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INÉS GALLASTEGUI
Viernes, 5 de febrero 2016, 00:12
Mohamed Ibn Azuz Hakim murió hace dos años sin haber visto cumplido su sueño. En 2002, el historiador tetuaní había pedido al Rey Juan Carlos que España revocase los edictos de expulsión de los moriscos dictados por los Reyes Católicos en 1502 y por Felipe III en 1609. Ambas órdenes violaban el espíritu y la letra de las Capitulaciones de 1492, por las que el rey Boabdil entregó a Isabel y Fernando el Reino de Granada, último bastión del poder musulmán en la Península, a cambio del respeto para las costumbres y creencias de los suyos «para siempre jamás». Cientos de miles de españoles emprendieron el éxodo, en varias oleadas, hacia el norte de África y América. Muchos de ellos llevaban consigo la llave y el título de propiedad de sus casas en Al Andalus, con la esperanza de volver algún día a su tierra, y sus herederos las han conservado de generación en generación, lo mismo que el estilo arquitectónico -ahí están Tetuán o Chefchauén-, las recetas de cocina o los apellidos: Ibn Azuz Hakim, con antepasados en Cariatiz (Almería), guarda en su árbol genealógico hasta 14 nombres tan españoles como Redondo, Cárdenas, Ruiz, Sarriá o Vera. Por eso pedía a España, para el millón de descendientes de aquellos desterrados que, se calcula, hoy viven en Marruecos, el reconocimiento de su identidad histórica, como se hizo antes con judíos sefardíes, iberoamericanos, filipinos o ecuatoguineanos.
En un tono mucho menos amable, una rama local del grupo yihadista ISIS en Nínive (Irak) anunciaba la semana pasada la próxima reconquista de la Península Ibérica para el islam. «Al Andalus, querida, ¿crees que te hemos olvidado? No, por Dios. No eres española ni portuguesa, tú eres musulmana. Los musulmanes no pueden olvidar Córdoba, Toledo o Játiva», aseguraba en francés un terrorista de barba rubia cubierto con un pasamontañas. Después, él y sus secuaces asesinaron a tiros a cinco personas enfundadas en los trágicamente célebres monos naranjas.
La amenaza no es nueva: alusiones a España aparecen en ocho de los quince últimos vídeos difundidos por la organización terrorista. ¿Por qué esa fijación con nuestro país? ¿Es realmente Al Andalus el paraíso perdido del imaginario colectivo musumán?
El catedrático de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada Emilio Molina no da credibilidad a las bravatas de los yihadistas: «Es como si nosotros reivindicásemos la reconquista de América». A su juicio, esa nostalgia tiene en el mundo árabe un carácter poético y científico, pero no territorial, lo que contrasta con la resistencia de la historiografía española a reconocer que el islam «forma parte del ADN de la identidad española: ocho siglos de historia no se pueden olvidar».
«Una cosa es la historia y otra el uso político que se quiera hacer de ella», afirma Natalia Andújar, vicepresidenta de la Junta Islámica, una asociación radicada en Córdoba que agrupa sobre todo a españoles convertidos al islam. Aunque favorable al reconocimiento de la nacionalidad española para los descendientes de los moriscos, es consciente de que plantearía problemas por el gran volumen de potenciales demandantes.
«Puede haber nostalgia en las familias que proceden de familias andalusíes, pero en sentido afectivo, familiar, no en clave política», asegura esta profesora de Lengua Castellana en excedencia que se dedica a asesorar a productores de alimentos 'halal'. «Tenemos el ejemplo en Córdoba: la mayoría de los turistas musulmanes tienen la Mezquita como visita obligada y están orgullosos de ella, pero como aportación a la humanidad, no como pretexto para recuperar aquella época -explica Andújar-. Estoy especulando, pero me temo que, dentro de su ideología criminal, el ISIS destrozaría todos los monumentos de Al Andalus, precisamente porque simbolizaban la riqueza, la diversidad de ideas y la interculturalidad».
Para los musulmanes, Al Andalus es un recuerdo agridulce, desvela Manuel Torres, profesor de Ciencias Políticas y director del Curso de Análisis del Terrorismo Yihadista de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. «Es una referencia histórica con un enorme poder evocador, y no solo en el Magreb, también entre los talibanes de Afganistán: fue el momento de mayor expansión territorial y esplendor cultural del islam -explica-. Pero su pérdida también significa el inicio de la decadencia, la división de los musulmanes... Es una espina clavada».
El profesor recuerda que en esta tradición religiosa hay una sacralización de la tierra: una vez que un territorio ha estado bajo dominio musulmán, ya lo será para siempre. En ese sentido, los terroristas del Daesh «no han inventado nada nuevo»; simplemente convierten un referente romántico o emocional en una urgencia política: recuperar el suelo usurpado.
Coincide con él la escritora y traductora iraquí Bahira Abdulatif, afincada en España desde hace 20 años. «Hay dos episodios luminosos en la historia de los árabes: el Califato de Bagdad, que acabó con la conquista de los mongoles en 1258, y Al Andalus, que terminó con la rendición de Granada en 1492», señala. Poetas como Ibn Al Jatib y científicos como Averroes y Avenzoar forman parte de esa herencia que, curiosamente, es más conocida en el mundo árabe que en el país de nacimiento de estos personajes. «Yo misma tengo en la memoria cientos de versos de poetas andalusíes. Nos los enseñaron en la escuela de niños. He visto libros de texto españoles en los que se dedica una página a explicar lo que fue Al Andalus y dos al integrismo islámico -señala, molesta, Abdulatif-. Y en los países musulmanes pasa lo mismo: se explica Al Andalus como si fuera un legado árabe puro y duro».
¿Por qué hay quien vuelve ahora su mirada hacia Al Andalus?
La gente normal no piensa en recuperar la Península Ibérica. Echan de menos Al Andalus porque están viviendo un infierno de guerra y de pobreza. En Irak el mes pasado hubo más de 1.100 muertos en atentados, pero no sale en la tele porque no están en guerra. Allí lo que les preocupa no son las amenazas, porque todo el mundo sabe que son pura propaganda; lo que les aterroriza son las ejecuciones salvajes.
El dolor de la pérdida
Luz Gómez, profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, asegura que España no es solo la heredera geográfica de Al Andalus, sino también la heredera cultural. «Desde el siglo XIX los libros de historia de los países árabes han ido creando esa percepción de que aquel fue un lugar en el que fue posible la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos y eso dio lugar a una cultura única de la que quedan restos espectaculares, desde la Alhambra hasta la Giralda de Sevilla, joyas de la literatura y de la filosofía árabe. Lo sienten como algo propio... y como algo ajeno, que han perdido y por lo que sienten dolor», resalta.
Durante décadas, recuerda Gómez, eso convirtió a España en un «poder blando» en el mundo árabe: los españoles éramos vistos con simpatía. Pero la vocación europea de nuestros gobiernos, que dieron la espalda a las relaciones mediterráneas, y decisiones en política exterior como la participación en la Guerra de Irak han acabado con esa cercanía.
Por si fuera poco, advierte la profesora, la negativa del Estado español a afrontar la 'cuestión morisca', durante mucho tiempo «rodeada de bruma», ha fomentado un sentimiento de agravio comparativo en las comunidades andalusíes de Marruecos, Túnez y Argelia, que no han encontrado la misma respuesta que los judíos sefardíes, a los que se reconoció la nacionalidad española el año pasado.
Y ese resquemor es el que tratan de explotar los salvajes fanáticos de Daesh. «Por supuesto que los cuerpos de seguridad tienen que tomárselo muy en serio, porque ya ha habido atentados -advierte Bahira Abdulatif-. Pero no hay que inflarlo, porque el miedo forma parte de la guerra psicológica. Las televisiones occidentales están sirviendo de altavoz y agravan el peligro».
El profesor Manuel Torres sí concede cierta credibilidad a las amenazas, que se enmarcan en una guerra sin cuartel por el control del yihadismo en el Magreb: «El Estado Islámico ha conseguido proyectar la imagen de que ellos cumplen lo que dicen: han fundado el Califato, han atentado en París, han derribado un avión ruso... Tienen un halo de credibilidad que Al Qaeda ha perdido hace tiempo». Las llaves de Al Andalus ya no encajan en las nuevas cerraduras de España. Y el ISIS nunca llama antes de entrar.
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