JULIA FERNÁNDEZ
Viernes, 18 de septiembre 2015, 19:45
Aquí puedes vivir como en Dubai o como en Haití. Puedes tener un Maserati o andar a pie sin zapatos". Andrea Aragón tiene 45 años y reside en la capital de Guatemala, una urbe con cerca de dos millones de habitantes (4,2 si sumamos el área metropolitana). "Este es un país de contrastes. Inexplicable. Lo mismo lloras de tristeza que de ver tanta belleza", se emociona esta hija de dos intelectuales educados en Europa que se gana la vida, algo que allí se mide en quetzales, con una agencia de publicad, aunque es fotógrafa documental. A principios de verano presentó en Photo España su último trabajo sobre la migración de sus compatriotas a EE UU. Se calcula que allí viven 1,35 millones de guatemaltecos cuyos envíos de dinero sostienen a 3,5 millones de familiares.
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Andrea forma parte de esa clase media que hay entre los que tienen cuentas en Suiza y casa en Nueva York, los old money, y las familias que sobreviven con menos de ochenta céntimos de euro al día (7 quetzales), la mayoría, por cierto, en el campo y de origen indígena. Pero esta nutrida clase media es un estamento frágil al que solo sostiene el empleo. Su pérdida supone un pasaporte directo a la miseria. Se calcula que más de la mitad de la población de esta nación centroamericana (compuesta por 16.771.248 personas, según los últimos datos del registro nacional) vive por debajo del umbral de la pobreza. Y el 13% de esta mitad, en situación de pobreza extrema. "Hay una tremenda desigualdad", lamenta Antonio Barrios, uno de los jefes de información de Prensa Libre, el periódico de mayor difusión del país.
mADRES A LOS 12
La media de edad de la población guatemalteca es de 21 años. En el campo, las familias tienen hasta 12 hijos y las niñas se embarazan desde los 13 años. En la ciudad, la edad para formar familia va de los 25 a los 35.
Guatemala es un estado laico, pero el pueblo sí es religioso. Los católicos son mayoría (47%), pero los evangélicos (40%) crecen exponencialmente y su compromiso es más fuerte, según datos del 2013.
En Guatemala, que significa lugar de muchos árboles en nahuatl, una de las 23 lenguas oficiales reconocidas, con dinero consigues todo. Sin él, eres un nadie y estás "condenado". No es una exageración, sobre todo cuando hablamos de salud. "Hay gente del extrarradio que para llegar a su ambulatorio más cercano tarda hasta cuatro horas en transporte público", la opción más barata para moverse, pero también la más peligrosa. Y puede que cuando lo atiendan de lo que tenga, "pongamos que una diarrea", no le puedan dispensar los medicamentos "porque se acabaron" y no hay dinero público para comprar más. Las arcas estatales, esquilmadas por una corrupción de carácter estructural, están en quiebra. "Imagínate si se trata de algo más serio... O de un cáncer", expone Antonio.
La opción, claro, es la vía privada, pero hay que pagarla. El seguro sanitario más barato para una familia de cinco miembros son 134 euros al mes, un potosí. Además, "no hay tradición" de contratar este tipo de productos. Lo que suele ocurrir es que el enfermo apura hasta el último minuto para ir a la clínica y luego abona el tratamiento in extremis "con un préstamo". El endeudamiento es habitual en el país porque es casi imposible ahorrar. El sueldo mínimo que marca la ley ronda los 280 euros, "pero casi nunca se cumple". Una empleada doméstica en la capital "cobra de media 116", precisa Antonio. Y en el campo, mucha gente come de lo que siembra, sin más ingresos. La cesta de la compra vital, que además de alimentos básicos incluye transporte, luz o agua, cuesta 723 euros. El pan ronda los 3,5 euros a la semana si te lo trae el panadero a casa. Y lo mismo, pero al día, si lo que quieres es algo más "rico y fino", detalla Andrea.
Los sueldos por encima de los míticos mil euros españoles están solo en manos del 10% de la gente, ahonda Enrique Naveda. Él, como Antonio, también es periodista -coordina Plaza Pública, un medio online lanzado en 2011- , pero no es guatemalteco. Nació al otro lado del Atlántico, en Cantabria. Lleva diez años en el país... Pese a todo.
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- ¿Es un lugar peligroso?
- Es más peligroso si vives en él que si eres un turista. Y peor si eres un hombre joven de clase media-baja que un maduro de clase media-alta.
Andrea se pelea cada mañana con un "tráfico espantoso" para moverse, pero no muy distinto al de "otras ciudades" como Madrid o Nueva York. Lo que diferencia ese atasco de uno en Barcelona, por ejemplo, es que "nueve de cada diez coches llevan cristales tintados", apostilla Enrique. Y las ventanillas siempre subidas, da igual si llueve o si hace un sol espléndido -a Guatemala lo llaman el país de la eterna primavera por su buen clima, templado y con las precipitaciones condensadas entre mayo y noviembre-. La razón es la misma que se esgrime para no llevar joyas encima, no dejar que los niños jueguen en el parque, que las mujeres jamás salgan solas de noche... La seguridad.
Esta cuestión vertebra buena parte de los programas políticos con los que los partidos han intentado seducir a los electores en la primera ronda de las elecciones presidenciales el pasado fin de semana. El 25 de octubre se celebra la segunda vuelta entre Jimmy Morales, un cómico y actor (como Ronald Reagan) populista, líder de FCN-Nación, una formación de derechas de oscuro pasado militar, y Sandra Torres, representante de Unidad Nacional de la Esperanza y exprimera dama (estuvo casada con Álvaro Colom, presidente entre 2008 y 2012, del que se divorció para poder ser candidata).
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'Muerte natural por disparos
De hecho, el Partido Patriota -al que pertenece Otto Pérez Molina, el hasta hace diez días presidente del país y ahora reo mientras se dirime si es el cabecilla de una red de fraude aduanero en la que también está implicada su mano derecha, Roxana Baldetti- repartía propaganda con imágenes de gente hablando tranquilamente por su móvil en paradas de autobuses. "Aquí por el celular te matan", se alarma Andrea. Y nada menos que "a balazos". "Una de las cosas que más me llamó la atención al llegar fue precisamente la cantidad de armas que se ven a diario por la calle", recuerda Enrique. Hay seguros de vida que incluyen como muerte natural las provocadas por disparos.
Cada día fallecen 18 personas de forma violenta en Guatemala. Y no es solo cosa de la miseria, también del narcotráfico, un mal que ha llegado a calar en el andamiaje estatal. "Lo único más escalofriante que la alta tasa de homicidios es que nos hayamos acostumbrado. Aunque si nos doliera tanto como debería, no podríamos salir de la cama", reconoce Juan Pensamiento Velasco. Es abogado, aunque no ejerce, trabaja como asesor legal de una entidad bancaria cuya puerta está siempre custodiada por un guarda que maneja el fusil con la misma naturalidad que aquí una porra.
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Suena sórdido. Lo es. Pero en Gutemala se puede pasar del infierno al cielo en solo cien metros y su retrato quedaría incompleto si no habláramos de sus maravillas. Es un paraíso natural cuajado de playas infinitas, selvas exuberantes, montañas, volcanes... Y también guarda "una historia precolombina riquísima, un legado maya fascinante, tesoros coloniales preciosos...". En el primer semestre de este año ha acogido más de un millón de visitantes (cuatro de cada diez procedentes de El Salvador y solo un 1% de España) y ha ingresado 690 millones por ello.
Allí, la gente "recibe con los brazos abiertos, aunque suene cursi». La calidez es una de las cualidades de este pueblo, como lo es vivir al minuto. «El otro día oí en la radio que para el guatemalteco medio pensar a largo plazo es pensar en el desayuno de mañana", ironiza Andrea. El humor es otro de sus flotadores para no ahogarse en la miseria. "Hacemos chiste de todo". Y no pierden la esperanza, esa que llevó a votar hace una semana al 75% de los electores, la cifra más alta en la historia de un país cuya democracia moderna no llega a las tres décadas y vive su particular primavera. Se esperaba solo al 50.
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