en el IES Cartuja de Granada desde hace 31 años. "Hoy cuesta más motivar a los adolescentes. Hace veinte años el padre les decía: Estudia y así tendrás trabajo. Hoy te responden: Mi hermano es médico y lleva cinco años tumbado en casa en el sofá".

Habla con indisimulado orgullo de sus alumnos, a los que no cree más pasotas ni más machistas que antes."Yo veo relaciones de novios primorosas. En los 80 o 90 los chicos se sentaban por un lado y las chicas por otro, ahora están mezclados". Y son tan diferentes... "A los 15 los chicos son aún críos pero las chicas son señoritas". Y sacan mejores notas: "La Universidad ya les está reconociendo. Antes hacían Filología Inglesa, hoy se apuntan a Matemáticas, Ingeniería...", empezando por sus dos hijas, ya treintañeras: "Son magníficas. Unas es ingeniera agrónoma y otra ingeniera química".

El salto ha sido cualitativo -"antes había libros y ahora los profesores llevamos un carro lleno de ordenadores portátiles"- y cuantitativo: "A principios de los años 80 estuve de secretario en el colegio El Campillo de Málaga y no tenía ni seis millones de pesetas. Poco después llegué al IES Cartuja y manejábamos ya veintitantos". Con ese dinero compraron unos ordenadores y montaron una de las primeras aulas de informática en España, en el curso del 88. Fernando fue un adelantado. No imaginaba lo que quedaba por venir.

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