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Fiesta en una ‘silent disco’ española en este verano 2015.

Así son las discotecas 'mudas': el silencio arrasa en la pista

Europa se rinde a las disco ‘mudas’. Todo llega por los cascos. Pero en España «preferimos el bafle en el estómago», se lamenta su creador

antonio corbillón

Sábado, 12 de septiembre 2015, 22:44

Un nuevo sonido se está haciendo hueco en las pistas de baile que buscan estar a la última. Es el del silencio. Durante años, el derecho al ocio nocturno se ha enfrentado al del descanso en una guerra de decibelios que deben dirimir las casi siempre ineficaces normativas de ruidos. Algunas como Madrid, intentaron resolver el conflicto llevando la noche a polígonos industriales. Después de años de pruebas, las discotecas silenciosas van calando poco a poco en España y Europa y ofrecen una salida para el conflicto entre placer y descanso.

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Asistir a una de estas fiestas tienen un aire entre ingrávido e irreal. Un local lleno de personas, cada una con sus auriculares puestos, bailando música sin que se escape un solo decibelio al aire que todos respiran. Los primeros intentos fueron en festivales como el Glastonbury británico, que probó una gran disco silenciosa en 2005. Su equivalente español de Benicàssim también instaló en 2010 una carpa en la que el público podía elegir entre dos pinchadiscos, gracias a los dos canales que ofrecen los cascos.

Adiós al barullo

  • ¿Qué es una silent disco? Son pinchadiscos que ofrecen música a través de canales que entran en los auriculares inalámbricos. Cada cual elige el que quiera. En el ambiente reina el silencio.

  • Ventajas. Se acaba con el problema del exceso de ruidos y se generan nuevas formas de empatía en la pista.

  • Peligros. Los expertos advierten del riesgo de sobreexposición por decibelios.

De hecho, el fenómeno tuvo un arranque español cuando tres malagueños, amigos, socios y cómplices de la noche, estaban hartos de los cierres de sus locales favoritos por las normativas de ruidos. ¿Cómo seguir la fiesta sin molestar a nadie? se preguntaron. El resultado fue patentar unos cascos inalámbricos y una sociedad, La Fiesta Silenciosa, por la que se interesaron locales de moda de Baleares o la costa levantina. «Fue una explosión, creamos una patente pero no se logró comercializar del todo», resume Antonio Clavero, uno de sus tres inventores. Aparte de algunos festivales, o su uso en la celebración del Día del Orgullo Gay 2011 en el barrio madrileño de Chueca, el ocio español, quintaesencia del barullo, no parecía acabar de aceptar un concepto que borraba de un plumazo los gastos de insonorización y las minutas de los abogados para defenderse de las querellas contra el ruido. «Era difícil ver a la gente con los cascos puestos. En España seguimos prefiriendo notar los bafles en el estómago», reconoce Clavero.

La discoteca valenciana Picadilly estaba harta de problemas en el vecindario y también apostó por lo inalámbrico en 2010. Su propietario, Óscar Iglesias, acabó desistiendo. «Ya no lo programamos porque se requiere una clientela muy centrada en estas nuevas formas de ocio».

Hasta en las bodas

El ingenio español halló acomodo en los templos del ocio europeos que retomaron estas explosiones de decibelios silenciosos y las llevaron a otros campos. En los teatros de Londres hay propuestas como la Silent Opera que ofrece la opción de oír música en directo (seis músicos) o una grabación con auriculares con toda una orquesta y la mejor ecualización. «Muchos de nuestros espectadores se acercaban solo por la novedad tecnológica. Ahora tenemos un 60% más de nuevos amantes de la ópera», indican desde este escenario.

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También en la capital británica avanza el cine silencioso con la audición de películas en lugares públicos. Y en la misma ciudad, en la planta 69 de uno de los edificios más altos de Europa, el Shard, su disco silent arrasa desde hace tres años a pesar de que la entrada sin consumición supera los 40 euros.

De la mano de promotores foráneos, el fenómeno busca un revival en España. Empresarios como Emanuele Tommansini, que desembarcó en 2014, ya distribuye propuestas y espectáculos con su firma desde sus oficinas de Ibiza, Barcelona y Madrid. «Está transformando las fiestas y respeta las mismas sensaciones que hay en una disco tradicional», afirma Tommansini, que anticipa nuevas conquistas. «Del teatro al cine, de las fiestas privadas a las bodas. En Milán, -dice este empresario- se ha construido el primer cine inalámbrico al aire libre. Y en las villas de Lombardía nos los piden para celebrar las bodas».

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Antes, para un concierto se pedía presupuesto para equipos de música y bafles. Ahora empresas como Silent Disco Spain ofrecen el alquiler de entre diez y dos mil auriculares, con estación emisora incluida. «Aficionados a la música clásica bailando vals con Schubert y, sobre el mismo parqué, los que se agitan con bacalao duro». Un espectáculo para la vista.

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