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Un afortunado gana 128.370,85 euros con la Bonoloto de este lunes en un municipio de 1.500 habitantes
Entrada al supermercado de Sánchez romero, en el Paseo de la Castellana, a un kilómetro del Santiago Bernabéu.
El supermercado de diamantes

El supermercado de diamantes

«Aquí cuando la gente sale de pagar, ni mira el tiquet». Entramos en el Sánchez Romero de la Castellana, el más caro de España. Tiene aparcacoches en la puerta, pero el Vega Sicilia está bajo llave

FRANCISCO APAOLAZA

Lunes, 2 de noviembre 2015, 20:48

Jacinta Olmedo tiene un nombre de novela, 63 años, un abrigo gastado como sus eses paraguayas y por las rodillas le asoma una bata de servicio de rayas azules y blancas. En la mano lleva una bolsa y camina hacia la casa en la que trabaja como interna desde hace trece años. "La jefa siempre me manda a comprar aquí la carne". Sale del Sánchez Romero de la Castellana, en el distrito de Chamartín, un paseíto al norte del Bernabéu, la cueva del tesoro. En Madrid, donde todo es contraste, salto y pirueta, puedes comprar unas cebollas por 0,45 euros en el Alcampo de Moratalaz y por 1,45 en este establecimiento del centro, el que tiene los precios más altos de España, según un estudio de la OCU sobre la cesta de la compra. Para hacerse una idea de la brecha, comprar lo mismo saldría 2.700 euros más al año en el súper de la Castellana que en el de Moratalaz.

Por los pasillos del más caro del país desfilan gentes como las demás. No esperen sombreros austriacos con plumas de faisán, ni perlones como bolas de golf, ni tacones Louis Vuitton porque ésa no es la tónica general. Allí compra gente normal, pero con más dinero que la media, hombres y mujeres que aún pueden pagar un litro de leche fresca a 1,95 o un kilo de mejillones cocidos a 4 euros.

En sus estanterías hay margarina, pasta y quesos en lonchas como en cualquier otro lado, pero también venden exquisitices, como una cuña de Gouda al pesto rojo, caldo de gallina en botella, champán Dom Pérignon y un mágnum de Vega Sicilia de 208 euros (bajo llave, eso sí, que son caros pero no descuidados). Junto a los huevos de gallina de los de toda la vida se asoman otros trufados y hay unas bandejitas con seis lonchas de lomo ibérico a 12,50. Ni una de las frutas contiene mácula alguna. Todo es tan perfecto que, a ratos, parece que uno visita un anuncio. En el mostrador de embutidos donde compra a diario Jacinta Olmedo hay tantos jamones colgados que parece una tómbola de feria. Los hay de 20 euros el kilo, pero los ibéricos que se cortan a mano cuestan entre 140 y 180 euros el kilo. Hay clientes que se acercan a por una lonchita cortada a cuchillo y pesada en gramos como las pepitas de oro. Pero muchos se llevan la pieza entera. Una muestra del poderío es que a diario se despachan 36 jamones de los caros, con cajas de 50.000 euros solo en perniles.

La pescadería podría confundirse con un escaparate de Tiffanys en el que se vendiera un carro de diamantes. Hay atún de almadraba a 70 euros el kilo, kokotxas de merluza a cien, langostinos de Sanlúcar como toros de Pablo Romero, percebes, lenguados salvajes, merluzas traídas de Lalín (Pontevedra)... tan hermosos todos que se dirían salidos de un documental de Cousteau. Las más baratas son las doradas de estero (12,50 euros). Carlos, el pescadero que ha servido a Andy y Lucas, a Pablo Alborán, a jugadores del Real Madrid y a adinerados en general, acaba de cerrar un encargo de 800 euros para el domicilio de una clienta. "Tenemos poco de cosas muy buenas. Hay gente que basa su negocio en mover muchos kilos de cosas más comunes y nosotros al revés, movemos poco, pero de cosas de mucha calidad. Con solo tres clientes puedo hacer la caja que otro súper hace durante todo el día", admite Carlos, que confiesa que no puede permitirse el lujo de comprar el género que vende "ni con el descuento a empleados".

Las propinas de Marcel

Cualquier cuenta es absurda. El aparcacoches rumano (también ayuda a los clientes a meter las bolsas en los maleteros de sus coches, mucho BMW, Audi y Mercedes) se llama Marcel y guarda en secreto la cuantía de las propinas como si le fueran a cortar la lengua en un desliz. "Aquí la gente cuando sale de pagar en la caja, no mira el tique", dice al tiempo que añade que "es un sitio como los demás, pero tiene mucha fama por el producto y por el servicio".

"Hace muchos años que se sabe que éste es el súper más caro de España. Hay gente que viene solo por eso", cuenta Ingrid, empleada de la cafetería del Sánchez Romero (dos cafés y una pulga de jamón, cuatro euros; tampoco es ningún sablazo), de origen sudamericano. Esto del origen es importante, porque la empresa Sánchez Romero, que nació en los años 50 como una tienda para los yanquis de la base aérea de Torrejón, se metió en un lío cuando en 2002 se encontraron en la basura los currículos de candidatos a un empleo con calificativos anotados del estilo de "gorda, café con leche o extranjero". Fue un golpe para su imagen, pero hoy, en la capital, una bolsa verde y amarilla de Sánchez Romero es un símbolo de estatus. Las dan gratis y hay gente que las usa para guardar las compras del Mercadona. La cadena solo tiene nueve establecimientos, todos en Madrid, y en puntos muy bien elegidos: Puerta de Hierro, Arturo Soria, Pozuelo, que es el municipio de mayor renta y menos paro de España, o la Moraleja, donde suele hacer la compra otra clienta vip, la baronesa Thyssen, acompañada del chófer y tres ayudantes.

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