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IRMA CUESTA
Miércoles, 9 de marzo 2016, 21:21
A estas alturas nadie, ni dentro ni fuera de ese pequeño pedazo de tierra anclado en el mar del Caribe, duda ya de que las cosas estén cambiando. Y no es solo que Obama esté haciendo las maletas para viajar a la isla 88 años después de que Calvin Coolidge, el último presidente norteamericano en pisar suelo cubano, se diera una vuelta por El Malecón de La Habana, es que incluso los Rolling Stones parecen decididos a no perderse esta suerte de segunda revolución.
A finales de marzo, unos días después de que el Air Force One aterrice en el aeropuerto José Martí, sus satánicas majestades harán lo propio dispuestas a llenar la plaza de la Ciudad Deportiva de la capital cubana sin pedir un peso a cambio. Sin duda, esa será la prueba definitiva. Porque, igual que no es lo mismo un apretón de manos en el extranjero que una visita en toda regla, tampoco es comparable escuchar a Mr. Jagger a hurtadillas por la radio, que verlo saltar en escenario mientras suena 'Start me up'.
Carlos Santos es uno de los miles de cubanos que un día dejaron su casa. Ahora, quince años después de instalarse en España -la tierra de sus abuelos-, anda loco con la idea de regresar. En solo unos días, él y su socia Aymara se reunirán en La Habana Vieja con Oliver Valdés para abrir una hamburguesería. «Hace ya unos años que las cosas no son lo que eran. Cuando yo me fui un cubano no podía comprar un coche, ni entrar en un hotel. Hoy todo es distinto. Las puertas están abriéndose, Cuba da los primeros pasos para convertirse en un país emergente y yo no quiero perdérmelo». Carlos está listo para dejar atrás su trabajo como creativo en una agencia de publicidad en Madrid, una casa cómoda y un buen coche que ya no volverá a necesitar. «Solo quiero llegar a La Habana, comprarme un escarabajo y pasear en chanclas». La idea es montar un negocio en el que, además de dar de comer, haya música en directo y organizar cursos de cocina para los niños. «El Gobierno sabe que está a la vuelta de la esquina una avalancha de turistas y ha cerrado acuerdos con pequeños empresarios para poder atenderlos. Ellos no tienen margen de maniobra y es ahí donde está nuestra oportunidad», asegura.
Carlos y Aymara son solo dos de los muchos cubanos que no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad de participar en esa especie de catársis que se avecina.
Saúl Berenthal (Cuba, 1943) dejó el país pocos meses después de que Fidel Castro entrara en La Habana el primer día de enero de 1959. Ingeniero de IBM jubilado, será el primer norteamericano, en casi sesenta años, que abrirá una fábrica en la isla.
Saúl se puso manos a la obra nada más saber que la normalización de las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos habían dejado de ser un sueño y diseñó un vehículo industrial de bajo coste que podría venirle de perlas a los agricultores de la isla. Tiene previsto invertir entre cinco y diez millones de dólares en Cleber LLC, la empresa que ha creado junto al también ingeniero Horace Clemmons después de meses de conversaciones con el Gobierno, y todo apunta a que en solo unos pocos más estarán fabricando su 'Oggún' -han bautizado así al tractor en honor del dios que representa al hierro en la religión yoruba- en la tierra en la que nació. Costará unos 8.000 dólares que los cubanos podrán financiar con ayuda de familiares y amigos residentes en Estados Unidos. «Es emocionante poder ayudar», declaró hace solo unos días a la BBC presumiendo de acento cubano y asegurando que, a sus 72 años, le sobra energía para echar a andar la fábrica.
los tiempos cambian
Desde hace unos meses los cubanos pueden montar pequeños negocios privados. Son los llamados cuentapropistas y ya son casi 450.000. También pueden comprar y vender coches o propiedades; incluso hay una cierta flexibilización para poder salir de isla. Aún así, el 80% de la fuerza de trabajo es estatal.
Son las que recibió la isla en 2015. Una cifra inédita. Este enero batió una nueva marca con la llegada de 417.000 viajeros, un 12,7% más que hace un año.
Más de diez cadenas españolas cuentan con intereses en Cuba, con Meliá a la cabeza. Las empresas mallorquinas suman 50 hoteles que ofertan nada menos que 20.000 habitaciones.
Los dos últimos hoteles de lujo que se han inaugurado en la isla son españoles el H10 Ocean Casa del Mare, en Cayo Santa Marta, que aporta 800 habitaciones al borde de una playa de casi un kilómetro; y el Iberostar Playa Pilar, en Cayo Guillermo, con 482 habitaciones junto a una de las barreras de coral más importantes del mundo.
Con el 'Oggún' llegarán otras muchas cosas a Cuba y muchas de ellas lo harán por el aire. Cincuenta y tres años después de haber sido suspendidos, Estados Unidos ha anunciado el restablecimiento de los vuelos comerciales. Habrá que esperar a final de año para ver aterrizar el primero, pero los norteamericanos ya han echado cuentas y estiman que alrededor de 110 vuelos diarios unirán ambos países a la vuelta de unos meses.
Aunque desde los años setenta hay vuelos charter de compañías americanas que operan en la isla, esto supondrá la apertura de nuevas rutas comerciales, el abaratamiento de costes y, en consecuencia, un crecimiento exponencial de turistas americanos que ya hoy, a pesar de estar oficialmente está prohibido, es bastante significativo: el año pasado 160.000 viajaron a Cuba, una cifra que no incluye a los cubano-estadounidenses que visitaron a la familia.
Al margen de todo eso, hace meses que el cambio se ha hecho evidente en la calle. Hoteles y casas, reconvertidas muchas de ellas en hostales, acumulan reservas a la espera del gran desembarco. De la noche a la mañana, Cuba se ha convertido en uno de los mercados en los que más ha crecido la web Airbnb mientras las grandes cadenas hoteleras del mundo -incluidas las españolas que gestionan más del 90% de las habitaciones de los hoteles de cinco estrellas y el 60% de los de cuatro- hacen números pensando en ampliar.
Pero no es lo único. Los cubanos asisten atónitos al restablecimiento del servicio postal directo, a la realización de obras de canalización de agua, de mejora de los sistemas de electricidad y gas y, sobre todo, a la llegada de internet. La Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) lleva un par de semanas realizando una prueba piloto para llevar la fibra óptica a los edificios de La Habana Vieja. Todo un hito en el país con menor penetración de internet en el mundo -solo el 5% de la población accede- y en donde únicamente algunos médicos, periodistas, académicos e intelectuales, previo permiso del Gobierno, pueden conectarse desde casa.
«La ciudad está revuelta»
Oliver Valdés da fe de que la ciudad está revuelta con la visita del comandante en jefe de Estados Unidos. «Están arreglando la Avenida El Prado, una de las arterias principales de la ciudad en la que se encuentra El Capitolio, y las pruebas que se están haciendo para la instalación de internet han sacado a todo el mundo a la calle buscando conectarse para hablar con amigos y familia que están fuera. El cambio se respira», dice este músico que ha trabajado con algunos de los más grandes, incluido Silvio Rodríguez. «Todo el mundo está como loco. Aquí se entiende que lo peor ha pasado y que ha llegado el momento de abrirnos al mundo; se ven posibilidades de ganarse la vida dignamente, e incluso se rumorea que el Gobierno podría revalorizar la moneda».
Lo cierto es que, por muchas puertas que se abran, en este lado del planeta sigue llamando la atención lo que hace unos días Luis, un médico de urgencias de 49 años, contaba en un blog. Al hombre, que cada día se levanta para trabajar por 24 euros al mes en un país en el que una cerveza cuesta 1,50 y por un frigorífico pueden pedirte hasta 500, no le ha quedado más remedio que sacar brillo al Plymouth de 1959 que heredó de su padre y pasear turistas extranjeros cuando sale del hospital, si quiere sacar adelante a su familia con un poco de alegría. Si se le da bien, con el 'taxi-turístico' llega a ganar 15 veces más que con su sueldo oficial.
Desde fuera, parece difícil poder compaginar los escaparates del Vedado, repletos de teléfonos de última generación a 250 euros la pieza y colonias Chanel, con un sueldo de 25 mensuales; pero también es verdad que hace ya mucho tiempo que la necesidad convirtió en magos a los cubanos y que, como dice Carlos, «algo gordo se está montando».
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