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La fortaleza se reformará para dar cabida a 23 habitaciones de lujo y piscinas.
Tormenta en el 'Alcatraz de Montenegro'

Tormenta en el 'Alcatraz de Montenegro'

El plan para transformar un campo de concentración de un pintoresco islote del Adriático en un hotel de lujo indigna a las familias de las víctimas

BORJA OLAIZOLA

Jueves, 21 de enero 2016, 19:52

Un selecto hotel de lujo en una fortaleza austro-húngara del siglo XIX que ocupa una isla en medio de las aguas transparentes del Adriático. El Parlamento de Montenegro, un pequeño país que surgió de la escabechina de la antigua Yugoslavia, está convencido de que la combinación es irresistible a la hora de atraer a esa clase de turistas que se rifan todos los destinos, los de alto poder adquisitivo. La Cámara dio la semana pasada el visto bueno definitivo al proyecto de alquilar el islote de Lastavica a una compañía egipcio-suiza para que habilite allí un 'resort' de cinco estrellas y lo explote durante 49 años.

Todo parece en su sitio: hay un proyecto respetuoso con el entorno natural, la empresa ofrece garantías de solvencia, se crea empleo en la zona y hay operadores especializados en el turismo de lujo que se han interesado por las fechas de apertura para formalizar las primeras reservas. El proyecto, sin embargo, tiene un lunar: el fortín de Lastavica funcionó como campo de concentración de las fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y en sus celdas fueron torturados y asesinados decenas de prisioneros. A los descendientes de aquellas víctimas, muchas de ellas residentes en poblaciones próximas, no les hace ninguna gracia que el lugar que guarda la memoria de sus difuntos se transforme en un parque temático para disfrute exclusivo de ricachones.

El asunto es peliagudo y lleva dando vueltas unos cuantos años. Los detractores del proyecto alegan que la fortaleza debería mantenerse tal y como está en señal de respeto a los reclusos que fueron confinados allí por italianos y alemanes. Les apoyan los familiares de los fallecidos, asociaciones de antiguos combatientes y también algunos defensores del medio ambiente. Incluso han conseguido el respaldo de figuras de talla internacional como Butros-Ghali y Federico Mayor Zaragoza, antiguos dirigentes de la ONU y la Unesco, que suscribieron un escrito en el que expresaban la extrañeza que les causaba que «la única solución para la conservación de la fortaleza sea un acuerdo comercial que supone su privatización».

El Gobierno montenegrino justifica el convenio con apelaciones al desarrollo del sector turístico, que es el principal motor de una de las economías más pobres de la zona. El país, que suma 620.000 habitantes, tiene casi 300 kilómetros de una costa plagada de pintorescos rincones que hasta ahora se había mantenido a salvo de los destrozos urbanísticos. Las grandes empresas turísticas han puesto sus ojos en el litoral montenegrino y hay ya en marcha varios proyectos inmobiliarios que amenazan con romper su armonía.

Un museo incluido

Ese no es el caso del hotel de la isla de Lastavica, cuyos planos respetan la estructura de la edificación militar y contemplan incluso una sala-museo que recordará las funciones que desempeñó la fortaleza. El proyecto, en el que se invertirán 15 millones de euros, prevé el acondicionamiento de 23 habitaciones, además de varios restaurantes y piscinas. La empresa promotora, Orascom, asegura que se crearán dos centenares de puestos de trabajo, algo que ha hecho que muchos de los residentes de la zona empiecen a mirar la iniciativa con mejores ojos.

La fortaleza, que también recibe el nombre de Mamula en memoria del militar austrohúngaro que supervisó su construcción en 1853, ocupa el 80% de los 31.800 metros cuadrados que tiene la isla. Domina la entrada de la bahía de Bocas de Cataro, una de las comarcas con mayor proyección turística del litoral montenegrino por su privilegiada configuración geográfica. Algunos la llaman el 'Alcatraz de Montenegro' por sus similitudes con el famoso islote que acoge el antiguo recinto carcelario del mismo nombre en la bahía de San Francisco.

Italianos y alemanes tuvieron allí internados durante la última gran guerra a unos 2.000 prisioneros que padecieron toda clase de calamidades. Un centenar de ellos perdió la vida por hambre o ejecución. La edificación permanece abandonada desde entonces aunque fue sometida a una restauración parcial. En verano suele ser el destino de muchos excursionistas que se acercan a pasar el día. El billete de la barca cuesta un euro. A partir de ahora habrá que pagar algo más para recalar en ella.

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