daniel roldán
Lunes, 4 de enero 2016, 20:47
Una simple estatua se ha convertido en la chispa que ha avivado un debate que viaja desde Oxford hasta Ciudad del Cabo pasando por Harare, la capita de Zimbabue. El culpable de todo esto es el homenajeado, Cecil Rhodes. Empresario, colonialista, fundador de la empresa de diamantes De Beers, supremacista blanco y fundador de una colonia -Rodesia- que mantuvo, como Sudáfrica, una forma de gobierno donde la población negra carecía de los derechos más fundamentales. Este régimen racista se mantuvo hasta que Robert Mugabe instaló su dictadura en 1980.
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Para entonces, Rhodes ya llevaba casi ocho décadas enterrado en la actual Sudáfrica, donde se había afincado para manejar sus numerosos y lucrativos negocios. Como otros muchos empresarios de la época victoriana, se consideraba superior a los africanos por ser blanco y originario de la metrópoli. Dos conceptos que los detractores de la efigie subida a un pedestal destacan en sus críticas. «Poner a alguien en un pedestal es aprobar tácitamente su legado», explica a AFP Daisy Chandler, una estudiante de primer año y militante de la campaña Rhodes tiene que caer. Para encender aún más los ánimos de los contrarios a la estatua, una placa loa las aportaciones de Rhodes al Oriel College, alma máter del empresario.
El lío comenzó a coger fuerza con las redes sociales, que no entienden de fronteras. En Sudáfrica se puso en marcha una iniciativa con el mismo nombre que la de la ciudad británica y la polémica creció. Tanto que la institución que homenajea al magnate decidió, antes de las vacaciones navideñas, retirar la placa, poner un cartel en la ventana contigua diciendo que la universidad «ni glorifica ni disculpa» las opiniones y acciones de Rhodes. Se otorgó un plazo de seis meses para «reflexionar» y estudiar las diferentes opciones. Pero también explicaron que este homenaje no es por un capricho sin motivo, sino por las pautas que ofreció tras su muerte para que estudiantes brillantes pudieran estudiar sin preocuparse por el aspecto económico.
Las becas Rhodes, según los datos del Oriel College, han permitido a más de 8.000 estudiantes de todo el mundo estudiar en la prestigiosa Oxford. Entre estos beneficiarios hay jefes de Estado -Bill Clinton- y jefes de Gobierno -Tony Abbott, ex primer ministro de Australia-. Pero también hay quien matiza esta contribución. «No soy un beneficiario de Rhodes, sino de los recursos y el trabajo de mi pueblo que Rhodes saqueó», escribió Ntokozo Qwabe, un estudiante sudafricano. «Si la corrección política actual se aplicará de forma sistemática, muy pocas de las grandes figuras de Oxford pasarían la prueba», afirma, por su parte, Frederik de Klerk en The Times. El expresidente sudáfricano acabó con el apartheid junto a Nelson Mandela.
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